Un barbero solidario corta el pelo gratis a niños ucranianos refugiados: "No puedo ayudar con dinero, pero sí con mi tiempo"

  • "Mi hijo está feliz porque en Ucrania solía acompañar a su padre semanalmente a la barbería", cuenta una madre.
  • En Cataluña hay más de 19.000 refugiados ucranianos, de los que más de 3.000 son niños que se han escolarizado.
Sergey, el barbero, con su cliente Maksym, refugiado ucraniano en Barcelona.
Sergey, el barbero, con su cliente Maksym, refugiado ucraniano en Barcelona.
MIQUEL TAVERNA
Sergey, el barbero, con su cliente Maksym, refugiado ucraniano en Barcelona.
Momentos en la barbería gratuita para niños ucranianos refugiados.

Son las 10 de la mañana, Sergey Zloteskov acaba de levantar la persiana de la barbería con estética americana retro que regenta en la calle Buenos Aires de Barcelona, y está nervioso. No aparta los ojos ni los dedos de su teléfono móvil: intenta confirmar sin éxito las citas de la jornada. Es lunes, el día que antes tenía libre este barbero con bigote inglés, pero que ahora dedica a cortar el pelo gratis a niños ucranianos refugiados. Se queja de la informalidad de ciertos clientes, de que algunos no se presentan, de que no respetan su tiempo. "No pasa solo con los ucranianos, sino con todos", aclara. Sin embargo, eso no le quita las ganas de seguir con la solidaridad.

Cuando atiende al primer niño que llega con su madre, Sergey deja de refunfuñar y olvida lo malo. Ella es Ksenia Ihonina, de 28 años, y el pequeño, Andrii, de seis. La madre cuenta que su hijo está "feliz" de encontrarse en la barbería, porque en Ucrania acostumbraba a acompañar semanalmente a su padre, que se ha tenido que quedar allí, en la guerra. Además, dice que se sienten "como en casa", porque pueden hablar su idioma. Y es que aunque el barbero nació en Moldavia hace 48 años, vivió 24 en Ucrania, la tierra de su mujer. "En 2019 nos trasladamos a Barcelona porque queríamos cambiar de vida y porque aquí hay más sol y menos depresión y todo es más tranquilo", explica.

Andrii y su madre, en la barbería de Sergey.
Andrii y su madre, en la barbería de Sergey.
MIQUEL TAVERNA

"Yo quería hacer cosas buenas, porque cuando las haces, en tu vida entran más cosas buenas", cuenta Sergey, que con esta filosofía, al llegar a la capital catalana, se puso algunas veces a cortar el pelo gratis a niños extranjeros enfermos que habían viajado para someterse a tratamiento. Cuando estalló la guerra en Ucrania el pasado febrero, empezó con los pequeños refugiados, tras publicar un anuncio en un canal de Telegram de rusoparlantes. "No puedo ayudar con dinero, pero sí con mi tiempo. Si todos hacemos un poquito, se cambia este mundo", dice.

Y no se conforma con ser solidario a través de la barbería. En pocos días acogerá en su casa a la hija de una amiga suya que no puede dejar Ucrania por razones de trabajo. Una niña del mismo país que Andrii, que no para de sonreír mientras le cortan el pelo. Ataviado con la capa que le ha puesto el barbero y sin dejar de mirarse al espejo, explica que aún no ha visto mucho Barcelona porque casi siempre están "en el hotel" -el alojamiento de emergencia que les han proporcionado- o en "un parque de al lado". "El otro día vi allí seis cotorras", cuenta sorprendido, pues son aves poco habituales en su país. De momento, lo que más le gusta de la ciudad es "ir en autobús".

Sergey, el barbero, le corta el pelo gratis a Andrii, de Ucrania.
Sergey, el barbero, le corta el pelo gratis a Andrii, de Ucrania.
MIQUEL TAVERNA

Su madre, Ksenia, es una de las 19.072 personas ucranianas refugiadas en Cataluña –según datos de la Generalitat del 21 de abril–, una comunidad que ya ha empezado a derivar a otras partes de España a las que llegan, ante unos recursos limitados para que puedan “vivir dignamente”, justificaron desde el Govern. Para ella, es “muy difícil” sobrellevar que toda su familia, su pareja incluida, esté en Ucrania, un país en guerra, y también para su hijo, afirma. Afortunadamente, señala, es un niño, y “aunque a veces quiere hacer las maletas y volver a su país, otras está contento con un helado”. Ksenia está pendiente de informarse para saber lo que hay que hacer para inscribirlo en una escuela en Cataluña, territorio donde ya han sido escolarizados más de 3.000 menores refugiados ucranianos, según datos de la Generalitat. Andrii, de todos modos, no está seguro de si prefiere ir al cole o no. “Tengo que empezar primaria y no sé si me va a gustar”, dice.

La barbería, desde fuera.
La barbería, desde fuera.
MIQUEL TAVERNA

Cuenta Ksenia que tardaron tres semanas en llegar a Barcelona, pues tuvieron que recorrer distintos países ante las dificultades para salir de Ucrania y encontrar plazas en los transportes. Fueron en autobús desde allí a Rumanía y luego en avión de Rumanía a Holanda y de Holanda a la capital catalana. “Elegí Barcelona porque tengo una conocida aquí que me puede ayudar, porque hay buen clima y no tienes que comprar mucha ropa y por el mar, porque me recuerda a Odesa, donde vivía”, apunta.

Andrii, con otra de las empleadas en la barbería.
Andrii, con otra de las empleadas en la barbería.
MIQUEL TAVERNA

En Ucrania trabajaba en una floristería, pero de momento, no le preocupa encontrar empleo, porque está embarazada y sale de cuentas en junio, pero sí una vivienda, algo que ve complicado. “Hay condiciones como presentar nóminas, y a veces, pagar un año por adelantado”, lamenta. Afirma que en el hotel están “cómodos”, pero “nunca sabes si un día te van a decir que te tienes que ir”, porque los establecimientos hoteleros son soluciones de emergencia. Les facilitó la habitación la Cruz Roja, que ya ha alojado a más de 5.500 refugiados ucranianos en Cataluña, también en albergues y otro tipo de centros. El Gremio de Hoteles de Barcelona habilitó alrededor de 3.000 plazas de acogida.

Maksym y su madre, Yevgeniia, en la barbería de Sergey.
Maksym y su madre, Yevgeniia, en la barbería de Sergey.
MIQUEL TAVERNA

Ya con su nuevo look, Andrii abandona la barbería de la mano de su madre, y al poco entran Yevgeniia Horbatiuk, de 31 años, y su hijo Maksym Horbatiuk, de cinco, ambos también de Ucrania. El niño está serio. “No me gusta ir a cortarme el pelo pero sí verme mejor, y mi madre me dijo que lo necesitaba”, cuenta.

“Mi hijo está triste porque su padre está en Ucrania”, explica Yevgeniia, que añade: “Es muy duro vivir esto. Tenemos a toda la familia allí. Tenemos ganas de volver”. Antes el padre de ella vivía en una habitación en L’Hospitalet, en un piso compartido con otras personas, pero cuando estalló la guerra en su país, fue a alistarse, y entonces la ocuparon Yevgeniia y Maksym.

Sergey, el barbero, con su cliente Maksym, refugiado ucraniano en Barcelona.
Sergey, el barbero, con su cliente Maksym, refugiado ucraniano en Barcelona.
MIQUEL TAVERNA

Ya llevan un mes en Barcelona, el niño está ya escolarizado y ella, arquitecta, busca trabajo. “Es muy difícil por la lengua, porque sabemos poco español e inglés”, dice, y apunta que de momento les ayuda la Cruz Roja y la iglesia con comida y ropa. A veces ellos también van a colaborar con la entidad con la logística.

Yevgeniia está agradecida con Sergey por cortarle el pelo gratis a su hijo. “Yo nunca les pregunto en qué situación económica están. Si dura mucho la guerra, el dinero se termina. Cobro normalmente 15 euros por el servicio a los niños. Es bueno ahorrarlos”, apunta él.

También cuenta que busca a un barbero ucraniano para darle trabajo y que quiere abrir una escuela de barbería en otro local. “Hay muchas mujeres de Ucrania refugiadas que buscan empleo, por ejemplo peluqueras, y me gustaría enseñarles”, dice. Mira el reloj. Ya debería haber llegado otro niño de Ucrania. No sabe si le va a fallar. Así son los lunes de Sergey.

Foto de familia en la barbería.
Foto de familia en la barbería.
MIQUEL TAVERNA

Resueltas más de 14.000 solicitudes de protección

Según datos del Gobierno, desde el inicio de la guerra en Ucrania, en Cataluña se han resuelto 14.377 solicitudes de protección temporal, que permiten a los refugiados residir, trabajar o estudiar en la Unión Europea un año prorrogable hasta tres, sin tener que solicitar asilo. Barcelona es la provincia catalana donde se ha recibido una mayor cantidad.

La mayoría de los más de 19.000 refugiados ucranianos en Cataluña se alojan en casa de familiares y amigos y el resto, en hoteles, albergues y otras instalaciones que les proporcionan las administraciones y las ONG.

La medida de edad de los que son atendidos en el Centro de Recepción, Acogida y Derivación (CREADE) que abrió el Gobierno en la Fira de Barcelona es de 30 años. El 67% de los adultos son mujeres y el 68% tiene estudios superiores.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento