No es ciudad para viejos: las grandes urbes luchan para adaptarse a una población cada vez más envejecida

El 20% de la población española tiene actualmente más de 65 años y la cifra irá en aumento en los próximos años.

Las calles de las grandes ciudades españolas se han vuelto a llenar, como cada año, con la llegada del buen tiempo. Las terrazas de los bares están repletas, los parques bullen de vida y los turistas abarrotan los alrededores de los grandes monumentos.

A la sombra de esta muchedumbre, sentados en los escasos bancos que quedan en las aceras o comprando en los pocos comercios de barrio que han sobrevivido frente a la competencia de las grandes superficies, hay una población invisible, pero cada vez mayor. Un ejército de jubilados y ancianos que trata de sobrellevar la vida en un ambiente que, en ocasiones, se vuelve hostil y poco propicio para una forma de vida menos ágil, menos productiva y menos veloz que la que promocionan las grandes urbes de nuestro tiempo.

"Las ciudades están pensadas para una vida productiva", afirma Paz Martín, arquitecta, directora del Programa "La Vejez: los retos de la Arquitectura"; en Fundación Arquitectura y Sociedad y directora de Envejezando. "Se ha pensado el diseño de la ciudad en la producción y en el trabajo y, desgraciadamente, se ha olvidado a otros colectivos que también necesitan la ciudad, como los más mayores".

El 20% de la población española tiene actualmente más de 65 años y la cifra irá en aumento en los próximos años, un porcentaje que llega a superarse incluso en grandes ciudades como Barcelona, Valencia o Zaragoza y que seguirá aumentando en los próximos años. "No van a quedar más narices que haya políticas urbanas de cualquier tipo", defiende Martín. Sin embargo, las políticas destinadas a mejorar la vida de los más mayores en las grandes urbes siguen brillando por su aspecto.

Pedro Uceda, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), enumera hasta cinco aspectos olvidados en buena parte de las grandes ciudades, especialmente en las de menor renta media, que las convertirían en lugares mejores para disfrutar de la vejez.

1. La vivienda adecuada, que incluya los ascensores -ausentes en muchas viviendas construidas el siglo pasado- y portales e interiores de las casas adaptados para personas con movilidad reducida.

​2. Los espacios públicos de calidad, como parques, plazas y zonas de descansos y bancos protegidos por árboles y zonas sombreadas que permitan su uso en verano.

3. Ciudades caminables, con zonas peatonales, aceras limpìas, en buen estado y despejadas y con una adecuada señalización para viandantes que faciliten la orientación. Todo ello apoyado por una adecuada red de transporte público -el uso del vehículo privado cae por debajo del 20% a partir de los 65 años-.

4. Equipamientos públicos colectivos, como centros de mayores, centros de salud o centros culturales y polideportivos públicos en número suficiente y con una adecuada gestión.

5. Un tejido vecinal fortalecido en los barrios, con comercio de proximidad y una vida comunitaria y participativa. Para ello, señalan los expertos, es fundamental que el precio de la vivienda no se dispare, así como el de los bienes de consumo básicos que permitan a los mayores de menor renta envejecer en el lugar donde han vivido.

La vivienda se sitúa como uno de los elementos distintivos que pueden dar pistas sobre el nivel de adaptación de una ciudad a una buena vida para sus ciudadanos de mayor edad. En las grandes ciudades españolas, el resultado es claramente negativo. Solo en torno al 20% de las viviendas están adaptadas a necesidades propias del envejecimiento en las principales ciudades, según los datos de la reciente Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas, publicada en el año 2021.

"Esto, en un país en el que los hogares jubilados tienen el 90% de la vivienda en propiedad, supone un problema tremendo. Por ejemplo, población adulta mayor que vive en un tercero sin ascensor, luego las barreras arquitectónicas que tiene la propia vivienda, pasillos estrechos en los que no entra el andador o la silla de ruedas…", explica Uceda, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). "Esto pasa en casco histórico y también en barrio obrero, en la gran periferia de los 50, 60 y 70 de las grandes ciudades".

Viviendas adaptadas a las necesidades de las personas mayores en las principales ciudades de España.
 
 

Viajamos por tres zonas distintas de la ciudad más poblada de España, Madrid, para hablar con los mayores que viven allí y analizar las problemáticas específicas de cada una de ellas. Lavapiés, un barrio característicos de los viejos cascos históricos, afectados por la turistización y la gentrificación; Puente de Vallecas, un barrio obrero que fue periferia urbana en los años 60 y que sigue arrastrando problemas de abandono y falta de inversión pública; y el PAU de Vallecas, un desarrollo urbano moderno y con una población muy joven -34,6 años de media- que adolece aún de servicios públicos adecuados y está pensado fuertemente para el uso del vehículo privado.

Los cascos históricos dan la espalda a sus viejos vecinos

  

El barrio de Lavapiés fue, durante siglos, el extremo sur de la ciudad de Madrid, alojando a parte de la población más pobre de la ciudad. Hoy en día, sus estrechas y empinadas calles forman parte del centro histórico de la capital y están repletas de terrazas de bares, hostales y patinetes eléctricos abandonados por doquier.

Es lunes por la mañana y las terrazas están casi todas vacías en la calle Argumosa. En el que puede ser el único banco de la calle está sentado, bastón en mano y cigarro en boca Jimeno Rafael, nacido, como él mismo cuenta, a un par de calles de aquí hace 93 años.

"Después de pasear, muchas veces, me gustaría sentarme un ratito, pero todos los bancos los han arrancado"

"Aquí ya no hay más bancos, había antes un montón por aquí, pero han desaparecido, el único que hay es este", se lamenta Rafael, señalando con el bastón la calle repleta de sillas y mesas metálicas. "Después de pasear, muchas veces, me gustaría sentarme un ratito, pero todos los bancos los han arrancado para poner terrazas. Este suele estar ocupado, pero ahora lo he visto y he dicho: 'Coño, me voy a sentar un ratito para descansar aquí al solete'".

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Los barrios obreros de los 60 siguen sin adaptarse al envejecimiento

 

Puente Vallecas es hoy el cuarto distrito más poblado de Madrid y el segundo con la renta media más baja. Configurado en los inicios del siglo pasado, recibió un boom poblacional tras la Guerra Civil gracias a los miles de inmigrantes procedentes de zonas rurales del resto del país. Desde entonces ha sido un modelo clásico de barrio obrero de una gran ciudad, con una población inmigrante en aumento y con un tejido asociativo y vecinal que aún sigue siendo fuerte.

Aquí, los problemas para los ancianos relacionados con las escasas viviendas adaptadas y con la falta de espacios públicos donde socializar son similares a los de los vecinos del centro, pero las redes sociales y familiares han conseguido sobrevivir en mayor medida.

"Los bancos están hechos una porquería y ahí vienen los chavales y se ponen a comer y lo dejan todo perdido"

Juani Carranza está sentada en una jardinera al sol. Enfrente, unos bancos de madera están cubiertos de excrementos de paloma. "Los bancos están hechos una porquería y ahí vienen los chavales y se ponen a comer y lo dejan todo perdido así que procuro siempre sentarme aquí", declara esta jubilada de 71 años, antigua trabajadora del vecino mercado municipal de San Diego.

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Los PAU, zona hostil para los más mayores

 

Ubicado a 11km al sudeste del centro de Madrid se levanta uno de los barrios más jóvenes de la ciudad, tanto por su corta historia -fue reconocido administrativamente en 2017- como por la edad media de sus habitantes -34,6 años-, que le convierte en el segundo barrio más joven de la capital por detrás de El Cañaveral, otro PAU de aún más reciente construcción.

Mari Carmen es una de las pocas adultas mayores que se pueden ver en las amplias avenidas del Ensanche de Vallecas. Camina con una bolsa de la compra camino a la casa de su hija, a donde se trasladó a vivir hace unos años dejando atrás su antiguo barrio: La Ciudad de los Ángeles, en el distrito de Villaverde.

"(En mi antiguo barrio) tenía amigas y teníamos gimnasia y de todo, los primeros tiempos lo echas en falta, porque al moverse de un sitio a otro…"

"Allí tenía amigas y teníamos gimnasia y de todo, los primeros tiempos lo echas en falta, porque al moverse de un sitio a otro…", declara esta jubilada de 75 años, que como tantos otros de su generación, llegaron aquí hace pocos años siguiendo a sus hijos, pero dejando atrás sus vínculos sociales de toda una vida. "Pero luego ya, también voy a mi gimnasia y vas conociendo a gente. Esta es una buena zona, lo que pasa es que es muy cara, todo es caro, pero aquí esta zona para gente obrera la veo muy cara. Pero es lo que hay".

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