Entre la apatía y la desmovilización: los italianos afrontan la cita con las urnas en medio de un clima muy poco electoral

Giuseppe Conte se hace una foto con los asistentes a un acto de campaña.
Giuseppe Conte se hace una foto con los asistentes a un acto de campaña.
TWITTER / GIUSEPPE CONTE
Giuseppe Conte se hace una foto con los asistentes a un acto de campaña.

Si alguien camina de andén a andén en la Estación Central de Bolonia es probable que en las pantallas de publicidad se encuentre con la cara de Carlo Calenda, de Giorgia Meloni o de Giuseppe Conte. Si un grupo de amigos camina hacia la calle Andrea Palladio en Verona puede que se vea adelantado por un autobús con la imagen de Salvini o de Berlusconi en uno de los laterales, pero su presencia será mucho menor. Pero si alguien llega de paso a la Piazza Garibaldi en Parma no se encontrará ningún rostro de los candidatos a las elecciones italianas del domingo. Ni un cartel. Italia es un país que va a las urnas, pero lo hace con una mezcla de apatía, indiferencia y desmovilización.

En la calle, además, es muy raro que se escuchen conversaciones políticas salvo que se saque el tema voluntariamente. Sobre todo entre los jóvenes: son el grupo menos movilizado y se nota. La sensación en Italia, con el paso de la campaña, es que hay que militar en un partido para que te interese el camino hacia las urnas y de hecho los líderes han huido de los grandes actos para sustituirlos por mítines más íntimos o paseos por las diferentes ciudades, como en el caso de Enrico Letta. ¿Está Italia cansada de la política? Es muy probable. La figura que une las voluntades de los ciudadanos, que es la de Sergio Mattarella, tiene los días contados, y no solo por sus 81: después de las elecciones el actual presidente de la República se irá. Y qué queda entonces, se preguntan entre Spritz Aperol y alguna birra Moretti jóvenes acostumbrados a desenvolverse en ambientes multiculturales.

En las últimas elecciones de 2018, menos del 55% de los menores de 35 años acudieron a las urnas. Ahora podría repetirse ese desapego. El historiador de la Universidad Autónoma de Barcelona Steven Forti explica a 20minutos que hay "por un lado un notable cansancio en la población que además se ha encontrado con tener que ir a votar de forma anticipada con la caída de Draghi y además la campaña se ha desarrollado buena parte en verano, que eso tampoco ayuda". Y por otro, que se trata de un país "al que le cuesta encontrar gobiernos estables".

"No es una cosa nueva ese cansancio, pero en estas elecciones se nota todavía más", añade el historiador, quien recalca que según muchas encuestas "el número de abstencionistas va a batir cualquier récord en elecciones de ámbito nacional". En ese escenario cobra especial importancia el voto joven, que está quedándose en casa. "Son dinámicas que van más allá del caso italiano. El abstencionismo entre quienes tienen entre 18 y 24 años es muy alto en todos los países", esgrime Forti. Pero el análisis aquí es particular. "Entre los jóvenes se han dado algunas de las mayores movilizaciones a nivel mundial, como se ve con el feminismo o con el medio ambiente. No sé si es correcto hablar de apatía de los jóvenes o si es solo una parte mientras otra está muy concienciada", concluye.

El matiz, por lo tanto, es relevante. "Quizás haya que hablar más bien de una desconfianza hacia los partidos políticos y los sistemas, o la forma en la que funciona la democracia en la actualidad", prosigue, pero, asume que "esto no quiere decir que apuesten por escenarios autoritarios; piden más democracia, pero no ven que el método sea solo ir a votar. Es cierto que hay una alta abstención entre los jóvenes, pero no sé si podría hablar de apatía".

Salvo que el apego político sea muy firme casi nadie menciona a Giorgia Meloni y muy poco se habla ya de un Salvini que hace no tanto era una megaestrella mediática y política. El norte de Italia es la parcela de voto que se disputan Fratelli y la Lega, en unos enclaves, eso sí, en los que Forza Italia da los últimos coletazos. En Parma, por ejemplo, una de las sedes del partido colinda con una pizzería y resulta llamativo pasar por delante a la hora de la cena y ver a un grupo de personas agolpadas en la puerta. En un primer momento se entiende que están esperando mesa en el restaurante, pero al preguntar uno puede descubrir que no, que en realidad son todavía tifossi de Il Cavaliere, aunque cada vez menos enfervorecidos. Los años pasan también para Silvio Berlusconi.

El partido más importante, visto lo visto, no se juega en la calle, sino que va de 'me gusta', va de redes sociales. Va de subir la foto correcta o el vídeo que piden los votantes. Va de parecer cercano, hablar de fútbol al otro lado de la pantalla o decirle al tendero que sus canoli son los mejores. En esa esfera se ha dado casi la totalidad de la campaña. Una realidad aumentada frente a la realidad de la calle, que los políticos italianos han decidido dejar para un día a día inalterado por las urnas. Por ejemplo, todos los candidatos saltaron casi a la vez a TikTok. Publicado uno, publicados todos. Y a competir. Meloni ganó en likes, Renzi charló sobre deporte y Berlusconi demostró estar más cómodo en sus tiempos de televisión que mirando a un móvil.

"Hay dos o tres Italias de cara al domingo"

En Italia hay una importante brecha entre el norte y el sur. Son dos países diferentes. Forti comenta que "hay dos o tres Italias de cara al domingo". La fractura norte-sur es algo que el país lleva consigo desde hace siglo y medio. "Tiene que ver con unas fuertes diferencias en niveles de rentas, más allá del pasado de esos territorios. Las divergencias son fundamentalmente socioeconómicas, y el Estado no ha querido o no ha podido resolverlo con el paso de los años", rememora el historiador. Y da una de las claves de esto: "El norte de Italia está en la llamada banana europea, con las zonas más productivas. Y el sur está en el otro lado".

Esas dinámicas tienen consecuencias de tipo político. "Si miras los datos en 2018, Salvini consiguió la mayoría de los escaños en el centro-norte. Y en cambio, de Roma hacia abajo fue una mancha amarilla por el color del M5S. Hay diferentes culturas políticas y eso tiene mucho que ver con las propuestas económicas", argumenta Forti sobre una de las variables más relevantes que habrá que tener en cuenta ante los comicios.

Ha habido un proceso largo de legitimación y de normalización. Buena parte de la población italiana ya no los considera extremistas o peligrosos

¿Y Meloni? Que un partido posfascista como Fratelli D'Italia sea muy favorito en los sondeos ya se asume con cierta normalidad. El historiador, sobre esto, considera que esto "se explica mirando los últimos 30 años de política italiana". La normalización de esas formaciones empezó a darse "en los noventa y después con la entrada en el Gobierno de Berlusconi tanto del Movimiento Social Italiano como de la Lega Nord. La derecha que se definía liberal abría las puertas siempre a la extrema derecha". A partir de 1994, cada vez que Berlusconi volvía al Gobierno lo hacía con Fini y Bossi -líderes de ambos partidos- y a nivel regional estos partidos han gobernado en las últimas décadas. "Ha habido un proceso largo de legitimación y de normalización. Buena parte de la población italiana ya no los considera extremistas o peligrosos", expresa Forti. Los votantes pueden pensar una cosa: "No han instaurado una dictadura, no son fascistas".

Hay otro factor, dice, que es "la banalización del fascismo", que se da sobre todo, en palabras del historiador, "a partir del fin de la Primera República bajo la idea de que Mussolini también hizo cosas buenas", algo a lo que se sumó el propio Berlusconi en su momento. "Todo este proceso es como una suerte de gota malaya que ha ido marcando desde 1994 la conciencia de los italianos: ahora se recogen los frutos", termina.

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