Calvo y Montero, las dos almas del feminismo en el Gobierno, se abrazan en su reencuentro en el Congreso

Carmen Calvo e Irene Montero, en el Congreso.
Carmen Calvo e Irene Montero, en el Congreso.
EFE
Carmen Calvo e Irene Montero, en el Congreso.

Carmen Calvo e Irene Montero se han vuelto a encontrar este miércoles en el Congreso. Ambas representaron -y representan- dos almas diferentes dentro del feminismo y hasta hace solo unos meses compartieron Gobierno de coalición con casi más tira y afloja que puntos de acuerdo. Esta vez, en la comparecencia de la ministra en la Comisión de Igualdad, presidida por la exvicepresidenta, ambas se han fundido en un abrazo. La imagen de cordialidad contrasta con los choques que han tenido a lo largo de los últimos tiempos, sobre todo en lo relativo a la ley trans.

Por poner uno de los ejemplos, el departamento de Irene Montero se salió con la suya en su intención en despatologizar a las personas trans, en línea con las recomendaciones de la OMS, y ha propuesto en todo momento que puedan rectificar la mención a su género en el registro civil sin necesidad de un diagnóstico médico ni un informe psiquiátrico. En cambio, Carmen Calvo siempre ha reclamado que sea necesario que aporten "pruebas" para demostrar su género, sean "testimonios" o "documentos". Finalmente el pulso se lo llevó Montero con el apoyo del entonces ministro de Justicia, Juan Carlos Campo.

La posición sobre la ley trans en el PSOE -como ocurre dentro del propio feminismo- no es unitaria y ciertos sectores de los socialistas se han alineado en los últimos meses con las posiciones defendidas por Igualdad. Así ocurrió en Canarias, los socialistas canarios consiguieron aprobar por unanimidad una ley impulsada por ellos mismos junto al resto de grupos del parlamento autonómico que deja claro en su primer artículo que es un "derecho" de los ciudadanos canarios "la libre autodeterminación de la identidad y expresión de género".

Frente a esta posición, Calvo defendió en los últimos meses su rechazo a un concepto que, llegó a alertar en febrero, podría "en riesgo, evidentemente, los criterios de identidad del resto de los 47 millones de españoles". En palabras de la entonces vicepresidenta, estas son leyes "que tienen que ser muy escrupulosas porque afectan a aspectos nucleares de los ciudadanos y con la seguridad jurídica suficiente para que los nuevos derechos no suponga ningún tipo de merma para los preexistentes". Unidas Podemos insinuó en ese momento que Calvo estaba molesta porque la formación morada "esté en el Gobierno y, en concreto, en el Ministerio de Igualdad".

El roce constante entre ambas ha tenido muchas más consecuencias políticas para Calvo. Tras las elecciones del 28 de abril de 2019 las exigencias de los morados pasaban, entre otras cosas, por tener el ministerio de Igualdad -funciones que estaban en manos de la socialista- en un futuro Gobierno de coalición. El PSOE no pasó por el aro, pero sí tuvo que hacerlo después de los comicios del 10-N, cuando el primer Ejecutivo 'a medias' de la democracia se hizo realidad.

La figura de Calvo, en cambio, siguió siendo fuerte como vicepresidenta primera de la coalición, aunque con quehaceres diferentes. Montero, mientras, arrancaba su labor como ministra de Igualdad. En ese contexto, los 'conflictos' entre las dos almas del feminismo despertaron recelos a partes iguales, pero incluso dentro del PSOE hubo detractores de las propuestas de Calvo. Su figura se fue diluyendo en favor, en parte, de la propia Montero hasta que el pasado mes de julio Sánchez abrió una crisis de Gobierno que acabó con la exvicepresidenta fuera del mismo.

El último revés que ha recibido Calvo tuvo lugar en el Congreso del PSOE, celebrado hace solo unos días. Pedro Sánchez decidió remodelar su Ejecutiva y borró el nombre de su antigua número dos en el Gobierno de la dirección socialista y dio el puesto de secretaria de Igualdad a la diputada Andrea Fernández, una de las apuestas jóvenes del partido. Con todo, el premio de consolación para Calvo es la presidencia de la Comisión de Igualdad en el Congreso. Ahora mismo es este el único cargo  -y conlleva una jugosa retribución adicional a la de diputada- que ocupa la histórica dirigente socialista.

El proceso de regresión que ha vivido Calvo en los últimos meses contrasta con la posición de fuerza que mantiene Irene Montero. El cambio en la Secretaría General de Podemos con la salida de Pablo Iglesias y la llegada al cargo de Ione Belarra mantiene a la ministra de Igualdad como una de las personas más fuertes de la formación morada que, en todo caso, se mantiene pendiente de los planes que pueda tener Yolanda Díaz para el futuro.

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