Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La locura de 'Ya son las ocho' de Sonsoles Ónega

Sonsoles Ónica en 'Ya son las ocho'
Sonsoles Ónica en 'Ya son las ocho'
Mediaset
Sonsoles Ónica en 'Ya son las ocho'

En Telecinco explotan tanto los mismos decorados que los equipos de realización de la cadena tiran de creatividad para que los escenarios no sean monótonos en el ojo del público. O, al menos, intentarlo. El plató de Sálvame y el plató de Supervivientes son compartidos por multitud de programas. 

Antaño, sólo se salvaba de esta sobreexposición el estudio de El programa de Ana Rosa. Siempre tan bien iluminado y con un sofá de tapizado cuidado. Hasta que llegó Ya es mediodía y, después, en la tarde, Ya son las ocho. Desde entonces, incluso el hogar televisivo de Ana Rosa Quintana se exprime sin tregua. No se disimula, pero hay que diferenciar el tono entre diferentes programas para que el canal no se asocie con repetitivo.

Si las polémicas a comentar suelen ser idénticas en Telecinco, los decorados también son los mismos. Así que los realizadores del canal intentan no aburrirse ni aburrir al espectador trasteando con la imagen. Acertado fue en Ya es mediodía incorporar la pantalla partida en diferentes señales de vídeo para ver en directo a todos los contertulios a la vez. Aunque no estén hablando. De esta forma, la audiencia capta las reacciones de cada uno de los participantes del debate y, a la vez, el espacio se diferencia de otras tertulias de una cadena que es todo el rato tertulia.

Pero llegó 'Ya son las 8' y, de nuevo, la misma mesa de Ana Rosa Quintana. Se puede cambiar un poco la luz del estudio, se puede dar la vuelta a algún panel del fondo de la escenografía. Pero sigue siendo la misma mesa. De repente, se optó por colar un chroma verde detrás de la presentadora Sonsoles Ónega. Un chroma es un viejo recurso de la televisión: pared verde que facilita sobreimpresionar las imágenes que quieras desde el control de realización. Cuando no había grandes pantallas de leds ni realidad aumentada, este recurso servía a realizadores legendarios como Valerio Lazarov para lograr fantasiosas puestas en escena que no creaban indiferencia. En un chroma (casi) todo era posible.

Ahora, se ve más cutre. Pero cumple su función. ¿No hay tiempo o dinero para alquilar una pantalla? Pues se tira de la pared verde para enriquecer lo que cuenta Sonsoles y, de paso, despertar comentarios sobre un espacio que comparte franja horaria con el rompe-audiencias Pasapalabra y que no sabe qué contar nuevo a esa hora de la tarde cuando en Telecinco ya han hablado de todos los temas multitud de veces. Al menos, vestir los temas de otra manera. 

El último cambio estético de Ya son las ocho ha sido colocar un sofá en el que se sientan aquellos protagonistas que van a contar sus historias al plató. Quizá para favorecer más cercanía, quizá para dejar descansar un rato a la mesa de Ana Rosa que demasiados debates ya soporta cada día. Sin embargo, de fondo, sigue empantallada la proyección histriónica que también aparecía en el chroma. La imagen de fondo de Ya son las 8 intenta transmitir que es un show refrescante, desenfadado, desengrasante y con ese punto de 'quedada' nocturna a esa hora de la tarde. Así, este vídeo de fondo, remite a una especie de caleidoscopio festivo para retener la atención del ojo del espectador con tanto movimiento. Sin embargo, descoloca. No se entiende la motivación para que irrumpa tal grafismo. Se ve de otro tiempo. Porque la imagen remite más a estridente locura que a confianza. Y un programa de hablar debe potenciar la confianza. También con los diseños que lo decoran. Gajes de tener que improvisar, porque ya no se invierte en la escenografía. Y la televisión no sólo es contenido, para trascender también se debe mimar el continente que dibuja mejor o peor la historia a contar. 

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