Vecinos de Madrid tapian puertas de pisos vacíos para evitar que ocupen ilegalmente sus edificios

  • La ocupación ilegal de viviendas vacías se extiende por toda la región: PAU de Vallecas, Alto de San Isidro, Fuencarral, Parla, Valdemoro, entre otros.
  • Los vecinos denuncian problemas de convivencia: "Algunos son familias necesitadas, pero otros crean conflictos", aseguran en un edificio de Fuencarral.
  • Se sienten desamparados por las administraciones y ya toman medidas por su cuenta, como tabicar puertas y ventanas para evitar la entrada de extraños.
  • Las ocupaciones de pisos públicos desbordan al Instituto de la Vivienda de Madrid.
Paloma Hernández, presidenta de la comunidad de Llano Castellano 22-C, mostrando una vivienda ocupada.
Paloma Hernández, presidenta de la comunidad de Llano Castellano 22-C, mostrando una vivienda ocupada.
JORGE PARÍS
Paloma Hernández, presidenta de la comunidad de Llano Castellano 22-C, mostrando una vivienda ocupada.

Hace poco más de dos años, los vecinos del número 22 de la calle Llano Castellano (una promoción pública del Ivima en Fuencarral) comenzaron a ver con inquietud un trasiego sospechoso de gente extraña por su colonia. Pronto descubrieron que estaban ocupando decenas de viviendas que habían quedado vacías al no poder adjudicarse. "Avisamos al Ivima, que es el propietario, para que tomara medidas y los desalojara. Pero no hicieron nada. Así que decidimos poner una solución por nuestra cuenta: nos juntamos varios vecinos y tapiamos las puertas de casas vacías con ladrillos, cemento e incluso hierros", recuerda Gumersindo, uno de los instigadores de esta acción vecinal.

A los que ya habían ocupado ilegalmente las viviendas no los pueden echar. "Pero al menos sí podemos evitar que se cuelen en otras casas y conviertan esto en una colonia okupa", explica Paloma Hernández, presidenta de la comunidad de vecinos del 22-C. "Al Ivima le importa tres narices lo que pasa aquí. Si no puede echarlos, al menos que cuide que cumplan con sus obligaciones. Hicimos escritos, seguimos todos los pasos lógicos, pero no hubo una respuesta aceptable. Así que nos liamos con los ladrillos y convertimos las casas vacías en búnkeres", asegura Gumersindo.

En cualquier caso, reconocen que no todos los ocupantes ilegales son conflictivos. "Hay familias con niños pequeños. Necesitan un sitio para vivir. Yo eso lo entiendo. Este tipo de personas a mí no me estorban. Los que me molestan son los que incumplen las normas de civismo. En realidad, nuestro problema no es con ellos, es con el Ivima, que tiene que responder a sus obligaciones", recuerda Paloma. Este periódico intentó hablar con los ocupantes para conocer su situación personal, pero se negaron a mantener una conversación.

El tapiado de las puertas es la solución que los propietarios han encontrado. Pero se les puede volver en contra. El dueño de las viviendas (en este caso, el Ivima) les podría denunciar por provocar daños en su propiedad. "Sabemos que roza la ilegalidad, pero no nos queda más remedio. Hay que poner alguna solución", cuenta Amancio, otro de los vecinos. "Además, el Ivima lo sabe y hace la vista gorda. A ellos les hacemos un favor, porque no se meten en sus casas", añade Gumersindo. Ahora, las viviendas ya están destapiadas, debido a que el Ivima ha cedido los inmuebles a otras familias.

Otras comunidades de vecinos de la región se están organizando para hacer frente a las ocupaciones masivas. A mediados de enero, los propietarios de chalés en Parla Este comenzaron a realizar brigadas vecinales por su barrio, tras la ocupación ilegal de una decena de adosados. En otra promoción del Ivima en Fuencarral, cerca de Herrera Oria, los vecinos "hacen vigilancia nocturna por miedo a que se metan en sus casas". En Valdemoro, donde han ocupado una colonia entera de 50 adosados, los propietarios legales miran con inquietud a sus nuevos vecinos, aunque en su caso la práctica totalidad son familias necesitadas que no provocan conflictos.

En el caso de Valdemoro, los ocupantes ilegales son familias necesitadas de un techo que no dan problemas en su vecindario. Pero en otros casos, provocan molestias en los edificios. Los habitantes de Llano Castellano, 22, se declaran hartos: "En mi edificio hay 16 viviendas y tres de ellas están ocupadas. Muchos de ellos no son gente civilizada. Pegan patadas a las puertas, tiran excrementos por la ventana, arañan el ascensor, hacen ruido, fuerzan la puerta del contador de agua y se enganchan al suministro,...", se queja Rafael.

Enfrentamientos vecinales

Nieves, incluso, está atemorizada. En su piso hay dos viviendas: una es la suya y la otra está ocupada por unos extraños. "Antes de salir de mi casa miro por la mirilla para no encontrarme con ellos en el descansillo", asegura la mujer. La situación en el vecindario ha llegado a crear enfrentamientos entre legales e ilegales: "La culpa es del Ivima, que no se responsabiliza. Nos toca a nosotros enfrentarnos a ellos y algún día tendremos problemas", advierte Gumersindo.

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