Este sábado, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que a partir de este lunes 4 de mayo, será obligatorio llevar mascarilla en el transporte público. Esto es una novedad, porque hasta ahora, el Ejecutivo no había impuesto el uso de estas medidas de protección y en general, llevaba casi tres meses resistiéndose a hacerlo.

Antes incluso del estallido de la pandemia en España, el mes de marzo, el Gobierno se mostraba reacio a ni siquiera recomendar el uso de la mascarilla. El 29 de febrero, en televisión, el ministro de Sanidad Salvador Illa afirmó con rotundidad que las mascarillas no eran necesarias.

El Gobierno sostenía que el uso de mascarillas en estas primeras etapas de la pandemia no tenía mucha utilidad y, por el contrario, causaba más alarma.

El 11 de marzo, el Ministerio de Trabajo difundió una guía para el sector hostelero en el que especificaba que los empleados de estos negocios no debían llevar mascarilla todo el rato. Ocurrió lo mismo días después con una guía destinada al sector del comercio.

El director del CCAES (Centro de Coordinación de Emergencias y Alarmas Sanitarias), Fernando Simón, tampoco se ha mostrado muy partidario de estos elementos de protección a lo largo de esta crisis. De hecho, esta misma semana insistió en que se recomendaba su uso, pero no se obligaba: "La recomendación es fuerte, la obligatoriedad es otra cuestión", dijo Simón.

En cambio, este sábado ya se ha hecho obligatorio su uso en transporte público. Las cosas ya empezaron a cambiar a principios de abril, cuando la Organización Mundial de la Salud dijo, tras un estudio del prestigioso MIT (Massachussetts Institute of Technology) que la mascarilla estaba indicada debido a que las gotas emitidas por una persona que tose o estornuda podían alcanzar distancias mucho mayores de lo que se pensaba.

Ahora, el Gobierno se deja de ambigüedades y apuesta por la mascarilla definitivamente como primera medida de prevención contra el virus.