"Ejemplaridad", transparencia"... Felipe VI da los primeros pasos para cumplir con su hoja de ruta

El príncipe Felipe y Letizia, con el papa Francisco.
El príncipe Felipe y Letizia, con el papa Francisco.
El príncipe Felipe y Letizia, con el papa Francisco.

"La Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza; y, para ello, velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social". Estas palabras las pronunció el rey Felipe VI en su discurso de posesión, el pasado 19 de junio. El nuevo monarca adquiría un compromiso para aumentar la rendición de cuentas y limpiar la dañada imagen de la monarquía española, que actualmente atraviesa sus peores registros históricos de popularidad.

Este lunes, poco más de un mes después, el máximo exponente de la Casa Real ha anunciado una batería de medidas y reformas para modernizar su funcionamiento. Así, entre otras cosas, se auditarán las cuentas de la Corona a partir del año que viene, se aprobará un código de conducta con principios de buen gobierno y se regulará por escrito la política de recepción y aceptación de regalos por parte de los miembros de la familia real. Además, sus integrantes solo podrán dedicarse de forma exclusiva a tareas institucionales y tendrán vetado el desempeño de empleos privados.

Si bien las alusiones en el discurso de Felipe VI respecto a la corrupción fueron como mucho tangenciales ("que los principios morales y éticos inspiren —y la ejemplaridad presida— nuestra vida pública"), los cambios anunciados este lunes van en la dirección de encontrar una mayor legitimación de una ciudadanía indignada por escándalos como el caso Nóos (en el que su hermana Cristina y su cuñado Iñaki Urdangarin están imputados) y el de las cacerías de su padre en Botswana.

A esta imagen de alejamiento de Felipe VI con el pasado contribuye la nueva configuración de la familia real, limitada ahora a Felipe, Letizia, Juan Carlos, Sofía y las dos infantas Leonor y Sofía. Anteriores miembros como las infantas Elena y Cristina ya no son parte de la institución oficial, y no tendrán representatividad ni responsabilidad al respecto.

Cal y arena con el laicismo

Durante su proclamación como Jefe del Estado, fue interpretado como un avance laicista el hecho de que el rey jurara su cargo sobre un ejemplar de la Constitución Española, y no sobre una Biblia, tal como había hecho su padre al tomar posesión casi cuarenta años antes. Favoreció esta idea el hecho de que también durante el acto no se exhibieron crucifijos o símbolos religiosos, como sí se ha hecho en otros casos.

Este aparente giro hacia fortalecer la aconfesionalidad del Estado (a partir de la figura de su máximo representante) sufrió un contratiempo poco después, con el primer viaje oficial al extranjero del nuevo monarca. Felipe y Letizia viajaron al Vaticano y fueron recibidos por el Papa Francisco, que les recibió el pasado 30 de junio. Una visita que es una tradición de los reyes españoles, quienes suelen acudir a la Santa Sede en la primera ocasión que pisan suelo foráneo.

En otro guiño a la tradición católica, la princesa Letizia acudió a la recepción con Francisco I vestida por entera de blanco. Lo hizo por el llamado 'Privilège du blanc', una virtud por la que sólo las reinas de países establecidos como católicos pueden saltarse el protocolo general que impide este color en los encuentros con el Papa. Así, la vinculación de la monarquía española con la Iglesia Católica habría permitido a la reina este privilegio, que se hizo explícito cuando Letizia decidió escoger precisamente este color.

Encuentro con el colectivo gay

El primer acto oficial del nuevo Jefe del Estado fue acompañar a las víctimas del terrorismo, a las que apoyó públicamente y a las que quiso manifestar su "inmenso respeto". Sin embargo, apenas tres días después otro encuentro del monarca rompía con cuarenta años de olvido: Felipe VI se reunió con colectivos de gays, lesbianas y transexuales, a los cuales su padre nunca había recibido en audiencia pública.

Si bien los representantes de estas organizaciones reconoció la importancia de estar presentes en un acto así, este hito histórico se vio tapado por el hecho de que el encuentro no fue exclusivo, ni mucho menos. Bien al contrario, en el Palacio de El Pardo se aglutinaron hasta 350 personas de organizaciones distintas, pertenecientes a asociaciones de personas con discapacidad, bancos de alimentos o gitanos, entre otras.

Gestos con Cataluña

En plena crisis territorial por el desafío soberanista emprendido en Cataluña (se planea una consulta el próximo 9 de noviembre), el rey hizo mención ya en su discurso a que en España "caben todos", y lo finalizó dando las gracias en todas las lenguas oficiales. A finales de junio, Felipe VI se presentó en Cataluña, donde animó a reivindicar el uso del catalán: "Es una lengua que, en diálogo y convivencia permanente, sincera y enriquecedora con el castellano, es un elemento sin el que no es posible comprender la cultura", aseguró.

El jefe de la Corona, durante la entrega de los premios de la Fundación Príncipe de Girona, quiso mostrarse cordial e integrador, insistiendo en el hecho de que los catalanes son gente "respetada, admirada y querida" en España. Felipe VI se encontró con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, con quien se saludó cordialmente. Pocos días antes este mismo líder autonómico había aplaudido con pesadumbre (acompañado por Iñigo Urkullu) el discurso y la proclamación del nuevo monarca.

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