Son tantas las amenazas que se ciernen sobre este incierto otoño que, más miedo que pena, da abandonar los calurosos días de agosto que acabamos de dejar atrás, aunque tampoco estuvieron faltos de sobresaltos y contratiempos.

Cierto que este año todo estaba carísimo y llenísimo que, por extraño que parezca, una cosa no impedía la otra, pero, con menos dinero y más ganas de consumir que nunca, cada uno intentó cuadrar la ecuación veraniega como pudo y aplicar el carpe diem que, aunque ya nadie estudia latín, todos saben lo que significa.

Los incendios que arrasaron, un año más, casas, campos, pueblos y montes de nuestra geografía llenaron páginas de periódicos y minutos televisivos. Las noticias de la estancada guerra de Ucrania, que ya ha cumplido seis meses con su dramática suma de destrucción y muerte, seguían apareciendo en todos los medios, pero agosto parece mirar siempre con otros ojos el lado amargo de la vida.

Este año tocará quemar todo lo que pueda arder para poder calentarnos

Y aquí estamos de nuevo poniendo el despertador y guardando los trajes de baño, que como dice una amiga, algo exagerada ella, es acabar el verano y ya empieza a oler a turrón, y vamos a pasar, sin darnos cuenta, de la escasez de cubitos de hielo al acopio de leña, aunque no tengas chimenea, porque este año tocará quemar todo lo que pueda arder para poder calentarnos.