Las mandarinas son uno de los frutos que, a partir de este momento, comienzan a estar de temporada y, por lo tanto, se encuentran disponibles en todas las fruterías. 

Como sucede con muchos frutos, para consumir la mandarina hay que quitarle primero la cáscara, que suele desecharse a la basura, sin tener en cuenta que se puede usar para múltiples  y diversas funcionalidades.

Así, a continuación se muestran diferentes ejemplos en los que las cáscaras de las mandarinas se pueden usar en el hogar, conociendo unos básicos y sencillos trucos. 

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Preparar infusiones

Al igual que sucede con la piel de otros frutos, como las de la naranja, las propiedades que tiene la cáscara de la mandarina se pueden aprovechar haciendo infusiones. Solamente es necesario lavar la piel, hervir el agua y  añadir la cáscara, dejándola unos minutos para que el agua se impregne. 

Aromatizar recetas

Igualmente, la cáscara de la mandarina es una muy buena forma de darle un toque especial a algunas recetas, por ejemplo, a los postres. Se trata de utilizar la ralladura de la piel de la mandarina para añadirla a estas elaboraciones. 

Remedio casero para la congestión

Por otro lado, se puede usar la cáscara de la mandarina para descongestionar la nariz cuando se está constipado. Para ello, solamente hay que hervir agua, añadiendo las pieles de la mandarina. Con ello, habrá que respirar el vapor del agua resultante durante unos minutos.

Mascarilla facial

Igual que otros ingredientes naturales, la cáscara de la mandarina contiene propiedades beneficiosas para el organismo. Por ello, se puede usar la cáscara para hacer mascarillas faciales. Basta con machacar y triturar bien la piel y, posteriormente, mezclar la pasta resultante con aceite de oliva hasta conseguir una textura tipo crema que se pueda aplicar en el rostro.

Ambientador

Por último, el olor de la mandarina es muy apreciado por muchas personas, por lo que se puede usar la cáscara para aromatizar la nevera, los armarios... Basta con introducirla en una bolsa fina de tela y colgarla en las estanterías o baldas para que el aroma impregne el espacio cerrado.