"Quería tener un hijo, sí, pero no a cualquier precio; no a costa de mi salud física y psíquica"

  • Tres mujeres españolas cuentan su experiencia con el aborto en las distintas etapas legales: cuando era ilegal, bajo la ley del 85 y con la de 2010.
  • Coinciden en que la decisión de la mujer debería respetarse y que restringir este derecho provoca inseguridad y graves secuelas en la salud física y psicológica.
  • El Gobierno ha aprobado en Consejo de Ministros el anteproyecto de ley de protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada.
Una adolescente en una consulta de una clínica donde se practica el aborto.
Una adolescente en una consulta de una clínica donde se practica el aborto.
EUROPA PRESS
Una adolescente en una consulta de una clínica donde se practica el aborto.

El Gobierno ha aprobado este viernes en Consejo de Ministros el anteproyecto de ley de protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada, que sustituirá a la actual legislación que permite la libre interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14.

Tres mujeres españolas cuentan su experiencia con el aborto en las distintas etapas legales: cuando era ilegal, bajo la ley del 85 y con la de 2010.

Ariana, 39 años: "Fue muy doloroso, pero no era el momento ni las maneras"

Abortó en Madrid en 2012 bajo la ley de 2010. Es la primera vez que Ariana (nombre ficticio) habla del tema desde que abortó, en abril de 2012. "Es algo que tenía muy escondido, muy adentro. Fue muy doloroso y no quiero que nadie me juzgue por mis circunstancias personales", afirma. Ella siempre había querido ser madre, pero la vida, que sigue su propio curso, hizo que su deseo se viera cumplido en su peor momento. Acababa de separarse, trabajaba 11 horas al día por 1.200 euros y vivía de prestado en casa de una amiga. Y así, con la vida patas arriba, se fue a enamorar de la persona equivocada.

"Al principio me hizo muchísima ilusión, me hubiera encantado tenerlo", explica. Intentó quedar con el hombre que la había dejado embarazada para comunicarle la noticia, sin éxito. "Le dije que tenía algo muy importante que contarle, pero me contestó que no podíamos vernos porque tenía un cumpleaños y luego estaría dos días de resaca". Las excusas se fueron sucediendo y la realidad se impuso. "¿Cómo voy a hacerlo yo sola?", se dijo entonces. "No tengo familia aquí, no podía mantenerlo y tampoco quería que el padre fuera alguien a quien nada de eso le importaba. No quería eso para mi hijo".

"Todo era muy complicado, no era el momento ni las maneras de hacerlo, estaba en unas circunstancias muy difíciles a nivel emocional". "Quería tener un hijo, sí, pero no a cualquier precio; no a costa de mi salud física y psíquica", dice visiblemente emocionada. En esa situación, poder abortar libremente sin tener que darle explicaciones a nadie y sin sentirse juzgada fue para ella lo mejor que le pudo pasar. Estaba de 11 semanas. "Me sentí muy triste y muy sola". "Me acompañó una amiga, pero una mujer siempre aborta sola", afirma.

Y llegados a ese punto, al pensar en la nueva ley, la emoción se torna enfado e indignación. "Es un retraso brutal tener que volver a pedir permiso, tener que dejar tu futuro y el de tu hijo en manos de unas personas ajenas, que no te conocen de nada y no tienen ningún derecho a decidir por ti. Es un ataque frontal a la libertad", sentencia. "No se puede obligar a alguien a tener un hijo cuando no lo desea. Si alguna mujer opta por ser madre soltera que sea porque ella lo elige, no porque se lo impongan".

Ariana tiene claro, además, que ninguna ley, por muy restrictiva que sea, la hubiera hecho cambiar de opinión. "La que quiere abortar aborta igual. Yo hubiera sacado el dinero de donde fuera, pero lo hubiera hecho igual. Solo que hubiera sido doblemente jodido: fuera de mi casa, de mi país y con un idioma desconocido. Me habría sentido tres veces más sola, pero hubiera abortado igual, no me arrepiento en absoluto". Hoy está felizmente emparejada y está intentando quedarse embarazada. Ariana no habría podido abortar con la nueva ley del aborto.

Lucía, 27 años: "Era la única salida, y no fue fácil"

Abortó en Sevilla en 2008 bajo la ley de 1985. Lucía vivía en pareja y su embarazo era "muy deseado". A las doce semanas de gestación le detectaron un pliegue nucal demasiado ancho. "Era muy llamativo", cuenta. En la siguiente ecografía le dijeron que había un problema con la fecha de su embarazo. El bebé era tan pequeño que ahora decían que estaba en la semana diez. Con ese nuevo dictamen le retrasaron la prueba de la amniocentesis. Resultó que el feto venía con una 'tetrasomía 9', un pie del gen del Síndrome de Down que era incompatible con la vida.

Los médicos le dijeron a Lucía que podía terminar la gestación, pero el recién nacido moriría en unas cuantas horas o días, como mucho. "Entonces me dicen que en Murcia, ciudad en la que vivo, no hay conciertos con clínicas para el aborto. Que además estoy de más semanas de las que pensaban y que voy pillada de tiempo. Con todos los trámites, me puse en la semana 22. Casi me quedo fuera de plazo. Por eso tuve que pedir ayuda a un familiar que me coló en una clínica de Sevilla, sino me quedo sin cobertura legal. (La ley del 85 ponía el límite al aborto por malformación fetal precisamente en la semana 22). "Gracias a mi familia pude resolver la situación, los médicos no me lo pusieron fácil".

Lucía dice que se sintió "abandonada". "Sentí incluso persecución médica", afirma. "En una de las ecografías que me hicieron se juntaron un montón de ginecólogos porque mi caso era muy atípico. Fue inhumano. Todos allí dispuestos para investigar, ninguno para ayudarme. Fue una lavada de manos impresionante", denuncia.

Lucía cree que con el aborto "hay un oscurantismo y un tabú social todavía muy fuerte". Cuando ella contó su caso en la familia, enseguida brotaron casos parecidos que nadie había compartido antes.

Sobre la posibilidad de que la nueva ley prohíba abortar por el supuesto de malformaciones fetales, dice que cuando ella lo vivió "era la única salida, y una salida que no fue fácil. Hay que digerir la decisión, perdonártelo. Pasar tu duelo, tu proceso de culpa. Es algo muy fuerte". Además, socialmente también critica esta decisión. "Este tipo de niños, si nacen, necesitan muchos cuidados y las ayudas son escasísimas. Si lo apoyasen y ayudasen aún, pero es que luego te dejan sola".

Considera en cualquier caso que restringir con una ley de supuestos la libertad de decisión de las mujeres "quitará capacidad de recuperación emocional a las personas". " Es una hipocresía, van a abortar los de siempre, los que puedan permitírselo".

*Para poder abortar con la nueva ley, Lucía habría tenido que acreditar que, de no hacerlo, hubiera sufrido un daño psicológico importante y duradero. Para ello, habría tenido que contar con el informe favorable de dos médicos de dos centros distintos, diferentes a aquel en el que tendría lugar la interrupción del embarazo. Necesitaría, además, otro informe que probara la patología del feto de acuerdo con la Comité de Bioética de España. Eso hasta la semana 22, pero como ella ya la cumplió, en realidad no habría podido abortar, sino que habría tenido que someterse a un parto inducido (para ver cómo su hijo moría a las pocas horas).

Celia, 59 años: "Las españolas todas mentirosas, dijo el médico francés"

Abortó en París en 1977. Entonces el aborto era ilegal. Celia (nombre ficticio) estudiaba medicina y formó parte del grupo que comenzó a practicar abortos en casa en Valencia en los años previos a la ley del 85. Ella misma vivió en primera persona la situación del aborto meses antes. Tenía 23 años e intentó abortar en Barcelona, donde acudían, varias veces al año, grupos de médicos franceses a asistir en interrupciones del embarazo a las españolas de forma clandestina. Se traían dos aparatos de aspiración y no permitían que abortara alguien que hubiera tenido enfermedades contagiosas, como la hepatitis que había sufrido Celia seis meses atrás. No lo permitían porque en los pisos donde se abortaba no contaban con las medidas de higiene que hay en las clínicas.

Así que Celia tuvo que montarse en un coche, escondida por grupos de la izquierda antifranquista, para pasar la frontera sin enseñar el pasaporte y llegar a una clínica sindical de París, donde ahí sí pudieron realizarle el aborto. Ella recuerda que ya en la mesa de operaciones, el médico que le practicó el aborto por aspiración dijo "las españolas, todas mentirosas", con un pésimo castellano. El doctor, sarcástico, se refería así al hecho de que la mayoría de las mujeres que acudían desde España clandestinamente a abortar, como Celia, estaban embarazadas de más semanas de las permitidas. "Yo dije para ser admitida que estaba de diez semanas en lugar de las doce reales", reconoce.

Sobre los motivos por los que Celia abortó, dice sencillamente que "el momento no era el oportuno para tener el hijo". Celia es hoy madre de dos niños y sigue vinculada a la planificación familiar, trabajando en una clínica que practica abortos pero también partos naturales. "No tenía ningún interés en el asunto y, afortunadamente, estaba informada y apoyada", continúa sin explayarse, como si no creyera que hubiera nada más que explicar.

En la misma clínica de París había otras cuatro o cinco españolas más abortando, recuerda. Era una situación bastante normal. Celia tardó varios días en regresar a España, los que tardaron sus camaradas en recaudar el dinero para un billete de avión. En el aeropuerto, la persona de la puerta de embarque enseguida comprendió a qué había ido Celia a París. "¿Has venido a abortar no?", cuenta que le preguntó, "Pues corre que pierdes el vuelo, le dijo. "Me debió ver la cara de pardilla, pero es que por entonces era habitual que jovencitas salieran a abortar fuera de España". A su regreso, Celia ayudó a otras mujeres a abortar sin tener que pasar por la odisea de varios días de viaje para decidir el destino de su vida.

La ley que viene, que prohíbe el aborto libre y recupera los supuestos despenalizados, traerá a su juicio "gravísimas consecuencias a los derechos de las mujeres y graves secuelas a su salud". Para ella es un paso atrás, "sin duda". Y teme que con ella se agrandará la bolsa de mujeres que recurren a curanderos. Además, alerta de que si se vuelve a exigir a las mujeres un informe psiquiátrico volverán situaciones tan kafkianas como las que ella ha vivido recientemente: "La típica pareja que va junta a abortar y diez años después, con dos hijos se separa.  El hombre entonces en el juicio de la custodia aporta el informe psiquiátrico del aborto al juez y la mujer pierde sus derechos". Ese es el día a día de muchas mujeres, denuncia.

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