Chueca, de barrio marginado en los 80 a referente internacional: "Aquí solo venía la gente de mal vivir"

  • En los años 80 era el barrio degradado de Madrid.
  • El colectivo LGTB lo transformó en un lugar libre de drogas y delincuencia.
La plaza de Chueca (Madrid), durante las fiestas del Orgullo
La plaza de Chueca (Madrid), durante las fiestas del Orgullo
JORGE PARIS
La plaza de Chueca (Madrid), durante las fiestas del Orgullo

Eran los años 80. La cocaína, la marihuana, la heroína, el LSD...lo convertían en el punto neurálgico de la droga. Era, en otras palabras, la oficina de los camellos. Tenía las características propias de una zona del extrarradio, bien alejado del núcleo de la capital. Pero, según qué calles se tomasen, se podía llegar a ver cómo el anuncio de Schweppes -un emblema para el centro de la ciudad- coronaba la Gran Vía de la capital. Era Chueca, el barrio pobre y marginal de Madrid.

"Había atracos en todas las esquinas, ¡y puñaladas!, porque cuando metes drogas, hay de todo", explica Pilar Cristóbal, una mujer de 75 años que lleva toda su vida en el barrio. Para ilustrar cómo era durante aquellos años, la vecina recuerda la escena en la que Antonio Banderas, haciendo de Ricky, acude a la plaza de Chueca para pillar droga. "Quien haya visto Átame de Almodóvar lo sabrá", asiente.

Era fácil delinquir en Chueca. "Aquí no venía la Policía, la llamamos pero no venía nadie", dice. Pilar recuerda a Ángel Matanzo, un exconcejal del Ayuntamiento "que no consentía que los agentes viniesen aquí". Sin embargo, ocurrió lo que el Consistorio nunca hubiese imaginado: el profundo desinterés de las instituciones por recuperar el barrio permitió que, una de las minorías más castigadas del país, encontrase una zona libre de represiones y censuras. La comunidad LGTB se instaló en Chueca.

"Solo venía la gente de mal, y entre ellos la gente de mal vivir, que eran los homosexuales. Estábamos aquí porque era donde nos dejaban, no porque fuese un barrio positivo. Éramos unos marginados más", explica Miguel Ángel Sánchez, miembro de la Fundación Triángulo, en el documental Chueca: el orgullo de construir un barrio.

Así, sin mordazas, los homosexuales podían relacionarse y expresarse. Pilar recuerda la sensación de libertad: "Era el único lugar donde cualquiera podía estar sentada vestida de punkie sin que nadie te echara una bronca". Gracias a esa atmósfera, los gais y lesbianas pudieron fortalecer las bases de la comunidad que construyeron junto a bisexuales y transexuales.

Fue precisamente la consolidación de las personas LGTB en Chueca "lo que acabó con el estado de degradación, marginalidad y de frecuente tráfico de drogas en el que se encontraba la zona hasta finales de los ochenta", según indican varios autores que recoge el doctor en antropología, Ignacio Elpidio Domínguez, en su artículo A la sombra de Chueca. Alternativas a la visión dominante del Madrid LGTB.

De las personas que influyeron en la transformación del barrio destacan las que supieron ver en él un nicho de mercado. Entre ellas Mili Hernández, dueña de Berkana, la primera librería LGTB de España y América Latina. "Sólo había bares, saunas y discotecas. Berkana fue el primer negocio que generaba visibilidad diurna. Fue el motor, el embrión de Chueca", explica la librera. La tienda abrió en el 93, año en el que, según Hernández, el barrio "comenzó a despegar".

Con ese empujón la transformación de Chueca dio sus primeros frutos: la reivindicación dejó de pasar desapercibida. La instalación de escenarios y la participación de las carrozas expandieron el Orgullo más allá de la calle Pelayo. Mientras, los distintos colectivos LGTB actuaban para que la movimiento siguiese creciendo. La ola ya era imparable.

Llegó el siglo XXI, la legalización del matrimonio igualitario, la ola feminista y el reconocimiento de activistas como Pedro Zerolo o Empar Pineda. Como consecuencia, el número de personas que acudían a las fiestas de Chueca era cada vez mayor. La metamorfosis se aceleró. Algunos vecinos piensan que ha sido rápida y, en ocasiones, descontrolada. Este, critican, fue un proceso de carácter exponencial donde el carácter festivo arrasó con el reivindicativo.

Hoy sigue. Chueca presume de ser un referente internacional para miles de personas de la comunidad LGTB. Es un barrio que está de moda. Jorge Valencia, periodista de Somos Chueca, explica que existen consecuencias positivas, como su visibilización. Pero también las hay negativas. ¿La más preocupante? La turistificación.

Existe el peligro de que los alquileres turísticos "empiecen a echar a todo el mundo" convirtiendo "el centro en un gran hotel". Entonces, los que transformaron el barrio marginal en un espacio de libertad se verán obligados abandonar lo que ellos mismos construyeron. Y Chueca volverá a cambiar.

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