Raptada, torturada y amenazada de muerte por denunciar los abusos e impunidad en Colombia

  • La periodista Jineth Bedoya fue secuestrada, torturada y violada en 2000 por tres paramilitares.
  • Sus agresores no han sido condenados por estos delitos, a pesar de que su caso fue declarado crimen de lesa humanidad.
  • Compagina el periodismo de investigación con su tarea como activista en defensa de los derechos de las mujeres víctimas de violencia sexual en Colombia.
  • Viaja en dos coches blindados y con cinco escoltas desde hace trece años.
La periodista Jineth Bedoya es hoy una activista por los derechos de las mujeres víctimas de violencia sexual en Colombia. En 2000 fue secuestrada, violada y torturada.
La periodista Jineth Bedoya es hoy una activista por los derechos de las mujeres víctimas de violencia sexual en Colombia. En 2000 fue secuestrada, violada y torturada.
Pablo Tosco/Oxfam Intermón
La periodista Jineth Bedoya es hoy una activista por los derechos de las mujeres víctimas de violencia sexual en Colombia. En 2000 fue secuestrada, violada y torturada.

16 horas, con sus 960 minutos y sus 57.600 segundos. 16 horas de secuestro, violaciones y otras torturas. El escenario, la Colombia del año 2000, en pleno recrudecimiento del conflicto armado. Los agresores, tres varones, supuestamente paramilitares. La víctima, una mujer de 26 años, periodista.

Jineth Bedoya investigaba para el diario 'El Espectador' una historia de tráfico de armas que involucraba tanto a la Policía como a los paramilitares de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Un paramilitar encarcelado la citó el 25 de mayo en la prisión La Modelo de Bogotá para concederle una entrevista en relación a otro asunto. Bedoya nunca llegó a cruzar el umbral de la cárcel. Tres hombres la metieron en un coche. 16 horas después, la arrojaron a una cuneta. Salvó la vida, aunque estaba condenada a muerte; pero esto sólo lo supo horas después de su liberación.

Bedoya es una mujer vivaz, expresiva, enérgica, cargada de tanta fuerza que una se pregunta cómo es posible que le quepa en ese cuerpo menudo. Al escucharla, cualquiera diría que esas 16 horas de hace 13 años quedaron atrás hace tiempo. Hasta que se rompe. Y en ese momento todo es más acorde con su complexión física, aunque sus grandes ojos recuperan casi de inmediato ese brillo, ese coraje que la ha llevado a ser una firme activista en defensa de las mujeres víctimas de la violencia sexual en Colombia, ya sea dentro del marco del conflicto armado o fuera de él.

Pasar al ataque

Jineth Bedoya trabaja hoy para el diario 'El Tiempo' y es consciente de la importancia de que alguien como ella, con voz, con influencia, dé visibilidad a esa violencia contra las mujeres, tan instalada en la sociedad colombiana: "Yo tengo una ventaja: soy una periodista reconocida, puedo ejercer presión y crítica de manera pública".

Es su manera de "cambiar el discurso", un salto cualitativo que ella reivindica como una manera de "pasar al ataque". "Nos reunimos siempre las mismas mujeres víctimas, nos conocemos todas... Siento que quemamos ya la etapa de llorar, contando nuestros casos, quejándonos de la impunidad", explica.

Por eso sus investigaciones periodísticas son el mejor argumento contra el machismo reinante en Colombia y contra la inacción de las instituciones públicas. El pasado 25 de mayo, coincidiendo con el aniversario de su secuestro, Bedoya publicó una información sobre el reclutamiento de niñas de 13 a 16 años en Medellín para prostituirlas en zonas de minería. La periodista hizo pública esta investigación ante las autoridades locales dos días antes de publicarla en El Tiempo. "Al alcalde lo sigo apretando: 'señor alcalde, qué pasa, usted no hizo nada aún con esas niñas...'", cuenta Bedoya, "pero nadie hace nada".

Es el relato del día a día en Colombia, de una impunidad que en los casos de violencia sexual en el marco del conflicto armado alcanza casi el 99%, según denuncia la campaña de la ONG Oxfam Intermón Violaciones y otras violencias: Saquen mi cuerpo de la guerra. Y es también el relato de los últimos 13 años de Jineth Bedoya: sus agresores comparecieron ante instancias judiciales, admitieron haber participado en su secuestro (aunque no en su tortura y violación) y la Fiscalía General de Colombia declaró su caso hace apenas un año crimen de lesa humanidad (los delitos no prescriben). Pero cuando se le pregunta por la posibilidad de que los encarcelen por los delitos que cometieron contra ella, Bedoya baja la mirada, la fija en el suelo y sonríe con una cierta displicencia, moviendo la cabeza lentamente. "No creo que haya condena".

La vida de esta periodista ha dado otros dos vuelcos radicales tras los acontecimientos de aquel año 2000. En 2003, cuando volvió a ser secuestrada, en este caso por la guerrilla. Y, definitivamente, en 2009, cuando Oxfam Intermón la animó a contar públicamente su historia y a poner rostro y voz a la campaña 'Saquen mi cuerpo de la guerra'.

Durante esos nueve años de silencio, Bedoya se refugió en el periodismo, aunque sin compartir sus vivencias. Dice que fue su trabajo el que la sacó de la profunda depresión en la que cayó tras contarlo. Aún sigue parapetada de alguna manera tras él. Es su escudo, pero también su arma más poderosa para luchar contra lo que han sufrido esas casi 490.000 mujeres que, según Oxfam Intermon, han sido víctimas de la violencia sexual durante este conflicto armado.

"Escuché la retransmisión de mi propia muerte"

"Fue terrible. Un shock nacional". Lo hizo público primero en Europa, luego en un programa televisivo de máxima audiencia en Colombia. "Muchos conocidos míos se enteraron así por primera vez", relata. "Ese día tuve 6.000 seguidores nuevos en Twitter, la centralita del periódico se colapsó de llamadas de mujeres... Hubo un efecto dominó". Tan sonoro, tan demoledor, que se llevó por delante la relación con su novio y su hasta entonces inminente matrimonio. "Él sí lo sabía todo, pero esto nos arrasó".

La dejó un día antes de que Bedoya acudiera a identificar a uno de sus agresores después de que una llamada telefónica delatara a uno de sus secuestradores, que estaba en prisión por otra causa: "Él admitió el caso, contó con detalle todo lo que me hicieron y cómo planeaban matarme: escuché allí la retransmisión de mi propia muerte".

Pero Bedoya salió viva. Su vida desde entonces ha sido de alguna manera una huida hacia adelante, espoleada por aquellas cuyos derechos defiende: "Lo que me levanta es ser la voz de tanta gente". Apenas duerme tres horas al día. Compagina sus investigaciones periodísticas (acaba de terminar un libro sobre narcotráfico, por los 20 años de la muerte de Pablo Escobar y la caída del cartel de Medellín) con su activismo, en el que ahora trata de implicar a los hombres ("ellos lideran el 98% del problema", dice). Ha conseguido que futbolistas de primer nivel graben un vídeo contra la violencia contra mujeres; logró exhibir en los principales estadios de fútbol del país una enorme pancarta con el lema de la campaña que ella promueve, "No es hora de callar"; organizó y presentó uno de los conciertos 24-0 ; edita libretas con ese lema y reparte pulseras con la misma frase... Convence a quien se le pone por delante para que apoye su causa.

La razón de semejante hiperactividad es simple y devastadora: "Siento que estoy en una carrera contra el tiempo, no sé hasta cuándo voy a vivir. Por eso hago tantas cosas a la vez, por eso sacrifico mi vida personal: tengo que seguir trabajando y apoyando a todas las mujeres que me llaman y me piden ayuda".

A las puertas del restaurante bogotano donde tiene lugar esta entrevista la esperan ya dos enormes coches blindados y sus cinco escoltas. Así, un día tras otro desde hace 13 años. Ha tenido la oportunidad de salir del país en numerosas ocasiones, sobre todo desde que en 2012 Hillary Clinton y Michelle Obama le hicieran entrega en Nueva York del Premio Internacional a las Mujeres Coraje. Le han ofrecido asilo político en Europa, becas en Harvard, vivir en Berlín... Pero Bedoya tiene claro dónde está su sitio: "Yo no tengo por qué huir, y menos ahora que estamos en un proceso [en referencia a los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC], ahora que estamos empoderando a las mujeres, dando conciencia a los hombres. Prefiero morir de un balazo en Colombia que de depresión en Europa".

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Información adicional:

Sólo dos casos de periodistas en Colombia han sido declarados crímenes de lesa humanidad: los de Jineth Bedoya y Guillermo Cano. Este último fue asesinado por sicarios en 1986.

Informe sobre el estado de la libertad de prensa en Colombia, 2012 (Fundación para la Libertad de Prensa).

Cifras e indicadores sobre las violaciones de los derechos de los periodistas en Colombia (Fundación para la Libertad de Prensa).

Documental sobre la situación de la mujer en Putumayo (Colombia), con la participación de Jineth Bedoya.

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