Helena Rubinstein, pionera de la "democracia" de la belleza

  • Durante el primer cuarto del siglo XX, pasó de ser una muchacha polaca de familia humilde a una poderosa empresaria gracias a sus cosméticos.
  • El Museo Judío de Nueva York explora cómo Helena Rubinstein (1872-1965) difuminó las fronteras entre el arte, el comercio, la moda, la belleza y el diseño.
  • La muestra revela además el papel de Rubinstein como mecenas del arte moderno y como coleccionista de escultura africana y de Oceanía.
Rubinstein lee sobre su cama, iluminada en su interior por fluorescentes y diseñada por Ladislas Medgyes a finales de los años treinta
Rubinstein lee sobre su cama, iluminada en su interior por fluorescentes y diseñada por Ladislas Medgyes a finales de los años treinta
Photo by Herbert Gehr/Time Life/Getty Images
Rubinstein lee sobre su cama, iluminada en su interior por fluorescentes y diseñada por Ladislas Medgyes a finales de los años treinta

Relegados a actrices y prostitutas, en los primeros años del siglo XX los cosméticos no agradaban a la clase media europea, pero Helena Rubinstein (1872-1965) tenía claro que la imagen que muchos tenían de los productos de belleza femeninos era errónea. Modelo de independencia, creía en el derecho de cualquier mujer a tener la apariencia que deseara, sin tener que ser rica o pertenecer a una clase social privilegiada para permitírselo.

"No hay mujeres feas, sólo vagas", solía decir con descaro aquella chica de tan solo 1,47 metros de altura. Su línea de cosméticos se convirtió en un imperio y ella pasó de ser una muchacha polaca de familia humilde a una poderosa empresaria. Una de las mujeres más ricas del mundo, consiguió difuminar las fronteras entre el arte, el comercio, la moda, la belleza y el diseño: retó los aspectos más conservadores del gusto y presentó sus cremas y cosméticos como una forma de democratizar la belleza.

El Museo Judío de Nueva York expone hasta el 22 de marzo Helena Rubinstein: Beauty Is Power (Helena Rubinstein: la belleza es poder), la primera muestra museística en explorar las ideas, la innovación y la influencia de la legendaria empresaria. La muestra se adentra además en la faceta de Rubinstein más cercana al arte: además una gran mecenas del arte moderno europeo y latinoamericano, también fue una importante coleccionista de escultura africana y de Oceanía.

Miniaturas de habitaciones de época, joyas, ropa de Balenciaga...

Las 200 piezas exhibidas (objetos, obras de arte y fotografías) revelan unbrillante enfoque empresarial, un carácter filantrópico e inquietudes culturales. El museo reúne una selección de pinturas y dibujos, dispersados en una subasta en 1966 tras la muerte de Rubinstein. Obras de importantes autores como Pablo Picasso, Frida Kahlo, Max Ernst, Joan Miró, Henri Matisse y Elie Nadelman se suman a 30 piezas escultóricas africanas y de Oceanía.

También destacan refinadas miniaturas de habitaciones de época y una serie de joyas y ropa de diseñadores punteros de la época como Balenciaga, Elsa Schiaparelli y Paul Poiret. En el interés —sin duda adelantado a su tiempo— que cultivó por la autopromoción, hay retratos de ella hechos por artistas destacados, desde Marie Laurencin a Andy Warhol pasando por Dalí y Man Ray.

Picasso, uno de los artistas favoritos de la mujer de negocios, fue uno de quienes más la retrataron. Hizo más de 30 dibujos de ella en 1955 y 12 de ellos se exhiben en la exposición. Las obras capturan una variedad de estados de ánimo de la modelo y representan algunos de sus objetos identificativos más notables: ropa, joyas, el característico moño, un porte elegante y decidido...

Al conjunto de exquisitas manifestaciones de arte y diseño se unen anuncios antiguos, productos cosméticos y películas promocionales relacionadas con el imperio de la belleza desarrollado por Madame, apodo por el que era conocida.

Triunfo en Australia

Rubinstein se hizo a sí misma y su vida revela una asombrosa escalada social y económica a pesar de las dificultades añadidas con que debía lidiar una mujer en el mundo de los negocios a comienzos del siglo XX.

Emigró a Australia desde su Cracovia natal en 1902, huyendo tras descubrir que su familia planeaba para ella un matrimonio concertado. Allí comenzó a vender cremas que traía en su equipaje y después empezó a elaborar las suyas basándose en los mismos ingredientes. Tras unos años abrió salones de belleza en Melbourne y Sidney y sus productos tenían tanta demanda que se pudo permitir dar el salto a Londres. En 1915, un año después de iniciarse la I Guerra Mundial se mudó con su marido a Nueva York, donde continuó expandiendo con una gran habilidad empresarial su línea de productos y salones de belleza.

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