El hallazgo este jueves del cuerpo sin vida de Olivia, la niña de seis años que desapareció junto con su hermana, Anna, de un año, el pasado 27 de abril, confirma el peor de los desenlaces para el caso. Las autoridades están enfocadas ahora en encontrar rastros de la hermana y del padre, Tomás Gimeno.
Las pesquisas también se centran en saber los detalles del asesinato. A falta de que la investigación encuentre más detalles, los agentes trabajan con los datos de los que hasta ahora dispone.
La clave puede estar en las grabaciones registradas por las cámaras del puerto deportivo de la Marina de Santa Cruz, que captó las dos salidas que Gimeno efectuó la noche de la desaparición.
Dos salidas de puerto
Las niñas desaparecieron el pasado 27 de abril. Ese día, tal y como estaba pactado, Gimeno se hizo cargo de ellas a las 17.00 horas, tras recogerlas del colegio. Llevó a Olivia a unas clases cerca del puerto y después las llevó a una vivienda que tenía en alquiler en Igueste de Candelaria.
Gimeno debió llevar ese día a las nueve de la noche a Anna y Olivia de vuelta con su madre, Beatriz Zimmerman. Pero no lo hizo.
Según las imágenes, Gimeno llegó en coche a la Marina a las 21.30 horas. Hizo varios viajes a pie entre su vehículo y su lancha, llamada El Esquilón, para llevar varios bultos, maletas y bolsas de ropa.
Poco antes de las diez salió en la lancha del puerto y regresó sobre las 23.30 horas, supuestamente sin los bultos. Abordó de nuevo su coche y se dirigió a una gasolinera cercana, donde compró un cargador para el móvil.
Después puso a cargar el móvil en la garita del vigilante del muelle deportivo. Es en ese momento en el que hizo varias llamadas a Beatriz Zimmerman, la madre de las pequeñas. En ellas, la amenazó con no volver a verlos ni a él ni a las niñas. Tras estas llamadas, la madre denunció los hechos a las autoridades.
La clave del ancla
A las 00.30 horas, Gimeno zarpó por segunda vez. Esta vez no volvió y la lancha fue encontrada al día siguiente abandonada frente a la costa del Puertito de Güimar. Estaba a la deriva, puesto que no llevaba ancla.
Este jueves, los investigadores encontraron el cuerpo de Olivia, la hermana mayor, dentro de una bolsa deportiva que estaba en el fondo del mar, a unas tres millas náuticas del Puertito de Güimar. Estaba lastrada con un ancla.
Precisamente, el hecho de que le faltara el ancla al Esquilón fue una de las claves que dio a la Guardia Civil la convicción desde un principio de que el desenlace del caso iba a ser fatal. El entorno de la madre siempre se aferró a que Gimeno se había llevado a las menores a otro país, con la esperanza de volver a verlas con vida.
De acuerdo con la investigación, el detonante de este rompimiento pudo ser el hecho de que Gimeno no aceptaba la nueva relación de Zimmerman. Los dos se habían separado el verano pasado, y ella había comenzado una relación con otro hombre.
Por ello, se incorporó a la búsqueda al buque oceanográfico Ángeles Alvariño, dotado con sonar y robot submarino, para que barriera el fondo marino en busca de alguna pista o rastro de las niñas y el padre.
Tras varios objetos en falso, como el hallazgo de bolsas de basura, la búsqueda comenzó a dar frutos el lunes pasado, cuando localizó una botella de oxígeno y una funda nórdica perteneciente a Gimeno. Ahora ha localizado el cuerpo de Olivia, así como otra bolsa, dentro de la cual no se ha encontrado nada, aunque será analizada en profundidad.
El momento de las muertes
La principal hipótesis es que Gimeno mató a las niñas antes de salir de su domicilio, pues nadie vio salir a los tres juntos. Presumiblemente metió sus cuerpos en las bolsas y maletas que después cargó en la lancha.
Una vez en alta mar, Gimeno lanzó los cuerpos por la borda, lastrados con el ancla.
Está pendiente averiguar qué paso con el cuerpo de la menor, Anna, de un año, después de que junto al de Olivia fuera encontrada otra bolsa, pero vacía.
También se desconoce por el momento qué ha pasado con Gimeno: de acuerdo con varios medios, las autoridades creen que usó su cinturón de buceo para hundirse en el mar. El sonar del Ángeles Alvariño sigue rastreando en el fondo del mar en busca de más evidencias.
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