Tras una investigación que se prolongó durante cuatro meses, Greenpeace recopiló varios indicios de que la tripulación del Nisshin Maru, buque-factoría de la flota ballenera, está involucrada en una red de contrabando de carne de ballena. Según la organización ecologista, los superiores de la tripulación, oficiales de la empresa que fleta el barco, y hasta miembros del Instituto de Investigación de Cetáceos (ICR) estaban al tanto de las operaciones ilícitas pero no hicieron nada por impedirlas.
"La información que hemos conseguido muestra que la escala del escándalo es tan grande que hubiera sido imposible que la compañía que opera el barco y el ICR no lo supieran", dijo en el comunicado Junichi Sato, coordinador de Greenpeace en Japón.
Greenpeace acusa además a la tripulación del ballenero de lanzar por la borda toneladas de carne de cetáceo al no disponer de suficiente capacidad de tratamiento y de haber comercializado carne de ballena procedente de ejemplares que presentaban tumores cancerígenos.
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