El 'decretazo' de Morsi evidencia la fractura de Egipto, un país que espera una 'Constitución milagro'

  • El presidente egipcio, Mohamed Morsi, se ha atribuido poderes por encima de los jueces para blindar la futura Constitución, que se vota este jueves.
  • La oposición lo acusa de querer ser como Hosni Mubarak, el dictador que renunció tras las revueltas de enero de 2011; la Plaza de Tahrir bulle en protestas.
  • La lucha por el poder entre los Hermanos Musulmanes de Morsi y los militares es evidente; la deriva islamista del país preocupa a Occidente.
Manifestantes egipcios acampan en la plaza Tahrir de El Cairo durante una protesta contra el "decretazo" del presidente egipcio, Mohamed Morsi.
Manifestantes egipcios acampan en la plaza Tahrir de El Cairo durante una protesta contra el "decretazo" del presidente egipcio, Mohamed Morsi.
EFE/KHALED ELFIQI
Manifestantes egipcios acampan en la plaza Tahrir de El Cairo durante una protesta contra el "decretazo" del presidente egipcio, Mohamed Morsi.

Hay un chiste que estos días triunfa en Egipto y recorre las redes sociales: "Nombre: Mohamed Morsi. Profesión: Hosni Mubarak". Otros llaman al presidente del país, directamente, "faraón". El reciente decretazo que, entre otras cosas, blinda sus decisiones de forma retroactiva ante el poder judicial, le ha convertido en un dirigente casi intocable. En Occidente y desde organismos como el FMI o la ONU impera la cautela.

Los argumentos de Mohamed Morsi, vencedor en las primeras elecciones democráticas tras la Primavera árabe egipcia, pasan hoy por garantizar la elaboración de una Constitución sin interferencias de los partidarios del exdictador Mubarak, militares incluidos. "Ha sido un malentendido", ha dicho el ministro de Justicia, Ahmed Meki, quitándole importancia a la acumulación de autoridad.

Pero los ciudadanos no lo han recibido así: la plaza de Tahrir, símbolo de la revolución de enero de 2011, bulle de nuevo demandando una tercera vía.

¿Qué está haciendo Morsi? "Está intentando tener poder de verdad", explica a 20minutos.es Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). ¿No lo tiene? Trata de "abrirse espacio para no convertirse en una figura decorativa", explica, añadiendo que quien manda todavía es el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que se encargó del Gobierno tras la renuncia de Mubarak.

Privilegios militares intactos

Tras proclamarse vencedor de los comicios el pasado 25 de junio, Morsi —por cierto, un civil— dio un golpe de mano y relevó a la cúpula militar, pero para Núñez el movimiento no tuvo la importancia que parecía. Le parece significativo que los militares "aceptaran" la decisión sin rechistar, algo que achaca a que sus "privilegios" siguieron intactos. Además, recuerda, "son el principal actor económico del país".

Los militares controlan empresas en varios sectores que representan el 25% del PIB, según el investigador de FRIDE Moataz El Fegiery, y poseen una interlocución directa con Estados Unidos, que les concede una ayuda anual de 1.300 millones de dólares, la segunda más cuantiosa que da a unas fuerzas armadas; la primera es para las de Israel, confirma a 20minutos.es Olga Rodríguez, periodista especializada en Egipto.

Morsi, no obstante, recuperó con aquella maniobra el poder legislativo —ya tenía el Ejecutivo y decidía sobre asuntos administrativos y domésticos—, que estaba en manos de los militares después de que, poco antes de las elecciones, el Tribunal Supremo Constitucional diera pie a la disolución de la Cámara Baja del Parlamento, donde los islamistas Hermanos Musulmanes, el partido de Morsi, tienen mayoría.

La situación, en resumen, es muy ambigua: Morsi es presidente, el Parlamento no está operativo —solo la Cámara Alta o Shura, es decir, el Senado— y una Asamblea Constituyente intenta por segunda vez redactar una Constitución desde hace meses. Los militares tienen mucho poder y los jueces no son especialmente partidarios de Morsi. Complejo, muy complejo.

El Tribunal Supremo es el máximo órgano del poder judicial y en estos momentos estudia varias denuncias de disolución también contra la Asamblea Constituyente, a la que Morsi ha protegido con el decretazo y a la que ha dado dos meses más para redactar la Carta. ¿Por qué? Entre sus 100 componentes existe "un peso notable" de islamistas. Es decir, de personas cercanas al "El islam es la solución" de la Hermandad Musulmana.

La votación del borrador de la Constitución tendrá lugar este jueves 29 de noviembre, según ha anunciado el presidente de la Asamblea, Hosam al Gariani.

Fractura triple del país

La fractura del país, por tanto, es, al menos, triple: partidarios del antiguo régimen —con jueces y militares a la cabeza—, Hermanos Musulmanes —y otros socios islámicos— y "los que desean democracia, teniendo en cuenta que no existe democracia en Egipto; los débiles", dice Núñez.

Pero el poder es solo una pelea de los dos primeros, ya que la sociedad civil y la oposición están fragmentados y muchos de sus miembros "son escasamente conocidos", aunque ahí estén figuras como el izquierdista Hamdin Sabahi, el nacionalista Amr Musa, el escritor Alaa al-Aswani o el liberal y Nobel de la Paz en 2005 Mohamed el Baradei. Solo tienen la calle; "la plaza está llena sin los Hermanos Musulmanes", se escucha estos días en Tahrir.

Sin embargo, Olga Rodríguez cree que el debate hermanos musulmanes o antiguo régimen es "tramposo", porque parece que no hay otra opción. "Los movimientos sociales y las agrupaciones políticas que han salido a la calle estos días tienen claro que las demandas de la revolución egipcia siguen sin cumplirse", apunta, recordando uno de los lemas más coreados entonces y ahora: "Pan, libertad y justicia social".

Dice, asimismo, que en las elecciones parlamentarias —de noviembre 2011 a enero 2012— los Hermanos Musulmanes obtuvieron un 47,5% de los votos, unos 11 millones, y que poco después Morsi, su candidato a las presidenciales, logró en la primera ronda un 24%. "Está perdiendo apoyos", dice la periodista, "y dentro de la Hermandad hay escisiones y también votantes decepcionados". Los partidarios del antiguo régimen lo saben.

Las dificultades de la oposición

Pero, ¿son tan minoritarios los partidarios de la tercera vía? "Depende", explica Rodríguez, "el tercer y cuarto candidatos en las presidenciales obtuvieron más apoyos juntos que Mohamed Morsi". Cree que los movimientos sociales "son optimistas" en su lucha por el cambio y que en su mano tienen herramientas como las huelgas, de las que se habla poco, pero que están consiguiendo cosas en sectores como el textil y los transportes. Hasta los jueces han recurrido a ellas.

La alternativa política se antoja más difícil para la oposición, por los pocos apoyos económicos —Qatar apoya a los Hermanos—, la baja popularidad —los Hermanos tienen clínicas, por ejemplo, que atienden gratuitamente a la población— y su capacidad real de llegar a la gente; "en Egipto hay altos porcentajes de analfabetismo y solo llegan los mensajes muy difundidos, por ejemplo en imágenes". Ahí los Hermanos tienen ventaja.

Muchas esperanzas están ahora puestas en la Constitución, que será la que determine cuáles serán los poderes del presidente y del Parlamento.

El problema, si puede llamarse así, lo recordó Morsi tras el anuncio de su decreto: "Cumplo con mis obligaciones para agradar a Dios y a la nación". La religión amenaza con eclipsar la Carta, los salafistas quieren que la Sharía o ley islámica mande; varios partidos laicos, liberales y también la Iglesia Ortodoxa copta han abandonado la Asamblea Constituyente por estar en contra.

Pero de momento todo son especulaciones. "Parece difícil que no vaya a haber referencias al Islam, pero obviamente estamos hablando de matices. No es lo mismo que la Sharía sea una de las fuentes de referencia para la legislación del país o que sea la fuente de referencia", dice Núñez, que sí cree que cuando la norma vea la luz "podremos realmente decidir qué tipo de país es Egipto".

El líder del mundo árabe

Egipto es el país líder -y demográficamente más potente- del mundo árabe, y todos los Estados que orbitan a su alrededor miran con cautela su deriva. Aunque también lo hace el resto del mundo: precisamente, Morsi aprovechó el momento de popularidad que le otorgó su mediación entre Israel y Palestina para lanzar su decreto, pero no le ha salido muy bien. De hecho, ha tenido que reunirse con los jueces "para negociar".

Occidente está expectante, aunque Alicia Cebada Romero, profesora de Derecho Internacional de la Universidad UC3M, considera que extraoficialmente y por vía diplomática podría estar presionando para rebajar el tono de Morsi. El FMI ya le ha dado un toque: espera que cumpla en materia fiscal y de gasto, y así no pondrá en peligro el programa de apoyo financiero acordado por valor de 4.800 millones de dólares.

Hace unos meses hubo una preocupación general cuando un representante del islamismo llegó al Gobierno en Egipto, "pero como fue el resultado de unas elecciones democráticas, se tuvo que aceptar", añade Cebada. A pesar del creciente temor occidental, "no se puede intervenir" en un problema interno, "a no ser que haya una regresión democrática muy grave". Además, los comicios están muy recientes.

En cualquier caso, "no todo vale", recuerda, y aún está por ver si el decreto de Morsi "es constitucional", algo que determinará la semana que viene la Corte Administrativa, órgano que dirime sobre competencias entre Administraciones del Estado.

¿Una vuelta atrás?

¿Es posible una vuelta atrás? "En términos de probabilidad no creo que se vuelva a repetir 'Tahrir 2011'", augura Núñez, aunque la inestabilidad en Egipto, un país entre nieblas y "que sigue teniendo su economía prácticamente en situación de desastre", podría hacer descarrilar el proceso para devolverlo "a episodios aparentemente superados". Las protestas de los últimos días han provocado al menos dos muertos y más de 440 heridos.

Los derechos humanos, de los que tampoco se habla demasiado, también son un aspecto importante en el Egipto de hoy. La situación "sigue mal", cuenta Rodríguez, que menciona las "torturas y los encarcelamientos arbitrarios" de la era Mubarak y el constante acoso y abusos sexuales contra mujeres manifestantes" durante la revolución, que entonces denunciaron organizaciones como Human Rights Watch.

"La situación de la mujer en Egipto está en un momento muy difícil, pero nunca ha sido fácil", añade la periodista. Hoy incluso vuelven a repetirse, apunta, episodios de acoso sexual en las vías públicas. Todos estos actos se siguen produciendo, incluido un "empleo de brutalidad por parte de las fuerzas de seguridad", que siguen actuando con "impunidad" y el beneplácito del Gobierno.

Por contra, Morsi concedió recientemente el indulto a todos los arrestados por motivos políticos durante la revolución de enero de 2011 y la posterior transición y, a través del decreto, ha ordenado repetir los juicios a los implicados en la muerte de manifestantes.

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