Entrevista | Anabel Alonso: "Hay gente con 20 años mucho más vieja que yo"

La actriz Anabel Alonso, en el plató de 'Comedy Central Presents'.
La actriz Anabel Alonso, en el plató de 'Comedy Central Presents'.
COMEDY CENTRAL
La actriz Anabel Alonso, en el plató de 'Comedy Central Presents'.

El canal Comedy Central regresa a los orígenes de la comedia más desnuda: los monólogos, con el espacio Comedy Central Presents, en el que actores y cómicos como Anabel Alonso (este domingo 18 a las 22.30 h) se suben al escenario para poner a la realidad contra las cuerdas del humor.

Por el escenario del programa pasarán Ángel Martín, Dani Mateo, Ignatius Farray, J.J. Vaquero, Patricia Sornosa, Rober Bodegas, Valeria Ros y la citada Anabel Alonso, todos ellos con textos inéditos.

¿Cómo ha sido regresar a los monólogos? El tema monólogos me gusta mucho, porque es fresco, divertido… es otra faceta del espectáculo. Puedes ser actriz, pero que el stand up no se te dé bien o al revés, así que tocar esta tecla es enriquecedor.

¿Qué le gusta de ese género? Se tratan temas muy cotidianos, que le tocan de cerca a la gente y con los que te puedes identificar. Los personajes son lo que son y tú dices lo que dicen ellos y además hay alguien que te dirige, pero aquí tienes tu humor y tu manera de hacer.

¿Y también sus chistes? En mi caso me escriben los guiones, pero siempre se acercan mucho a mi manera de ser, como el monólogo que hemos hecho ahora, que partió de reuniones con los guionistas en las que intercambiamos material y sacamos información. Así que es parte de mí en este caso.

¿Es importante sentirse identificado con lo que se está contando? En este caso sí, porque das puntos de vista, con mucho humor, muy divertidos o cáusticos, pero son tus puntos de vista. Cuando hacía El club de la comedia de los guiones que me pasaban compartía el 100% de las opiniones, entre comillas, que se daban en ellos. Los monólogos, para defenderlos, hay que creerlos. Se parte de que alguien te presenta y dice “con todos ustedes, Anabel Alonso”, no es el personaje de Antonia Pérez y tú estás de Antonia. La gente te identifica y te mezcla mucho con lo que dices.

Actriz, cómica, presentadora… ¿es la forma multimedia de ser mujer del renacimiento? Es una forma, pero las hay mucho más completas, que cantan, bailan, escriben, dirigen… eso sí que es ser renacentista. Yo soy un poquito renacentista, pero sólo delante de las cámaras o en el escenario. Me gusta, si se puede, compaginar todas las facetas posibles.

¿Qué faceta cultiva que esté fuera del mundillo del espectáculo? Cocinar, después de mi paso por MasterChef, ahí estoy. No hago grandes alharacas ni cosas de exposición, pero me ha picado el gusanillo. Yo era de no acercarme mucho a la cocina y ahora una vez a la semana una comidita rica sí hago.

¿Tiene algún referente cultural? Hay un estilo que me gusta mucho que es el de Elvira Lindo, que comenta la actualidad con humor y cercana.

¿De pequeña en clase era la que hacía las bromas y los chistes? Exactamente, sí. Era de esas que en clase imitaba a las personas conocidas de la época o si había salido Mari Carmen y sus muñecos yo al día siguiente hacía de Doña Rogelia… era muy de imitar y de remedar lo que había pasado la noche anterior en la tele.

¿Cuándo supo que quería ser artista? A los 14 o 15 años ya sabía que yo quería ser actriz, conseguirlo ya me parecía en el plano de la fantasía, algo imposible de realizar, como si hubiera querido ser astronauta, igual de lejano. Pero mira, los sueños a veces o las fantasías, si te las trabajas, se pueden llevar a cabo.

¿Cómo fue la salida del armario artística, cómo se lo dijo a sus padres? A los 15 o así me fui metiendo en grupitos de teatro después de clase. En aquella época, a principios de los 80 en Euskadi había muchos grupos de teatro independiente. Hasta los 18 fue haciendo mis pinitos y me enganchó. Mi madre pensaba que no, porque había hecho solfeo, guitarra y todo lo había dejado pues ella tenía la esperanza de que esto también. ¡Pero no!

¿Cuándo se produjo el salto definitivo? A los 18 pasé unas pruebas para meterme en una escuela de teatro de Bilbao, hice dos años, aprobé y con beca me tenía que ir a Donosti otros dos años y ahí no podía ya compaginar y se lo plantee en serio a mis padres. Ellos no querían, sobre todo mi padre.

¿Y cómo le convenció? Tuve una charla con él y le dije: “Mira papá, si a los 40 años soy una desgraciada no quiero echarte la culpa a ti”. Y creo que eso le dio una lucidez, reflexionó y me dejó seguir mi camino.

¿Desmiente usted eso de que los vascos son serios? Serios pero con mucho humor. Es verdad que no tienen el salero y la gracia de un andaluz o la retranca de los catalanes, pero los vascos nos reímos mucho de nosotros mismos. No somos en general muy extrovertidos, pero luego no os deshacéis de nosotros ni con agua caliente.

Si le digo “políticamente correcto" ¿qué se le viene a la cabeza? Querer agradar a todo el mundo, querer gustar a todos. Es equidistancia y autocensurarse, no decir lo que se piensa… No me gusta, me parece como un manual de buenos modales.

Pregunta obligada sobre los límites del humor: ¿Ha notado un retroceso en esos límites? Sí, noto que se hieren muchas más susceptibilidades. Es una lástima, pero hay mucha autocensura. El humor es reírse primero de uno mismo. Yo no me puedo reír de nada si no estoy dispuesta de ponerme a mí misma en la picota. Ahora no se puede hacer humor de etnias, ni de características físicas, ni de acentos… es que la gente no se da por aludida, se da por ofendida. El humor está cada vez más censurado.

Estamos peor que antes, entonces… Es que en las cortes de los reyes los bufones eran los únicos que podían decir la verdad y no eran castigados, porque lo hacían con humor y se podían meter con el rey y eran los únicos que podían hacerlo. El humor tiene algo de irreverente que no se le puede quitar.

¿Algún ejemplo sangrante que recuerde? Carlos Latre tuvo que pedir perdón porque hizo una imitación de la ministra María Jesús Montero porque mucha gente de Andalucía se sintió ridiculizada por el acento. Esta señora es andaluza pero más allá de eso tiene una forma particular de hablar y Carlos Latre imita a una persona en concreto…

En este monólogo habla de ser mujer a los 50, antaño hizo un espectáculo hablando de los 30… ¿Ha cambiado usted mucho? De eso va el monólogo, de que hay un cambio pero que yo no lo he notado mucho. Lo mismo un día me levanto y soy como Dorian Grey. Pero han pasado 20 años y yo no me encuentro diferencias, ni he pasado crisis de los 30, ni los 40, ni los 50. Igual me pasa a los 60 yo qué sé. No he notado esos 20 años, sigo igual de insustancial. Hay gente con 20 años mucho más vieja que yo.

Se habla de la importancia de cumplir años sin dejar de hacer locuras, ¿las hace usted? Hago lo que me apetece. Locuras con la pandemia muchas no nos dejan hacer, pero sigo teniendo la misma curiosidad, de ganas de vivir, de viajar, de conocer… de todo.

Así no se aburre, claro... Lo que a uno le mantiene joven y vivo es la curiosidad, no declararse de vuelta de todo. El mundo es inmenso y las cosas que hay infinitas por lo que siempre tienes algo nuevo que descubrir. Ahora que tengo un hijo pequeño él va descubriendo el mundo y yo también, es algo muy fuerte, porque nunca dejas de aprender.

No ha dejado usted de hacer locuras y tampoco de decir lo que piensa… Como está la actualidad y la sociedad yo tengo la necesidad de decir lo que pienso y opino de las distintas situaciones o hechos y lo hago en las redes, en Twitter en este caso, que te da esa posibilidad. Y lo digo sin ofender a nadie, más que a quien se quiera sentir ofendido, que los hay. Pero suelo tener cuidado a la hora de expresarme para no ser faltona. Intento que sean comentarios constructivos, no solo tirar por tierra.

Seguro que hay gente cuyas simpatías no se gana… Nunca puedes gustarle a todo el mundo y eso cuesta tiempo aceptarlo, también es una ventaja de la edad. En esta profesión se quiere gustar a todo el mundo y acabas por darte cuenta de que es imposible.

El otro día intercambió tuits son José Manuel Soto, ideológicamente opuesto a usted, que fueron una lección de convivencia, ¿es la prueba de que se puede pensar diferente sin tirarse de los pelos? Se puede y se debe. Me gusta una sociedad en la que seamos diferentes, diversos, que cada uno piense como quiera, siempre en libertad. Y hay que respetar las opiniones de los demás. Es tan absurdo como decir “yo soy forofo del cocido y al que no le guste es lo peor del mundo”. Se puede conversar e intercambiar opiniones sin hacerlo de forma agresiva, totalitaria o descalificando.

No parece que posicionarse en público le haya pasado factura en lo laboral… Que yo sepa tampoco. Yo intento hacerlo de una manera educada. En el Congreso de los Diputados están todos tirándose las cosas a la cabeza y luego les ves por los pasillos y se hablan unos con otros. Hacen mucho paripé y luego dices “nos hemos comido eso de que se han puesto de vuelta y media y luego se hablan”. Así que nosotros también podemos hacerlo.

Hay que separar a la persona del artista, ¿es eso? Si voy a un médico yo no le pregunto a quién vota, solo quiero que me cure. A mí el que deja de ir a verme por mis opiniones y no porque no le guste como actriz, pues poco puedo hacer. Flaco favor se hace. Yo valoro a los profesionales por cómo hacen su trabajo, lo que haya detrás es asunto suyo. No me va a dejar de gustar un cantante porque piense de una manera o me va a gustar más otro porque piense igual que yo.

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