El girasol es una de las plantas más reconocibles gracias a su color amarillo intenso, sus frutos comestibles en forma de pipas y, también, por su movimiento en busca del sol. Así, quienes tengan un lugar exterior soleado, no pueden perder la oportunidad de contar con uno de estos ejemplares entre sus vegetales.
De hecho, esta planta puede alcanzar una altura considerable, sobresaliendo por encima de otras plantas y consiguiendo llamar la atención en el jardín o el patio. Sin embargo, hay que tener en cuenta una serie de cuidados y necesidades para que pueda desarrollarse de forma correcta.
¿Qué cuidados necesitan los girasoles?
Lógicamente, tratándose de un girasol, uno de los principales cuidados que hay que tener muy en cuenta es la luz. El girasol se debe plantar o colocar en pleno sol, pero cuidando de que le dé sombra o semisombra en las horas centrales del día, ya que un exceso de calor puede acabar por dañar sus flores.
Por otro lado, la temperatura ideal para un girasol está en torno a los 20ºC, por lo que no soporta los climas demasiado fríos. Igualmente, el riego deberá ser regular y frecuente, atendiendo a que el sustrato esté siempre húmedo, ya que la falta de agua hace marchitar sus hojas y las flores muy rápido, según Verdecora.
Eso sí, al igual que la falta de agua es dañina para los girasoles, también lo es el exceso de agua, por lo que la planta deberá contar con un buen sistema de drenaje y habrá que evitar los encharcamientos, que pueden estropear sus raíces.
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