El lustro de Macron: el líder que recuperó la influencia del Elíseo... pero titubeó con la pandemia y la crisis de los 'gilets jaunes'

Macron, en una ilustración
Macron, en una ilustración
Henar de Pedro
Macron, en una ilustración

Emmanuel Macron, líder del movimiento político ¡En Marcha! -ahora convertido en el partido La República en Marcha-, se convirtió en el nuevo presidente de Francia el 14 de mayo del 2017 después de imponerse con el 66,1% de los votos en la segunda vuelta de los comicios al palacio del Elíseo a Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, que alcanzó el 33,9% de los sufragios. 

Macron se presentaba entonces como un verso libre, liberal, sí, pero ni de izquierdas ni derechas, un político sin ataduras pese a haber sido ministro de Economía (2014-2016) en el gobierno del socialista François Hollande (2012-2017). "Me reconozco en el término progresista", precisó el año de su elección en un mitin en Lyon.

Después de casi cinco años en el poder, sus decisiones revelan que el político de Amiens se ha decantado por dar un giro a la derecha a sus políticas, sobre todo en lo económico y lo social. Solo la pandemia del coronavirus frenó algunas de sus reformas, como la de las pensiones.

Una de sus primeras medidas económicas fue la supresión del impuesto de patrimonio y la fijación de la tasa sobre las plusvalías en el 30%, lo que le costó que se le empezase a conocer como el "presidente de los ricos". También redujo a las empresas el impuesto de sociedades del 33,3% al 25% y las cotizaciones a la seguridad social para fomentar las inversiones.

Estas recetas parece que han dado resultado: la tasa de desempleo cayó hasta el 7,4% en el cuarto trimestre de 2021, un nivel en el que no había estado desde 2008; mientras que el Producto Interior Bruto (PIB), la riqueza generada dentro del país, registró un crecimiento del 7%, el mayor que ha experimentado en los últimos 52 años, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INSEE, por sus siglas en francés).

Este último dato hay que valorarlo con distancia por Francia cerró el año 2020 con una recesión histórica (-8%) por la crisis de la covid, pero es igual de cierto que su crecimiento del PIB fue uno de los más destacados de la zona euro. 

"El objetivo de Macron era relanzar la economía y la industria francesa y la relocalización de las empresas. Y para ello ha tenido que hacer recortes sociales", explica Frederic Mertens, coordinador del Grado de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, quien asegura que para la principal preocupación de los franceses es su "poder adquisitivo". 

Entre esos recortes sociales, destacan los cambios para flexibilizar el mercado de trabajo, una especie de reforma laboral a la francesa para "atraer inversores" que supuso su primer gran enfrentamiento con los sindicatos. Entre otros, permite a las multinacionales el despido por motivos económicos aunque obtenga beneficios a nivel global y fija las indemnizaciones de los despidos improcedentes. 

Macron redujo también la cuantía de las prestaciones por desempleo y endureció las condiciones de acceso, además de imponer sanciones a los ciudadanos que alternasen contratos cortos con periodos largos de inactividad. 

Barricada en los Campos Elíseos de París, frente al Arco del Triunfo, en una protesta de los chalecos amarillos.
Barricada en los Campos Elíseos de París, frente al Arco del Triunfo, en una protesta de los chalecos amarillos.
EFE

Cesión ante las protestas de los 'chalecos amarillos'

Su obsesión por cumplir con los compromisos presupuestarios de Francia con Bruselas -el déficit público del pasó del 2,8% del PIB en 2017 al 2,3% en 2018- llevó al Gobierno galo a decretar medidas tan impopulares como la reducción en cinco euros de las ayudas para la vivienda a casi seis millones de hogares, los más desfavorecidos. "Respondemos a una urgencia. Nos faltan 150 millones de euros en el presupuesto", se justificó Christophe Castaner, el entonces portavoz del Ejecutivo

Con las pensiones, y para contribuir aún más al ahorro, su intención inicial era elevar la edad de jubilación a los 64 años para poder cobrar la cuantía completa, aunque manteniendo la edad mínima legal en 62. Esta propuesta, por el momento en stand-by, le costó al presidente francés la huelga de transportes más larga de la historia del país. 

Pero la mayor contestación social a sus políticas se desencadenó a finales de 2018 en numerosas protestas violentas contra la subida de los impuestos a los carburantes anunciada por el Gobierno para 2019, en lo que se conoció como movimiento de los 'chalecos amarillos'. 

Pronto en estas manifestaciones se recogieron otras reivindicaciones de las clases medias y bajas, como el aumento del poder adquisitivo de los trabajadores. Finalmente, Macron cedió a la presión social y anunció un paquete de medias económicas para mejorar las condiciones de vida de la clase media y trabajadora.

Cierre de bares por el toque de queda nocturno en París.
Cierre de bares por el toque de queda nocturno en París.
EFE/EPA/YOAN VALAT

Suspenso en la gestión de la covid

En marzo de 2020, la pandemia de coronavirus abrió un paréntesis en sus promesas reformistas, monopolizando sus prioridades y poniendo a prueba su liderazgo. Los franceses fueron benévolos al principio con las restricciones pero el desgaste de la población tras los confinamientos, el cierre del ocio y el toque de queda terminaron pasando factura a Macron, con el que el 60% de los ciudadanos se mostraron descontentos por su gestión de la crisis sanitaria, según una encuesta publicada de Le Journal du Dimanche el marzo año pasado. Este porcentaje era cuatro puntos superior al reflejado en la encuesta anterior. 

"La gestión en Francia de la covid ha sido catastrófica. No estaban claras las medidas que había que tomar ni a nivel público ni a nivel individual. Tampoco había transparencia en la adquisición de los recursos sanitarios ni información sobre el despliegue estatal. En realidad fue a nivel local y regional donde la situación se controló y gestionó", subraya Mertens. 

Francia recupera su influencia internacional

En lo que sí ha destacado sobremanera Macron durante su mandato ha sido en la esfera internacional. El de Amiens ha logrado devolver a Francia la influencia que había perdido y, tras la 'jubilación' de Ángela Merkel, se ha erigido como el líder de los países europeos. 

"En los últimos dos años ha dado un viraje en su presidencia y ha logrado un estatus a nivel internacional. Es el mejor momento de Macron, en el sentido de que ha conseguido compromisos de Alemania y se ha erigido como interlocutor protagonista en esta crisis rusa", asegura Jorge Tamames, investigador del Real Instituto Elcano, que hace ilusión al enorme protagonismo del presidente francés en las negociaciones con Vladimir Putin sobre la guerra en Ucrania

Y precisamente el conflicto en este país de la Europa del Este es el que podría asegurarle la reelección. "En tiempos de guerra es cuando teóricamente el electorado prefiere quedarse con quien está en poder", sentencia Tamames. "El conflicto de Ucrania ha sido beneficioso electoralmente para Macron. Es lo que se llama 'efecto bandera'. En situaciones de crisis excepcionales, los votantes se ponen siempre detrás del jefe del Gobierno", coincide Mertens. 

Fuerte apuesta por las centrales nucleares

La amenaza guerra en Ucrania, donde se ha puesto en evidencia la dependencia europea del gas ruso, también llevó a Macron a anunciar antes de que estallase el conflicto un plan para la construcción de seis nuevas centrales nucleares y la posibilidad de erigir otros ocho más en los próximos años.

Su intención es convertir a Francia en una de las primeras grandes naciones del mundo en lograr la independencia de las energías fósiles (gas, carbón, petróleo...) sin debilitar para ello su economía. Igualmente, ha diseñado una estrategia para la implantación de proyectos de energía solar y eólica.

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