Chistes sobre la OTAN, sobre las violaciones y hasta de la masacre de Irpin: la comedia busca los límites del humor en los búnkeres de Kiev

Una intervención del 'Stand up in the bunker'
Una intervención del 'Stand up in the bunker'
CEDIDA
Una intervención del 'Stand up in the bunker'

Entras en un patio céntrico de Kiev, atraviesas una puerta sin símbolos y estás en un sótano. La dura batalla continúa en Donbás, pero aquí, en este búnker, se escuchan risas y charlas despreocupadas. El ambiente es tranquilo y la luz, tenue. Solo una bandera de Ucrania decora la sala y al fondo se yergue un micrófono. En la barra —que en el período de ley seca servía solo agua— se sientan los monologuistas a repasar apuntes.

Podría parecer la nueva temporada de La maravillosa Señora Maisel, pero los monólogos son ahora peculiares. Hablan de la guerra. La entrada es gratuita. El presentador grita el número de cuenta donde se pueden enviar donaciones, un dinero que se destinará a la necesidad de los refugiados, del ejército ucraniano o de los animales que han sufrido en esta guerra.

Aquí se escuchan bromas de todo tipo. Bromas sobre el envío de armas de la OTAN (que no han llegado todavía). Sobre los pavos entrenados como arma biológica (un bulo de la propaganda rusa). Sobre los voluntarios ucranianos que pueden conseguir hasta un unicornio si el ejército dice que lo necesita para combatir a los rusos. Incluso sobre Irpin o sobre violaciones. Estos últimos, sin embargo, no hacen gracia al público y parece que cruzan alguna línea roja invisible, pero bien marcada.

La barra en uno de los búnkeres donde se hace comedia
La barra en uno de los búnkeres donde se hace comedia
Olha Kosova

El proyecto Stand Up en el bunker de los monologuistas en Kiev sigue funcionando igual que muchos otros en ciudades como Járkov, Sumy y Leópolis. Su éxito demuestra que para el humor hay sitio, incluso en la guerra. Sergiy Lipko, monologuista y escenarista del canal de noticias humorísticas Telebachennya Toronto (Televisión Toronto), cuenta a la gente su experiencia como miliciano. Intentó varias veces alistarse en el Ejército pero fracasó porque la cola era enorme. Su historia en Instagram contando sus peripecias recibió tanto apoyo que los medios le elevaron a la categoría de "héroe famoso".

Sergiy, en su monólogo, dice que se moría de vergüenza por estar tirado en casa tranquilamente mientras en su Instagram le escribían mensajes tipo "¡Sergiy, que su ángel de la guardia le proteja!" o "¡Es un gran honor morir por la patria!". El público se parte de risa. Luego relata que ya está alistado y escribe sus chistes desde las trincheras porque el humor tiene "un efecto terapéutico" para la gente. "Bromear sobre los pensamientos, miedos y preocupaciones de la gente permite empequeñecer sus temores. Compartimos su situación, pero sin perder el optimismo y diciéndoles que todo saldrá bien”, comenta Sergiy. 

"Espero que ganemos la guerra y que luego Putin salga a decir que solo había sido un entrenamiento". Así abre su monólogo Anton, otro cómico. Su postura es no bromear sobre la guerra, más bien sobre su vida, su familia y su percepción de lo sucede. "El día más difícil para la comedia fue cuando se descubrieron las atrocidades en Bucha e Irpin. Pensamos cancelar el show, pero al final lo hicimos y ayudó a la gente a superar aquella tragedia".

Además de Stand Up en el bunker, los monologuistas tienen un canal en YouTube en el que comentan noticias sobre Ucrania. Antes de la guerra este escenario lo copaba el contenido de los monologuistas rusos. Ahora, durante el conflicto, el humor ucraniano gana la batalla de la popularidad de la comedia online a la propaganda rusa que usaba YouTube como una herramienta poderosa para crear la ilusión de la cercanía y "hermandad" entre ambos países.

Una intervención del 'Stand up in the bunker'
Una intervención del 'Stand up in the bunker'
OLHA KOSOVA

Nurlan Saburov, un famoso monologuista ruso y presentador del show online "¿Y qué pasó después?" fue criticado abiertamente por los ucranianos al inicio de la guerra porque, como la mayoría de los artistas rusos, no condenó la invasión de Putin. Durante una de sus actuaciones, una joven ucraniana subió al escenario con ropa blanca teñida de rojo. "¿Y esa que tiene? ¿La regla?", dijo Saburov. Su comentario provocó una ola de rechazo de sus fans ucranianos. Muchos se sintieron traicionados.

Los expertos califican el entretenimiento como una forma de propaganda sutil y discreta. Uno de los vídeos de "¿Y qué pasó después?" alcanza los 66 millones de visualizaciones: salen cuatro monologuistas con un famoso que les cuenta una anécdota divertida de su vida y, mientras cuenta la historia, los anfitriones le dedican chistes humillantes, incluso crueles... y al final son ellos los que tienen que adivinar el final de la anécdota.

YouTube se ha convertido en una alternativa de la televisión (más dominada por la propaganda) por sus bromas al límite de lo permitido. Allí los shows no son sólo un streamer delante de una pared blanca y con un aro de luz. La producción es cara incluso para los no profesionales: hay guionistas, hay grafismos y hay un plató. Pero al investigar lo que hay detrás de estos programas, se hallan lazos con la televisión y (en algunos casos) el gobierno ruso; la productora de "¿Y qué pasó después?" pertenece a Vyacheslav Dusmujamentov, productor jefe de la cadena federal TNT.

Según Olexandra Tsejanovska, experta en desinformación y responsable de investigación de Ukraine Crisis Media Center, desde 2014 el contenido humorístico ruso por Internet aumenta drásticamente. La influencia del Kremlin en la red no es tan potente. "Esto favorece un acercamiento cultural ucraniano y ruso como pueblos cercanos, y un crecimiento de la tolerancia hacia el imperialismo oculto que caracteriza la cultura rusa”.

Los cómicos rusos piensan que si esperan, volverá la normalidad. Pero no volverá. No habrá audiencia ucraniana para ellos

La audiencia ucraniana esperaba que los influencers y cómicos rusos condenaran la guerra, proyectaran la realidad ucraniana y concienciaran a Rusia. "Teníamos las impresión de que eran 'los nuestros' y esperábamos una reacción humana a las atrocidades de la Federación Rusa. Ahora la mayoría de ucranianos tienen claro que no lo harán. Por eso han dejado de ser 'los nuestros', nunca lo habían sido", explica Olexandra.

Antón incide por su parte en que el silencio de los cómicos rusos es un apoyo a Rusia. "Esa gente ha hecho su elección y lo que les espera es la migración junto con sus familiares. No es un momento para callar. Ellos piensan que si esperan un poco, volverá la normalidad. Pero no volverá. No habrá audiencia ucraniana para ellos".

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