En ocasiones debemos encarar una situación complicada para tomar una decisión, forzados a elegir una de dos únicas opciones disponibles. Yo me encontré ante esta dura elección, me vi obligada a aceptar la separación de mis seres queridos o mi posible muerte.
Fue muy difícil para mí dejar atrás mi país, mi gente, a mi padre, que siempre me apoyó e insufló valor durante toda mi vida. Lo más doloroso es la separación de mis hijos. Incluso estoy privada de escuchar sus voces. Desde hace cuatro meses vivo en España, a miles de kilómetros de mi tierra natal y lugar de nacimiento.
El momento de duelo de mi vida fue el día en que comencé mi viaje como una migrante; yo nací y crecí en la guerra, terminé la universidad mientras la lucha continuaba y trabajé siendo mi país inseguro.
En aquel día determinante pude dejar atrás a mi familia y mi patria, o quedarme y ser asesinada o, como mínimo, sufrir una terrible brutalidad. Seleccioné la supervivencia y la migración.
Además de dolores y tristezas, el calvario de la inmigración me ha dejado lecciones útiles. Pensé que vivir en un país lejano, extraño y diferente sería muy duro, pero desde que comencé a residir en España mi vida ha cambiado de forma positiva. En el pico más alto de la decepción, regresó mi optimismo por la vida una vez más.
"Además de dolores y tristezas, el calvario de la inmigración me ha dejado lecciones útiles. En el pico más alto de la decepción, regresó mi optimismo"
He comenzado a aprender español. Este hermoso idioma se torna cada vez más interesante; me esfuerzo más por aprenderlo pronto y hablarlo mejor. Con todo el que me encuentro, empiezo a dialogar con palabras y oraciones en español, y aplaude mi habilidad dándome esperanza.
Nunca había oído hablar del español en el pasado, pero hoy lo hablo y el apoyo y el aliento de los españoles han cambiado mi vida, dándome más oportunidades de educación y aprendizaje.
Pese a todo, no puedo olvidar Afganistán ni por un segundo. A diario me llegan malas noticias de mi país, la vida de mis conciudadanos empeora día tras día. Por eso, con todas mis fuerzas, abogo por ellos, escribo de ellos y alzo mi voz sobre sus problemas.
Hago todo lo que puedo para garantizar que Afganistán no se olvide de nuevo y que los tiempos oscuros de allí no se extiendan. Como diminuto miembro de la nación es mi obligación reflejar las penurias de mi país y su gente y para cumplir con esta obligación escribiré constantemente sobre ellos.
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