Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Roger Federer, Rafa Nadal y naturalizar las emociones

Al final, la imagen de Federer y Nadal agarrándose la mano no es tan única.
El tenista suizo Roger Federer jugó anoche su último partido como profesional. Junto a su compañero y amigo Rafa Nadal se llevó una derrota en la Laver Cup frente a Sock y Tiafoe pero también el cariño de sus compañeros y de todo el público, que le dedicó una gran ovación. El suizo de 41 años no pudo contener las lágrimas y se mostró muy emocionado agradeciendo el apoyo recibido durante toda su carrera.
El tenista suizo Roger Federer jugó anoche su último partido como profesional. Junto a su compañero y amigo Rafa Nadal se llevó una derrota en la Laver Cup frente a Sock y Tiafoe pero también el cariño de sus compañeros y de todo el público, que le dedicó una gran ovación. El suizo de 41 años no pudo contener las lágrimas y se mostró muy emocionado agradeciendo el apoyo recibido durante toda su carrera.
El tenista suizo Roger Federer jugó anoche su último partido como profesional. Junto a su compañero y amigo Rafa Nadal se llevó una derrota en la Laver Cup frente a Sock y Tiafoe pero también el cariño de sus compañeros y de todo el público, que le dedicó una gran ovación. El suizo de 41 años no pudo contener las lágrimas y se mostró muy emocionado agradeciendo el apoyo recibido durante toda su carrera.

Todavía nos chocan las manos entrelazadas de dos hombres deportistas. Lo atestigua la imagen de Roger Federer y Rafa Nadal compartiendo sus emociones. Incluso, rápidamente, se intentan apropiar de la estampa políticos para hablar de masculinidades sanas y tóxicas. Y, entonces, la fuerza natural de la imagen se corrompe por la incontinencia electoral. Así se construyen y, al minuto, se destruyen referentes.

No estamos acostumbrados a dos rivales acariciándose por el sentimiento. Desde pequeñitos, asistimos a una teatralización de las competiciones deportivas en donde los valores del trabajo en equipo se dejan atrás para recalcar vencedores y vencidos, fuertes y flojos, hombres y maricas. Como antagonistas. Como si no fueran todas estas palabras compatibles, que lo son. Algunos hasta se creen más rudos por quitarse la medalla de plata, cual deshonra al no alcanzar su expectativa. No es por testosterona, es cuestión de una educación social que estigmatiza a los que no se hacen los valientes, los héroes, los aguerridos. El lenguaje belicoso es contagioso. De hecho, visibilizar determinadas sensibilidades se sigue asociando a vulnerabilidad. Y simplemente es vivir.

Lo extraño sería que dos tenistas que han peleado por tantos trofeos no terminaran con lágrimas compartidas. Se podrán realizar profundos análisis sobre el momento, pero, en realidad, sólo es la continuación de lo que han hecho durante años y años en la pista de tenis: repatir juego, adrenalina, ilusión, complicidad y vida.

Al final, la imagen de Federer y Nadal agarrándose la mano no es tan única. Todos necesitamos tocarnos para sentirnos a salvo en el instante en el que te percatas que ya no hay marcha atrás. Y lo hacemos. Claro que lo hacemos. Federer y Nadal, también. No lo pueden disimular, porque esos sentimientos no se pueden disimular. No es una masculinidad nueva. Son dos compañeros, con sus recuerdos, motivaciones y miedos, que saben que las historias se acaban. Saben lo que van a echar de menos, pero no permiten dejar escapar los afectos que se quedan para siempre.

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