Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La emoción del fútbol y su contraindicación para el éxito televisivo

Los jugadores del Real Madrid celebran la victoria.
Los jugadores del Real Madrid celebran la victoria.
EFE
Los jugadores del Real Madrid celebran la victoria.

Televisión Española está volviendo a invertir en grandes competiciones deportivas como salvavidas de una primera cadena, que sufre sus peores momentos de audiencia en todas las franjas horarias. Su programación no cuenta con identificables programas diarios con la autoría suficiente para ser referentes e influyentes.  Sólo los grandes eventos de tradición social como Eurovisión o el fútbol recuperan las grandes cuotas de pantalla en La 1. 

Sin embargo, el fútbol cuenta con una gran contraindicación para una cadena de televisión. De ahí que las cadenas privadas en abierto rechacen determinadas inversiones en competiciones deportivas. Son muy costosas económicamente y no fidelizan espectadores: el público millonario que moviliza una final como la de la Champions se esfuma en el mismo momento en el que acaba el partido. Es una audiencia que no se queda en el canal, ni siquiera interioriza en qué canal lo está viendo.

Como consecuencia, hacerse con derechos deportivos en exceso puede hipotecar el resto de la programación del canal, dejando a la cadena sin margen de maniobra presupuestario para invertir en una parrilla con programas y series propias que se identifiquen con la emisora en el largo recorrido y, así, logren crear una comunidad de espectadores fieles, ya que tales inversiones se asocian a la producción propia de la cadena y transmiten un aporte social.  Nada que ver con el fútbol que sólo representa a sus equipos.

Algunas cadenas pujan por los derechos deportivos como mal menor. Mejor hacerse con los derechos de emisión para que no los tenga el rival. En este caso, lo inteligente es impregnar todo el canal de valores positivos de la competición para que el público futbolero (y no futbolero) se identifique, empatice y, por tanto, conecte con la imagen global de la cadena. Lo hizo Cuatro,  cuando era muy joven y todavía no era propiedad de Mediaset. Entonces, colaron un gol a una recién nacida La Sexta que, a pesar de haber comprado los derechos de Mundial de Fútbol de 2006, tuvo que compartir las emisiones con Cuatro porque su señal no llegaba a toda la península.

Y Cuatro se tiró a la calle para acercarse a la afición. Lo logró con una creatividad colosal e instalando un plató exterior en la Plaza de Colón de Madrid, que se convertiría en el gran símbolo de La Roja. La buena televisión es la que crea iconografía propia, Cuatro lo consiguió. Todo un acontecimiento sin precedentes que rematarían, después, con la Eurocopa y el “¡PODEMOS!” como eslogan televisivo que, más tarde, calcó un partido político.

Fue, sin duda, una de las mejores campañas de promoción de la historia de la televisión en España: trasladando el fenómeno movilizador del fútbol a la imagen de Cuatro, al implicar a presentadores, colaboradores y elementos visuales de continuidad del canal. Así se reinventó el balompié como espectáculo dinamizador de una programación más allá de los propios partidos. Cuatro aprovechó la oportunidad con ingenio. Hasta las cortinillas de paso a publicidad iban marcando estados de ánimo según España ganaba o perdía. El canal aprovechó el tirón de una edad de oro del fútbol español. Aún así, el tiempo demostró que el fútbol no fortalece las cadenas en el medio o largo plazo, sólo es un regalo tan instantáneo como efímero. Porque la inversión y la audiencia se esfuma tan rápido como el árbitro pita el final del partido. Y si te he sintonizado, no me acuerdo.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento