La fundación Migra Studium pone en marcha la campaña #hospitalaris con el objetivo de encontrar a 100 familias de la ciudad de Barcelona dispuestas a acoger en su casa a personas migrantes o refugiadas durante un máximo de 3 meses.

La campaña pretende ofrecer un acompañamiento integral a las personas que se encuentran desamparadas por el sistema. Migrantes o refugiados, generalmente hombres jóvenes que, al no recibir las ayudas o recursos necesarios para salir de la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran, acaban viviendo en la calle o en albergues municipales.

La ONG de Barcelona, emplaza a la ciudadanía a movilizarse en una red hospitalaria que consista en abrir las puertas a aquellas personas que han llegado a nuestra casa escapando de la pobreza, las mafias, los conflictos bélicos, o las persecuciones políticas.

La directora de Migra Studium, Mª de Carmen de la Fuente, ha recalcado que los que llegan a nuestra ciudad bajo estas circunstancias, merecen tener una acogida digna tal y como nos gustaría que nos acogieran a nosotros. De la Fuente, ha añadido que "la práctica de la hospitalidad" nos hace crecer y avanzar hacia una sociedad más humana y más justa".

Según los datos del Ayuntamiento de Barcelona, entre enero y julio de 2018 se atendieron a 4.567 solicitantes de asilo en el Servicio de Atención a las personas Inmigrantes, Emigrantes y Refugiadas.

Una cifra que va al alza año tras año y que está colapsando a un sistema que no tiene capacidad de respuesta. En todo el 2017 se atendieron a 4.405 personas mientras que el 2012 solo fueron 304 personas.

Además el solicitante de asilo tiene que esperar unos seis meses desde la solicitud formal de protección internacional hasta poder realizar la entrevista oficial cuando hasta hace poco, tenían una espera de entre tres o cuatro semanas. Un factor tiempo que juega en su contra y al que hay que sumarle dos meses más para entrar en un programa de acogida y añadirle seis meses más aún para conseguir un permiso de trabajo.

Por estos motivos, De la Fuente ha considerado la situación "de inaceptable e injusta" y ha reivindicado que "requiere de una respuesta política de todas las administraciones públicas".

El delegado de Jesuitas en Cataluña, Llorenç Puig, ha recalcado que delante "de aquellas políticas migratorias que atentan contra el derecho y la dignidad de las personas", es necesario dar un paso más en el camino de la acogida a través de valores como el acompañamiento, el empoderamiento, la humildad y el conmover, más allá de la necesidades básicas.

Puig ha considerado #hospitalaris como la manera de "contraponer la hostilidad que nos separa con la hospitalidad que nos une".

Este proyecto se puso en marcha el 2017 y ya cuenta con 27 personas que han sido acogidas por una veintena de familias.

El hogar que se ofrece a acoger, solo tiene que disponer de una habitación libre e intenciones de entablar relaciones de fraternidad con el acogido.

Sin embargo, es la fundación la que ofrece todo el apoyo práctico necesario y pone a disposición de las familias y los acogidos su equipo de profesionales que se encargan de hacer el seguimiento y la formación durante, antes y después del proceso de acogida.

Los migrantes o refugiados acogidos pueden estar hasta un máximo de tres meses con el fin de promover una rotación entre familias que "amplía su red de relaciones y les ayuda a afrontar los próximos pasos con más seguridad" ha explicado De la Fuente.

Los resultados demuestran ya la efectividad de la hospitalidad. Según Migra Studium, el 90% de las personas acogidas han conseguido hacer el salto a la autonomía, encontrando casa y trabajo.

Todas las familias valoran positivamente la experiencia, considerándola transformadora. Blanca Baurier, madre de una de las familias hospitalarias ha acogido ya a dos jóvenes, Ibrahim y Jassin. Blanca ha confirmado que "es una locura pero es una pasada, que merece la pena hacer".

Para la familia Bonmatí Baurier los acogidos son uno más de la familia y aseguran haber conseguido tener los ojos más abiertos, ser más empáticos y felices y sobre todo, haber aprendido mucho de los que consideran "héroes de vida".

Mamadú, un joven guineano de 28 años, ha cambiado la calle por un ambiente familiar que lo ha acogido y lo ha hecho sentir "muy bien", impulsándolo hacia un futuro mejor.