Los hallazgos de la sonda Voyager 2 al atravesar el espacio interestelar... que no logró su 'hermana', la Voyager 1

  • Se trata de la segunda nave en cruzar el espacio interestelar tras la Voyager 1, que lo logró en 2012.
  • Es la única nave que ha visualizado de cerca Urano y Neptuno.​
Ilustración de la sonda 'Voyager 2'.
Ilustración de la sonda 'Voyager 2'.
NASA
Ilustración de la sonda 'Voyager 2'.

El pasado 5 de noviembre de 2018, la sonda Voyager 2 hizo historia al convertirse en la segunda nave en llegar al espacio interestelar seis años después que su predecesora y "compañera de viaje": la Voyager 1. Ambas naves forman parte del proyecto Voyager, que empezó a llevarse a cabo en 1977, cuando se lanzaron las dos sondas al espacio.

Y la nave Voyager 2 ha logrado su objetivo después de traspasar la heliosfera, es decir, la "zona de confort" protegida por el campo magnético en la que se hallan los planetas del Sistema Solar.

Sin embargo, la nave no está en una zona aislada ni tranquila del espacio interestelar, sino que se halla todavía inmersa en una parte del espacio "perturbada", de igual manera que también lo está la Voyager 1, declara la NASA.

Después de que la Voyager 2 lograra entrar en el espacio interestelar, la NASA informó de que  "los científicos anunciaron que sus dos detectores de partículas energéticas notaron cambios dramáticos: la tasa de partículas heliosféricas detectadas por los instrumentos se desplomó, mientras que la tasa de rayos cósmicos aumentó dramáticamente y se mantuvo alta".

Otro de los datos que se logró corroborar con exactitud gracias a la presencia de la Voyager 2 fue un hecho nunca imaginado: el campo magnético de la heliopausa (zona de tránsito entre la heliosfera y el espacio interestelar) era totalmente paralelo al campo magnético de la heliosfera. Este hecho, aunque ya había sido informado por el Voyager 1, no había podido ser comprobado hasta la llegada de la segunda sonda al contarse solamente con un dato, pues se requería un segundo que permitiera la comprobación. La cuestión planteada actualmente es si esto ocurre siempre, debido a que no se tenían pruebas de que pudiera ocurrir, pero con las dos muestras que ya tiene la NASA en su poder se ha producido el mismo efecto.

Además, durante su viaje ambas sondas descubrieron la presencia de un gas llamado "plasma", tanto en la heliosfera como en el espacio interestelar. La Voyager 2 descubrió un dato muy poco esperado para los científicos: el plasma tenía una temperatura más caliente de la que se creía en la heliosfera y se producía un ligero aumento de calor en el propio plasma casi a su salida al espacio interestelar. Todo lo contrario en el propio espacio interestelar, donde el plasma baja su temperatura considerablemente hasta alcanzar un nivel frío. Sin embargo, es más denso que el existente en la heliosfera, hecho que se investiga para averiguar el por qué de semejante cambio en el paso de una zona a otra.

Voyager 2: la nave que alcanzó Urano y Neptuno

Curiosamente, fue la sonda "Voyager 2" la primera en lanzarse, el 20 de agosto de 1977; la Voyager 1 lo haría dieciséis días después, el 5 de septiembre de 1977. Era el inicio de una aventura espacial que marcaría un antes y un después en la historia de la astronomía.

Ambas sondas lograron visibilizar Júpiter y Saturno; la Voyager 1 lo logró en primer lugar y la Voyager 2 lo lograría unos pocos meses después. Sin embargo, esta última ha logrado un hito astronómico que solo ha estado a su alcance: la visibilización cercana de los planetas más lejanos del Sistema Solar, Urano y Neptuno.

El primero fue visto por la sonda en enero de 1986. En aquel viaje, se descubrió que el planeta contenía una decena de lunas nuevas, aparte de las 17 que ya se conocían. También se vieron por primera vez varios anillos desconocidos en su sistema, los cuales difieren mucho de los que tienen Júpiter y Saturno. Además, se produjo la exploración de la luna Miranda, la cual mostró una maravilla paisajística totalmente diferente a como se llegó a imaginar en un primer momento, con una estructura algo deforme, que da a entender que pudo ser destrozada por algo y volver a reformarse tiempo después.

Urano es un planeta situado a una distancia enorme del Sol, por lo que sus condiciones climáticas (temperaturas inferiores a 200 ºC) hacen que sea imposible la existencia de vida en él: la sonda llegó a detectar -214ºC. Y, aunque no es el planeta que está a una mayor distancia del Sol, ha sido clasificado como "el más frío" de todo el Sistema Solar. La causa se debe a que no cuenta con una fuente interna de calor, todo un enigma aún sin explicación para la ciencia, puesto que Neptuno, más alejado del Sol, sí cuenta con una propia que hace del planeta algo más cálido pese a su tormentoso clima.

El planeta Urano, observado por la Voyager 2 en 1986.
El planeta Urano, observado por la Voyager 2 en 1986.
NASA

Por otra parte, Neptuno fue visibilizado de forma cercana en agosto de 1989; con ello, se convirtió en la primera nave en visitar los cuatro planetas más lejanos de la Tierra, hito que no logró su nave hermana, la Voyager 1.  

Como ya consiguiera en Urano, la Voyager 2 descubrió un total de seis nuevas lunas, además de las ya conocidas. De igual manera, se tomaron imágenes de cuatro anillos en su sistema.

Otro aspecto curioso de aquel viaje a Neptuno fue el descubrimiento de la autodenominada "Gran Mancha Oscura", la cual se había formado a causa de una gigantesca tormenta en el interior del planeta, provocada en parte por sus fortísimas rachas de viento.

Además, la nave también exploró el satélite más grande del planeta, Tritón, cubierto por superficies rocosas y heladas, similares a una corteza de melón, y con la presencia de cráteres que contienen géiseres en constante erupción, de forma que su actividad es similar a la de un volcán.

Neptuno, con la "Gran Mancha Oscura" en el corazón del planeta.
Neptuno, con la "Gran Mancha Oscura" en el corazón del planeta.
NASA

Entrada en el espacio interestelar y su futura exploración

La llegada de estas dos naves al espacio interestelar ha puesto de manifiesto la capacidad humana para realizar hallazgos que, hace tan solo unas décadas, hubieran sido más propios de una película de ciencia ficción que de una realidad que, a día de hoy, se ha cumplido al indagar en esta zona tan desconocida para la humanidad.

Una zona de la que, pese a saberse muy poco, sigue siendo todo un misterio a explorar, y que, para la NASA, que continúa recibiendo a diario información de las dos sondas Voyager, constituye una de las mayores joyas del universo.

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