Si algo le faltaba a Wim Wenders para ser mencionado como artista total, ya lo tiene. El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), templo emisor de visados para entrar en el olimpo de la creación contemporánea, organiza un homenaje integral con el que solemniza al cineasta, fotógrafo y documentalista alemán más influyente del último medio siglo.

Wenders, que en agosto de 2015 cumple 70 años, es saludado por el museo como un creador decisivo en varios frentes y colaborador de una "variedad idiosincrática" de artistas, un "experimentador de todos los géneros narrativos" y un afamado repoblador mundo adelante de sus "muchas pasiones", desde el cine de corte clásico y esencial de Yasujiro Ozu y John Ford, hasta los cuadros sobre la soledad del siglo XX de Edward Hopper, pasando por las fotografías de Walker Evans, el blues del Delta del Misisipi, la coreografía de Pina Bausch y el diseño de moda de Yohji Yamamoto.

Para explicar las razones del homenaje, el curator de cine del museo neoyorquino, Joshua Siegel, observa que cualquier película de Wenders tiene carácter universal, porque sus obras "están habitadas por nómadas soñadores que descubren las limitaciones de su forma de ver el mundo y que, pese a andar a tientas y extrañados de los demás y de sí mismos, buscan momentos de epifanía".

Para mostrar al público la realidad de la tesis, el museo programa, entre el 2 y el 17 de marzo, la proyección de una veintena de largometrajes, documentales y cortos del alemán, que alguna vez ha puesto en duda las mieles del éxito, sugiriendo que toda obra de arte debe provocar un cierto grado de molestia o inquietud en el espectador: "Cuando alguien me felicita por mis trabajos, no lo considero como un cumplido, pienso que he debido fallar en alguna parte".

Además del interés de la proyección de algunos trabajos poco difundidos, como los cortos en 16 milímetros que rodó cuando estudiaba cine en Munich —previamente había cursado sin pasión Filosofía y Medicina y tanteado con la pintura y el grabado—, el gran gancho de la integral del MoMA es la presencia personal de Wenders durante la primera semana, a lo largo de la cual pronunciará charlas introductorias a una docena de películas.

Otro plato fuerte es el reencuentro, fijado para el 4 de marzo, entre el director y su viejo colaborador y guionista favorito, el escritor austriaco Peter Handke —coautor de los guiones de 3 American LPs (1969), La soledad del portero ante el penalti (1971), Falso movimiento (1975), y El cielo sobre Berlín (1987)—. Handke, sometido al ostracismo de buena parte de la intelectualidad europea por su postura durante la Guerra de los Balcanes, conciliadora con Serbia, conversará con Wenders antes y después de la proyección en una charla moderada por el escritor Ian Buruma.

La retrospectiva será inaugurada con la proyección, el 2 de marzo, de una copia restaurada de una de las mejores películas de Wenders, Paris, Texas (1984), una meditación sobre el camino, la carretera —la "gran metáfora de nuestra vida", según el director—, la imposibilidad del amor y la muerte de los ideales de libertad del Oeste de los EE UU. La película, basada en un guión de Sam Shepard, con música de Ry Cooder y referencias a los cuadros de Hooper y las fotos de la escuela de la Nueva Topografía de Robert Adams, ganó la Palma de Oro en Cannes.

También se presentarán copias restauradas de otros dos largometrajes indispensables: Alicia en las ciudades (1973), la primera road movie de Wenders, y El amigo americano (1977), donde realizó una adaptación libre pero efectiva de El juego de Ripley, la novela de Patricia Higsmith.

Desde el MoMA recuerdan que el cineasta nacido en Düsseldorf que acaba de ser homenajeado también por la Berlinale, que le ha concedido el Oso de Oro de Honor a toda la carrera, ha colaborado con gran cantidad de artistas de otras disciplinas, entre ellos U2, Nick Cave, Lou Reed y Laurie Anderson.