Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

El hermano portugués

Pedro Sánchez y el primer ministro portugués, António Costa, en el Consejo Europeo.
Pedro Sánchez y el primer ministro portugués, António Costa, en el Consejo Europeo.
EFE
Pedro Sánchez y el primer ministro portugués, António Costa, en el Consejo Europeo.

Hubo un tiempo en que España y Portugal pertenecían a un mismo reino. Fue en el siglo XVII bajo la Casa de Austria, pero aquella Unión Ibérica solo duró 60 años. El Gobierno de Felipe IV frio a impuestos a los portugueses para financiar sus guerras y unos conspiradores de la nobleza lusa aprovecharon el descontento popular para aclamar al duque de Braganza y convertirle en el rey Juan IV de Portugal. Así se perdió una oportunidad histórica de que la península ibérica fuera una sola nación, más fuerte, competitiva e internacionalmente relevante.

Desde aquel entonces, España y Portugal vivieron de espaldas ajenas al interés que la fortaleza de una mayor conexión y entendimiento podría proporcionar a los dos países. Es a partir de su ingreso en la Unión Europea cuando la desconfianza fue cediendo y la realidad imponiéndose, aunque los rescoldos del recelo impidieran la necesaria conexión de Madrid y Lisboa por alta velocidad ferroviaria.

La situación específica de la península ibérica ante la crisis energética ha hecho de la necesidad virtud, conduciendo a los Gobiernos socialistas de España y Portugal a trabajar juntos para lograr, no solo la excepción dentro de la UE sobre el precio del gas, sino un diseño de un futuro en común que ponga en valor su situación geográfica y las capacidades de ambos países. Pedro Sánchez y António Costa y nueve ministros de sus Gobiernos sellaron días atrás en Viana do Castelo una alianza estratégica, cuyo primer reto es su apuesta por el corredor de energía verde que conecte Barcelona con Marsella.

Proyectos que obligarán a caminar juntos a españoles y portugueses para mejorar su influencia

El denominado BarMar es el objeto central de la cita que el 8 de diciembre tienen en Alicante con el francés Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Esa infraestructura, alternativa al MidCat que España y Alemania defendieron inicialmente y que además de gas podría transportar hidrógeno verde, incluiría la interconexión con igual objeto entre Zamora y la localidad portuguesa de Celorico da Beira. 

Hay, además de estos, otros proyectos tecnológicos en común como el centro de investigación sobre almacenamiento energético, la constelación atlántica de satélites, el laboratorio ibérico de alimentación o la estratégica conjunta de microelectrónica y semiconductores. Proyectos que obligarán a caminar juntos a españoles y portugueses para mejorar su influencia dentro y fuera de la Unión Europea.

Portugal ya no es percibido en España como el hermano pobre peninsular. La brecha entre las rentas per cápita de ambos países se ha ido reduciendo y el flujo de inversiones en una u otra dirección aumentando paulatinamente. Lo mismo acontece con el turismo en los dos sentidos y son muchos los españoles que eligen Portugal para sus vacaciones o visitas puntuales a sus ciudades monumentales. Esta fusión creciente de intereses y apetencias permite imaginar proyectos más ambiciosos como el Iberolux planteado meses atrás por el alcalde de Oporto, el independiente Rui Moreira. La idea es unir a España y Portugal en un nuevo ente al estilo del Benelux que fundió económicamente a Bélgica, Holanda y Luxemburgo.

La unidad ibérica ya fue reclamada por intelectuales como Unamuno y Ortega y Gasset a este lado de la frontera y Fernando Pessoa, Lobo Antunes o más recientemente José Saramago del lado portugués. La fuerza centrífuga de los nacionalismos hace ahora inimaginable en términos políticos la Unión Ibérica que ellos defendían, pero los intereses económicos sí favorecen una ruta en común gobierne quién gobierne en Madrid y Lisboa. Juntos somos más fuertes.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento