
Ya no habrá promesas ni sueños por cumplir. Ni viajes por hacer, ni eventos solidarios que convocar. El cáncer y la metástasis han terminado por arrancar la vida a un joven, Álex Lequio, que solo quería vivir.
Sonriente, optimista, generoso… nunca perdió la esperanza ni cuando el reloj corría en su contra. Incluso en esa cruenta batalla final observó una oportunidad para ayudar a los demás. No pudo ser.
Su adiós ha conmocionado a quienes lo conocíamos y a quienes desde sus casas lo vieron crecer. Lloramos todos su pérdida, su injusto final.
No hay consuelo para sus padres, agotados, rotos… Ana lo dejó todo para estar a su lado. Renunció a su identidad para ser ese ángel guardián que velaba su sueño y rezaba aferrada a la cruz que vestía su cuerpo. Ahora empieza la muerte para ella, porque vivir sin él es como haber muerto a su lado.
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