El MNAC reúne en una exposición las pinturas de Carracci para la capilla Herrera

  • Fueron arrancadas y quedaron dispersas en 1833 tras ser enviadas a España.
Conjunto mural reunido del pintor italiano Annibale Carracci para la capilla Herrera de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma.
Conjunto mural reunido del pintor italiano Annibale Carracci para la capilla Herrera de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma.
MNAC
Conjunto mural reunido del pintor italiano Annibale Carracci para la capilla Herrera de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma.

El MNAC reúne en una exposición las pinturas realizadas por el pintor italiano Annibale Carracci para la capilla Herrera, en la iglesia de Santiago de los Españoles, en Roma, que fueron arrancadas y quedaron dispersas en 1833 tras ser enviadas a España.

Siete de aquellos fragmentos fueron depositados en el Museo del Prado y otros nueve en la Real Academia de Belles Arts de Sant Jordi, actualmente integrando la colección del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).

Las pinturas que conserva el MNAC fueron restauradas en diferentes campañas desde 1992 y la reciente restauración de los fragmentos que conserva el Prado ha permitido finalmente que los dos museos puedan abordar juntos su exposición y estudio y, en colaboración con la Galeria Barberini, mostrarlo también en Roma.

La exposición, que procede del museo madrileño, se podrá contemplar en Barcelona del 8 de julio al 9 de octubre, y permite ahora recorrer las diferentes alturas de la capilla y recrea su decoración.

El visitante puede observar las 9 pinturas murales depositadas en el MNAC: las dos que se situaban en el exterior por encima del acceso a la capilla, "Asunción de la Virgen" y "Apóstoles alrededor del sepulcro vacío de la Virgen"; y otras cuatro, arrancadas de las paredes laterales del interior, la "Predicación de san Diego", la "Curación de un joven ciego", la "Aparición de San Diego en su sepulcro" y el "Milagro de las rosas".

Además el MNAC cuenta con otras tres pinturas al fresco que representan al "Padre Eterno", extraído del cierre semiesférico de la linterna, a "San Pedro" y "San Pablo", santos que flanqueaban el cuadro del altar en el muro testero de la capilla.

El conjunto del Prado está formado por siete frescos: Los primeros son los cuatro trapecios que decoraban la bóveda de la capilla y que narran asuntos relativos a la vida del santo protagonista: "San Diego recibe limosna", la "Refacción milagrosa", "San Diego salva al muchacho dormido en el horno" y "San Diego recibe el hábito franciscano".

La iglesia de Santiago de los Españoles fue desde mediados del siglo XVI hasta el XVIII uno de los lugares de mayor importancia religiosa, simbólica y representativa de la monarquía española en Roma

Además, el Prado posee tres de los óvalos que se situaban en las pechinas: "San Lorenzo", "San Francisco" y "Santiago el Mayor".

Junto a estas pinturas se exponen dibujos relacionados, estampas que reproducen los fragmentos perdidos y libros de exequias de los reyes de España donde se reproduce el interior de la iglesia.

La iglesia de Santiago de los Españoles fue desde mediados del siglo XVI hasta el XVIII, cuando comenzó su decadencia, uno de los lugares de mayor importancia religiosa, simbólica y representativa de la monarquía española en Roma.

A comienzos del siglo XVII el banquero palentino Juan Enríquez de Herrera (h. 1539-1610) mandó construir en esa iglesia una capilla dedicada a San Diego de Alcalá, monje franciscano del siglo XV elevado a los altares en 1588 y a quien Herrera había rogado por la sanación de su hijo enfermo.

La pintura al fresco fue confiada Annibale Carracci (1560-1609), quien venía de decorar con gran éxito la galería del palacio Farnese.

Carracci contó desde el inicio con la ayuda de uno de los pintores de su círculo, Francesco Albani (1578-1660), colaboración que se vio alterada a finales de 1604 o principios de 1605 por una grave enfermedad del maestro, que le impidió continuar su trabajo.

A partir de entonces, fue Albani quien, bajo la supervisión de Carracci, se encargó de la dirección de la pintura.

En 1833, y como consecuencia del deterioro de la iglesia, se encomendó a Pellegrino Succi el arranque de los frescos; y el escultor Antonio Solá dirigió toda la operación y, finalmente, en 1850, consiguió embarcar dieciséis pinturas en el puerto de Civitavecchia con dirección a Barcelona.

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