Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El espectáculo que está dando Rocío Carrasco

En nuestras rarezas, está aquello que también nos hace únicos.
Rocío Carrasco, en 'En el nombre de Rocío'.
Rocío Carrasco, en 'En el nombre de Rocío'.
TELECINCO
Rocío Carrasco, en 'En el nombre de Rocío'.

Rocío Jurado no era una artista de venta de discos. Era una cantante de la interpretación en el escenario, su fenómeno fluyó de concierto en concierto, de plató a plató de televisión. El espectáculo era todo ella. Su voz. Su intensidad. Su identidad. Lo sabía, y lo cuidaba. Invertía en vestidos, pues entendía la puesta en escena como sello propio. Incluso no hacía caso a aquellos que criticaban su forma de hablar. En nuestras rarezas, está aquello que también nos hace únicos.

Recital a recital, programa a programa, la personalidad de Rocío Jurado propulsó su cualidades vocales. Rocío Carrasco no canta, nada, pero en En el nombre de Rocío se muestra digna heredera de la labia de su madre. Ya lo demostró cuando se abrió en canal en Rocío: contar la verdad para seguir viva. Aunque, ahora, en la segunda parte del documental, aquella niña rebelde que el sarcasmo nacional llamó Rociíto saca toda la madurez que lleva dentro. Hábil creando un lenguaje propio en emisión, clave para el triunfo en televisivo.

Sola en un estudio de televisión, Rocío Carrasco está más Rocío Jurado que nunca. Comparaciones odiosas aparte, la hija logra lo mismo que su madre: llenar un decorado vacío con un magnetismo que entona con seguridad frases dignas de culebrón. Perfectas para tuitear. 'Perro no come perro'. Como hacía su madre. Sin canciones, sí. Pero con mismo pedigrí dialéctico. Lo ha mamado en casa. Ella, y toda la familia.

En el nombre de Rocío está revestido de serie documental para darle más aire de acontecimiento mediático en tiempos de Netflix. Aunque de docuserie tiene poco. No hay recreaciones de lo que sucedió, no hay puzzle real de testimonios que compongan la historia con el rigor de la pluralidad de prismas. Simplemente es una entrevista desnuda que se va vistiendo de contexto con el archivo de vídeos de las tripas del corazón nacional. Para crear un ambiente más icónico, la protagonista está sentada en un legendario sofacito de la Jurado. Y ya está. Y funciona. Su verborrea emboba porque, al igual que cuando salía bajo los focos su madre, Rocío no está cantando, está interpretando. 

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