Parlamentos cerrados, relaciones rotas, conflictos estancados... ¿Qué está ocurriendo en el Magreb?

El jurista Kaïes Said, tras conocer su victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Túnez.
El presidente de Túnez, Kais Said.
MOHAMED MESSARA  / EFE / ARCHIVO
El jurista Kaïes Said, tras conocer su victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Túnez.

Con los ojos del mundo puestos en Afganistán, otra región vive en estos momentos una situación de gran inestabilidad: el Magreb. Los países de la frontera sur de Europa están inmersos en un empeoramiento de sus instituciones políticas, donde las tensiones con su propia población amenazan con desencadenar una crisis aún mayor. 

Por un lado, Túnez, uno de los pocos países que tras las primaveras árabes había conseguido mejorar su situación democrática, parece dar un paso atrás, con la suspensión del Parlamento decretada por el actual presidente, Kais Saied, que "por su forma de trabajar" considera a "las instituciones políticas una amenaza para el Estado".

Además, el empeoramiento del conflicto del Sáhara Occidental ha provocado la disputa de Marruecos con varios países, entre ellos España. Esta situación ha devenido en la reciente ruptura de relaciones diplomáticas entre Marruecos y Argelia, máximo valedor de la causa saharaui y del Frente Polisario. Así mismo, el país argelino vive inmerso en una lucha constante con su población, que tras más de un año de protestas callejeras contra la elite política cesaron a causa de la situación sanitaria del covid, pero que no ha aceptado todavía al nuevo Ejecutivo.

Por otro lado, al empeoramiento del conflicto saharaui se le suma el de Libia, un estado fallido que cumple diez años de guerra y que se ha convertido en el nuevo campo de batalla para potencias extranjeras con intereses en la región.

Túnez retrocede: el presidente asume plenos poderes

El presidente tunecino, Kais Saied, aseguró este martes que el Parlamento nacional constituye "una amenaza para el país" y justificó con ello su decisión de no restablecer la normalidad democrática con la que acabó el pasado 25 de julio, al suspender por un mes sus funciones, destituir al jefe del Gobierno, retirar la inmunidad a los diputados y arrogarse plenos poderes.

"Respecto a las medidas excepcionales, han sido prorrogadas porque existe una amenaza inminente. Es un peligro persistente. Las actuales instituciones políticas, en la manera que ahora funcionan, suponen un peligro persistente para el estado. El Parlamento mismo es un peligro para el estado", recalcó Saied, al que los partidos tunecinos recriminan haber comenzado una tendencia absolutista.

Saied recurrió a una interpretación forzada del artículo 80 de la Constitución para suspender la actividad del Parlamento y destituir al jefe del gobierno invocando una supuesta amenaza esencial para la estabilidad del país, sin especificar cual era. Curiosamente el presidente Saied es profesor de Derecho Constitucional.

El artículo al que se aferra el mandatario no especifica por cuánto tiempo se puede aplicar, y únicamente dice que a los 30 días el presidente del Parlamento o diputados podrán pedir al Tribunal Constitucional que revise su aplicación. No obstante, la falta de consenso en los últimos años ha provocado que todavía no se haya creado dicho tribunal, por lo que su aplicación queda en un limbo donde Saied puede prologar indefinidamente esta situación.

Desde que interrumpiera la normalidad democrática, Saied ha aprovechado para realizar cambios en la cúpula de varios ministerios, en particular en el de Interior y en las fuerzas de seguridad, claves para el control de los resortes del estado.

Marruecos y Argelia empeoran sus relaciones

Aunque el Estado marroquí había manifestado reiteradamente querer mejorar sus relaciones con Argelia, las tensiones de los últimos meses han provocado todo lo contrario. Este martes el Ejecutivo argelino anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Marruecos, una decisión esperada desde que hace meses Rabat normalizara sus lazos con Israel e intensificara sus maniobras internacionales para eliminar de forma definitiva cualquier negociación sobre el Sahara Occidental que no incluya el reconocimiento explícito de la soberanía marroquí.

A estas razones, el ministro argelino de Asuntos Exteriores, Ramtam Lamamra, sumó otros "agravios" pasados -como "la profanación de la bandera en Casablanca en 2013"- y recientes, como la defensa por el embajador marroquí ante la ONU de la causa independentista en la Cabilia, región de mayoría bereber situada en las montañas argelinas, además del apoyo marroquí a dos grupos opositores que Argel tilda de entidades terroristas.

Tensión entre el Gobierno argelino y su población

Argelia aumenta la beligerancia en el exterior y la defensa de la causa saharaui, apoyada ampliamente por su población, mientras continúan los graves problemas internos que vive desde hace varios años

En febrero de 2019 arrancó el 'Hirak' (movimiento de protestas sociales) contra el quinto mandato del entonces presidente Abdelaziz Bouteflika, en el poder desde hacía dos décadas a pesar de encontrarse gravemente enfermo. Desde entonces, las manifestaciones han sido una constante, incluso después de la caída de Bouteflika, al considerar que los nuevos candidatos seguían perteneciendo al viejo estamento político. 

El actual presidente de la República, Abdelmedjid Tebboune, elegido en diciembre de 2019 con la mayor tasa de abstención de la historia, superior al 60%, prohibió las manifestaciones el pasado mayo. 

Según el comité nacional de defensa de los derechos de los presos (CNLD), alrededor de 300 personas se encuentran actualmente encarceladas por delitos relacionados con las protestas.

Dos conflictos estancados

A estas tensiones políticas y sociales se le suman dos grandes conflictos armados: el del Sáhara Occidental con Marruecos y la guerra civil de Libia. 

Por un lado, la guerra libia cumple diez años sin vistas a una pronta resolución. El pasado mes de febrero, el Foro del diálogo político libio (FDPL), un organismo no electo creado por la ONU, eligió un nuevo Ejecutivo de transición que deberá llevar a cabo la unificación, mantener el alto el fuego y celebrar los comicios legislativos y presidenciales.

Libia es un estado fallido sumido en una larga guerra civil donde dos Gobiernos luchan por hacerse con el país. Aunque los combates han remitido ligeramente en los últimos meses gracias a la tregua acordada en octubre de 2020 entre los dos gobiernos y que fijó la retirada de los mercenarios extranjeros -estimados en 20.000- en un plazo de tres meses, todavía continúan desplegados pese a los llamamientos de la comunidad internacional.

Por otro lado, tras treinta años de alto el fuego, el pasado mes de noviembre se reanudó la lucha armada en el Sáhara Occidental. En este tiempo el Frente Polisario ha comunicado innumerables bombardeos a puestos marroquíes en el desierto saharaui, aunque Marruecos ha decidido no hablar de lo que está sucediendo, provocando que el conflicto haya quedado mediáticamente en un segundo plano.

El Magreb está inmerso desde hace meses en una crisis política que ha permanecido sin grandes incidentes entre otros motivos por las medidas de restricción social impuestas por el covid. Sin embargo, a medida que la situación sanitaria remite, la situación política no parece mejorar, lo que está provocando un aumento de las tensiones en la región y una creciente incertidumbre en la población magrebí.

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