Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La tele que polemiza sobre todo y sobre nada: la información-estribillo

Los gritos suelen esconder que no hay nada que decir.
José Ortega Cano, en 'Socialité'.
José Ortega Cano, en 'Socialité'.
TELECINCO
José Ortega Cano, en 'Socialité'.

Se terminó el verano. Ha vuelto Got Talent, ha regresado El Hormiguero con un espectáculo de drones sobre la calle Alcalá de Madrid e incluso Telecinco prueba un nuevo formato de tele-realidad llamado 'Pesadilla en el paraíso'. Aunque en estos meses de vacaciones no se ha notado demasiado la diferencia en la programación diurna de las cadenas: los programas de actualidad no han parado en julio y agosto. Los canales tradicionales ya no rompen con la rutina como antaño. Los debates de política, de sucesos y de corazón continúan fieles a sus habituales choques de argumentarios. 

No hay tregua del debate sin fin que nos envuelve. Ni en la playa. Lo vemos constantemente en Twitter, aunque también en la televisión clásica donde se sigue, en el periodo estival, apostando por las mismas tertulias con polemistas que tampoco descansan de micrófono en agosto. Será que sentirse influyente engancha. Hay que opinar de todo, todo el rato. 

Lejos quedan aquellos tiempos en los que los niños tomaban el mando a distancia cuando llegaban sus vacaciones escolares y a los mandamases de la tele no les quedaba más remedio de parar la emisión de sus magacines. Para tener audiencia y ser competitivos, había que ganarse a los más jóvenes de la casa. Ahora, los pequeños consumen otro tipo de pantallas y, como consecuencia, la rueda de programas diarios de las cadenas generalistas no puede bajar el telón en julio y agosto. Hay que aguantar la conexión con la ventana del trepidante directo. 

Sin embargo, el flujo político sí decae en verano y queda más en evidencia el lado más cutre de la lucha de las audiencias. Sobre todo porque cualquier vicisitud termina debatiéndose como trascendente, histórica y decisiva. Esta táctica es rutinaria en los programas del corazón, que estas semanas se han centrado en perseguir  a Ortega Cano para ver si se enfada y, así, poder tener alguna desquiciante imagen que comentar en el culebrón diario. Lo perturbador es cuando los propios espacios de actualidad repiten técnicas de la polémica simplificada del reality-show y, al final, terminan polemizando sobre el drama de cómo hacer cubitos de hielo o la tragedia de apagarse unas horas la luz de los escaparates. 

Si se desvirtúa la capacidad de jerarquizar entre crucial y banal, se devalúa la credibilidad de los medios tradicionales, de los que se espera un plus de perspectiva, elaboración y creatividad. Porque para debatir con la fe ciega más cuadriculada, exaltada y demagógica probablemente ya está Twitter. O TikTok, en donde se puede discutir sobre un cubito de hielo mientras bailas. Vivimos entre eslóganes pegajosos, es tiempo de la noticia-estribillo. La que crispa mucho, informa poco.

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