Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Diada separatista, divorcio por la base

El presidente de Cataluña, Pere Aragonès, en la Diada de 2021
El presidente de Cataluña, Pere Aragonès, en la Diada de 2021
Europa Press
El presidente de Cataluña, Pere Aragonès, en la Diada de 2021

El Gobierno de la Generalitat, formalmente independentista, presidido por el republicano Pere Aragonès, en coalición con Junts, el partido de Carles Puigdemont, es acusado de traidor por la Asamblea Nacional Catalana (ANC). La entidad que entre 2012 y 2017 logró convocar a centenares de miles de personas, hoy a duras penas puede disimular la escasa movilización de sus bases. La manifestación que ha convocado para esta Diada, que años atrás era todo un acontecimiento social y mediático, va dirigida principalmente contra el Ejecutivo catalán, al que acusa de no hacer nada para implantar el "mandato" del 1 de octubre. Aragonès ha anunciado que no asistirá por primera vez a la manifestación del 11 de septiembre, pues no sería "coherente", ya que la cita va en contra de los partidos independentistas y las instituciones de la Generalitat, "y no en contra del Estado español", ha declarado. Con ello, ERC rompe definitivamente con la ANC, entidad que siempre ha estado bastante más cerca de la órbita convergente y ahora de Junts.

Entre tanto, en ERC hacen oídos sordos al ultimátum hace unos días lanzado por el secretario general de Junts, Jordi Turull, de romper el Govern si en el plazo de un mes no se crea una dirección estratégica del independentismo, los republicanos no rompen la mesa de diálogo con el Gobierno español y empiezan a operar con Junts en el Congreso. La amenaza es poco creíble porque los herederos de CDC enviarían al paro a 300 cargos públicos y, a ocho meses de las municipales, eso podría acelerar la decadencia de la formación, que sigue sin un liderazgo claro y una línea ideológica reconocible. En realidad, el comportamiento de una parte de Junts, encabezada por Laura Borràs, que junto a Puigdemont es su figura más conocida, es más propio de una secta. Las encuestas indican un paulatino descenso de esta formación en beneficio de ERC, de manera que cualquier paso en falso, como sería la salida del Govern, o peor aún, una escisión entre pragmáticos y recalcitrantes, podría condenar antes de tiempo a Junts, cuyo futuro se juega en las próximas municipales.

Hoy el independentismo sigue lamiéndose las heridas, aunque con el consuelo de retener el inmenso poder de la Generalitat

Este mes hace una década del inicio del proceso soberanista y cinco años ya de la intentona separatista que acabó en un ridículo descomunal. Los días 6 y 7 de septiembre de 2017, la mayoría independentista aprobó las leyes de desconexión en unas sesiones parlamentarias que evidenciaron el carácter autoritario de su propuesta. Al final, todo fue una gran mentira, pero el daño para el prestigio de las instituciones catalanas fue inmenso. Hoy el independentismo sigue lamiéndose las heridas, aunque con el consuelo de retener el inmenso poder de la Generalitat, mientras el divorcio por la base sigue ensanchándose.

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