La guerra de Ucrania ha despertado los temores más graves. Muchas personas preguntan si existe el peligro de que se convierta en la Tercera Guerra Mundial. Y la respuesta es que ya empezó. No escuchamos los cañonazos –solo los ucranianos que no cesan de contar muertos y destrozos–, pero, sin víctimas, la estamos sufriendo todos. Las guerras han evolucionado y podría decirse que se han multiplicado: al margen de las que protagonizan las armas, hay otras que, como estamos viendo, las sufre la humanidad entera. Basta echar un vistazo a los medios y visitar los supermercados para comprobarlo con cifras y consecuencias. El impacto en la economía mundial, y de rebote en las economías domésticas, que está causando es enorme.

Bastaron los primeros enfrentamientos bélicos entre Ucrania y Rusia para que la desestabilización se produjese y se fuera extendiendo por los cinco continentes, especialmente el europeo. Estábamos empezando a ilusionarnos con la incipiente recuperación de los dos años de pandemia, y todos los avances y proyectos prometedores se han venido abajo.

Vemos las cifras que resumen la evolución de la economía española para comprobarlo. Es solo una muestra. La caída de los indicadores económicos no afecta solo a España. La nueva crisis que se está abriendo, facilitada por la prometedora globalización –todo hay que decirlo–, afecta a la inmensa mayor parte de los países, empezando por los más poderosos.

EEUU, Alemania o Francia encabezan los rankings de inflación o descenso de los PIB que indirectamente la guerra está causando. Y más que causará cada día que el enfrentamiento armado se prolongue. No hace falta esperar aviones enemigos sobrevolando. La guerra la estamos sufriendo ya y las perspectivas de una recuperación futura son poco optimistas.