'El médico. El musical', una "ambiciosa" manera de oír la novela de Noah Gordon

Adrián Salzedo (centro) y el elenco en una escena de El médico. El musical.
Adrián Salzedo (centro) y el elenco en una escena de El médico. El musical.
NACHO ARIAS
Adrián Salzedo (centro) y el elenco en una escena de El médico. El musical.

Si tuviéramos que describir de forma sucinta el musical El médico, podríamos quedarnos con que es la traslación a la escena del libro homónimo; eso sí, "con un nuevo sonido bello y glorioso". La cita está extraída del texto que firma en el programa de mano Noah Gordon, autor de la novela publicada en 1986. El "sonido bello y glorioso" es obra de un compositor, director y pianista nacido en Moguer (Huelva) que no paró hasta conseguir el permiso del escritor estadounidense para poder armar el espectáculo que ahora se representa en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid. "Estoy oyendo mi libro", cuenta Iván Macías que le dijo el nonagenario Gordon tras escuchar una grabación del prólogo del musical. Y aceptó cederle los derechos.

"Estoy oyendo mi libro". No resulta difícil de creer. La composición de Macías parece, en efecto, salida de las páginas del best seller. Una amalgama de temas —ninguno menor, algunos sobresalientes— con notas de Oriente y Occidente, del siglo XI y del siglo XXI, próximas al pop y próximas al género lírico. Y así nació el primer show musical basado en El médico, en España e íntegramente en castellano, por lo que melodías y letras encajan sin el clásico artificio derivado de la traducción. Su estreno mundial tuvo lugar el pasado 17 de octubre, y ya aspiran a replicarlo en otros países europeos y latinoamericanos.

Como el libro, El médico. El musical cuenta la historia de Rob Jeremy Cole, un pequeño con un don para prever la muerte que queda huérfano en el Londres del siglo XI. Los años que Rob pasa con el cirujano barbero que lo 'apadrina' dan lugar a algunas de las mejores y más desenfadadas escenas del espectáculo, incluido el maravilloso número El barbero ya llegó —que tiene más adelante un celebrado reprise—. En el papel de Barber, Joseán Moreno exhibe capacidad vocal y tablas; en el del Rob niño nosotros vimos a Noelia Rincón, una jovencísima actriz con un desparpajo asombroso.

Mediado ya el primer acto, Adrián Salzedo, ágil y certero en toda la función, asume el rol del Rob adulto, que pronto inicia su periplo hacia la lejana Persia dispuesto a formarse en la academia del mejor galeno de la época.

Frente a otros grandes musicales en cartelera (como Billy Elliot, El rey león o Anastasia), El médico no va dirigido a un público familiar. No son ajenas a su trama cuestiones como el conflicto religioso entre judíos, musulmanes y cristianos, que se desarrolla con sonidos de clara inspiración oriental como base, como los de la genial y trepidante Canción de los estudiantes. Ni las guerras ni la ambición política ni el clasismo. Tampoco falta, claro, el romance de Rob y Mary —a la que da vida, con su encantadoramente peculiar registro, Sofía Escobar—. Ellos interpretan a dúo la sobrecogedora balada Escrito en las estrellas, de tan hermosa como pegadiza línea melódica.

En total, intervienen en cada función más de 30 actores, un elenco en el que nadie desentona y del que destacan, por citar a algunos, Alain Damas como el sha, Ricardo Truchado como Avicena y Juan Delgado como Karim. Los dirigen José Luis Sixto, que también asume la dirección escénica, y Francesc Abós, igualmente responsable de las coreografías.

El 'padre de la criatura', Iván Macías, habla de "una producción ambiciosa". Lo es; para muestra, el impecable vestuario que firma Lorenzo Caprile —modista de renombre y ya con notable currículum en el ámbito las artes escénicas— o los efectos mágicos del popular ilusionista Jorge Blass. Pero también por lo que entraña la ambición de deseo de llegar más lejos.

Parte de la calidad de El médico se queda por ahora en potencial debido a las características del teatro que lo acoge. Para empezar, el Nuevo Apolo le hace un flaco favor al sonido, con lo cual la orquesta, de 18 músicos, queda deslucida. La caja, por su parte, impide sacar el máximo partido a la escenografía, inteligentemente diseñada por Alfons Flores para recrear desde Londres hasta Persia, desde un desierto hasta el palacio del sha. Y tres cuartos de lo mismo ocurre con las coreografías cuando coinciden en el escenario decenas de actores y en sus movimientos se ven casi obligados a dar vueltas sobre sí mismos por lo reducido del espacio.

Al margen de las 'sobrevenidas' por el recinto, cuesta ponerle pegas, más allá de una ligera precipitación en el desenlace, a esta producción autóctona que, sin duda y en cualquier caso, vale la pena descubrir. La plaza de Tirso de Molina no es Lafayette Street, pero recuerden cuánto tardó Hamilton en dar el salto de allí a Broadway. Si existe un dios del espectáculo y al público no le falla el criterio, llegará el día en que la escenografía, las coreografías, el sonido y la orquesta de El médico brillen en el teatro adecuado. Y podremos decir: "Yo lo vi primero".

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