El experimento que muestra cómo afecta a tu cuerpo estar en una habitación demasiado fría

Este reconocimiento busca poner en valor el trabajo de las organizaciones sociales españolas en el ámbito energético.
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Este reconocimiento busca poner en valor el trabajo de las organizaciones sociales españolas en el ámbito energético.

¿Son diez grados centígrados en el interior de una vivienda una temperatura peligrosa para la salud? ¿Es demasiado baja para soportarla de manera continuada? En principio, cuando uno piensa en un frío excesivo para la condición humana, no se imagina una habitación en esas condiciones, sino un descampado en mitad de la estepa siberiana o la Antártida. Sin embargo, un ambiente de ese tipo en un domicilio puede suponer un auténtico desafío para el organismo

Lo ha comprobado en su propio cuerpo el periodista de la BBC James Gallagher y lo ha plasmado en un artículo gracias a un experimento llevado a cabo junto al profesor Damian Bailey, de la Universidad de Gales del Sur. La prueba consistió en permanecer en un habitación aislada originalmente a 21 grados cuya temperatura iba descendiendo hasta los 10, mientras los investigadores monitorizaban las constantes vitales del reportero.

Inicialmente el redactor se encontraba a gusto en un ambiente de 21 grados, en el que incluso empezó a sudar. Ahí comenzó la labor de enfriamiento. Al alcanzar los 18, su cuerpo ya había dejado de transpirar y el vello de sus brazos había comenzado a erizarse para ayudarlo a aislarse del exterior. Se trataba, según Bailey, de un "punto de inflexión" en el que el organismo trabaja para mantener la temperatura central.

Al seguir bajando, los dedos se le pusieron blancos y los notaba fríos: los vasos sanguíneos se estaban cerrando, en un proceso conocido como vasoconstricción, para mantener la sangre caliente en los órganos críticos. Se trata de un mecanismo que ocurre incluso antes en las mujeres.

Al llegar a los diez grados, el periodista se encontraba "muy incómodo" y percibía cómo a su cerebro le costaba más realizar algunas tareas sencillas, como completar juegos de clasificación de formas. Esto se debe, señala Bailey, a que llega menos sangre al cerebro y, por tanto, cuenta con menos oxígeno y glucosa. 

Esta situación generaba, además, un riesgo cardiovascular para el redactor, puesto que la presión arterial se disparó para bombear sangre, que se había vuelto más espesa y pegajosa. "La evidencia sugiere claramente que el frío es más mortal que el calor, hay un mayor número de muertes causadas por olas de frío que por olas de calor", dice el profesor de la Universidad de Gales.

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