Cuando llegó a la Dirección General de Cine en 1982, con el primer gobierno de Felipe González, en ese gobierno no había ninguna mujer. Ni en el siguiente, ni en el siguiente, ni en el de más allá. Habría que esperar hasta 1988 para que fueran ministras Rosa Conde y Matilde Fernández, con el único antecedente de Soledad Becerril, titular de Cultura con Suárez. En el parlamento que salió de las urnas en octubre del 82 había tan solo 17 mujeres y… 333 hombres.

Conviene recordar estos datos para poner en el lugar que corresponde a Pilar Miró y reparar los fallos de memoria que los socialistas, con quienes tuvo sus responsabilidades públicas, manifiestan a la hora de reivindicar su figura histórica. Esa mujer, rodeada de hombres, contribuyó sobremanera al proceso de modernización que vivió España en los años 80. 

Primero como asesora de imagen de Felipe, a quien vino muy bien un barniz de cultura audiovisual y que alguien le abriera las puertas al mundo de los artistas e intelectuales, hasta entonces casi todos en la órbita del PCE. Años después como directora general de RTVE, que hubiera puesto patas arriba si no hubiera sido fusilada al amanecer por sus propios compañeros de viaje cuando solo llevaba dos años en el cargo. Entre una cosa y otra, la dirección general de Cine, donde, nada más llegar, convocó al periodista Enrique Herreros, buen conocedor de los entresijos de Hollywood.

-¿Cuánto vale un Óscar, Enrique?

-Esas cosas no son así, Pilar…

-No serán, pero exigen inversión y promoción. Vete a Los Ángeles y a por todas, que nos presentamos con Volver a empezar.

Herreros se fue a Los Ángeles, el Óscar fue para la película española y ahí, justamente ahí, empezó nuestro cine a sacar pecho en el mundo. Años antes de entrar en la Unión Europea una mujer daba lecciones a los varones gobernantes de cómo cuidar eso que nadie llamaba todavía Marca España. Pilar Miró es su nombre. Hoy se cumplen 25 años de su muerte.