La idea central de las cuarenta imágenes —una chica semihundida en el barro, un joven acostado en el recinto cóncavo de una antena parabólica, un niño que acerca a la cámara un pescado con gesto de asombro, un hombre encaramado a una máquina de asfaltado de carreteras...— está tomada de una idea del cineasta ruso Andréi Tarkovskyi: "la belleza siempre es verdadera". Como el afamado poeta de las imágenes en movimiento —autor también de evocadoras fotos que desnudan al mundo de toda inmundicia y lo transforman en una arcadia todavía no perdida—, estos cuatro fotógrafos de la República Checa secundan la afirmación.

El título de la propuesta común que presentan en Nueva York delimita el paisaje emocional y físico por el que se mueven Roman Franc, Gabriela Kolčavová, Vojtěch V. Sláma y Ondřej Žižka. YOU. Never Too Close (TÚ. Nunca demasiado cerca) reivindica la importancia del otro y su cercanía al resaltar el pronombre inicial en letras de caja alta y declara un amor incondicional por el acercamiento fotográfico a lo querido. Nunca estarás demasiado cerca para mí y mi cámara, siempre intentaré aproximarme más, parecen exclamar.

Los cuatro fotógrafos checos, todos nacidos y educados en Brno, la segunda ciudad en importancia del país centroeropeo, exhiben la colectiva hasta el 27 de abril en el Czech Center de Nueva York. Las fotos demuestran al menos dos verdades rotundas: los autores son amigos —hay una paleta cromática común y un interés por los mismos temas, sobre todo una intimidad levemente onírica— y juegan con las mismas reglas fotográficas —las imágenes carecen de artificios y apuestan por la naturalidad sin tratamientos posteriores—.

"Los sujetos de todas las fotografías son personas a las que el fotógrafo dice: 'TÚ", comenta el coordinador de la muestra, Jan Fišer. "El fotógrafo no es capaz de mantener la distancia con el mundo en que están sus modelos, debe acercarse, pero el acercamiento nunca será suficiente. La cámara lo hace imposible", añade intentando mostrar la paradoja de quien desea inmiscuirse pero no puede porque toda foto conlleva una mirada que, al menos en parte, es falaz: mirar a través de un artilugio óptico no es ejercer la mirada y empuja al modelo a saberse capturado.

Aún así, los cuatro miembros del colectivo, cuyas edades van de los 31 a los 45 años, consiguen un "equilibrio" y muestran "los lugares mágicos donde viven y existen sus seres queridos". Las imágenes se balancean en los bordes del esteticismo formal, pero no dejan de lado la "autencidad" de "una vida que siempre parece dispuesta a posar ante la lente aunque sabemos que no se trata de una pose, porque esa vida continuará discurriendo exactamente igual tras la foto".