Las claves de la hazaña de Carlos Sainz en su cuarta victoria en el Dakar

  • El piloto español pudo dominar los elementos adversos y demostrar por qué es un piloto legendario en el Dakar.
Carlos Sainz, campeón del Dakar 2024.
Carlos Sainz, campeón del Dakar 2024.
EFE
Carlos Sainz, campeón del Dakar 2024.

Carlos Sainz ha vuelto a hacer historia conquistando el cuarto Rally Dakar de su dilatada trayectoria para ampliar un palmarés impecable al alcance de muy pocas leyendas del automovilismo mundial. Una victoria realmente especial, lograda a sus 61 años, en la que han influido múltiples factores que explican la longevidad de su éxito, cosechado 14 años después de su primer Touareg.

Su triunfo, orgullo del deporte nacional, ha demostrado que la perseverancia y la constancia incluso en los peores momentos dan sus frutos, pero sin la mente privilegiada del piloto madrileño y sin su talento al volante habría sido imposible. Nadie mejor que él sabe lo que es caerse, sufrir, y no ver la luz al final del túnel. Por eso esta victoria sabe más dulce que nunca, y por ello es más relevante que nunca analizar: ¿Cuáles han sido las claves de su victoria?

El proyecto híbrido de Audi

Una de las grandes virtudes de Sainz es su capacidad para adaptarse a cualquier tipo de vehículo y a cualquier marca de coche. Volkswagen, Peugeot y Mini Cooper le contemplaron como ganador del Dakar en el pasado, y en este 2024 ha logrado el 'más difícil todavía' adjudicándose la prueba más exigente del mundo con un espectacular y arriesgado coche híbrido, el Audi RS Q e-tron. Un vehículo que, por cierto, le ha hecho ser el primero en imponerse en la prueba con un coche electrificado e híbrido, y ganarlo con cuatro marcas distintas.

Un auténtico tanque sobre ruedas: 4,67 metros de largo, 2,3 metros de ancho y casi dos de alto de pura tecnología puntera, 2.100 kilos de peso y 383 CV de potencia con dos motores eléctricos, uno por eje de ruedas, que aportan la tracción 4x4, y un convertidor de energía compuesto por un motor de combustión interna, 2.0 turbo de cuatro cilindros, alimentado por combustible sintético que trabaja junto a un tercer motor eléctrico para recargar la batería de la que se alimentan los dos motores principales. Casi nada.

Aliados legendarios: el trabajo en equipo de Audi

Aunque en el Dakar la fama y el prestigio se los llevan para la posteridad los pilotos vencedores, faltaría más, a veces se pasa demasiado por alto el trabajo que realizan en silencio las escuderías y marcas participantes en el rally. Todas quieren tener el coche y el piloto ganador porque ello también representa una victoria para ellas, y por eso en muchas ocasiones podemos ver auténticas tácticas grupales de cooperación para llegar al objetivo común... por extraña que sea la alianza.

Este ha sido el caso de Carlos Sainz en el Dakar 2024. Mattias Ekström y Stéphane Peterhansel, el amo, dueño y señor del Dakar con 14 victorias entre coches y motos, fueron grandes aliados para el español en cuanto se quedaron sin opciones (que las tuvieron) de ganar. Durante la segunda semana, con Sainz bien asentado en la general, ambos le abrieron paso en muchas ocasiones y le ‘escoltaron’ en otras con tal de que tuviera la información suficiente sobre el terreno y unas manos amigas con las que arreglar el coche en caso de cualquier problema.

La estrategia: sin victorias de etapa... ni falta que hace

Como un asesino silencioso en mitad de la noche, Carlos Sainz se llevó su cuarto Dakar apostando con confianza a la estrategia. Le salió de cine. No logró la victoria en ninguna de las doce etapas del Dakar, pero tampoco le hizo falta porque pudo desplegar toda su sabiduría para dibujar una hoja de ruta impecable a través del desierto saudí. Así, sin hacer mucho ruido, se encaramó al liderato de la general a comienzos de la segunda semana y ya no lo soltó más.

Lógicamente, el Dakar es una prueba en la que cualquier error te deja fuera, y Sainz, que lo sabe mejor que nadie, fue el más listo de la clase para escoger en qué etapas salir antes, en cuáles después (para obtener más información), evitando así accidentes o averías graves y aprovechando el más mínimo resquicio para sacar provecho a los errores de los demás. Sufrió pinchazos y contratiempos, pero nada comparado con lo que tuvieron que lidiar los demás.

La rivalidad como combustible: Al-Attiyah y Loeb

Si algo da mérito al triunfo de Sainz no es sólo su capacidad para dominar una prueba como el Dakar sin despeinarse; son sus rivales. Ya hemos hablado de Peterhansel, cuyo palmarés en cualquier otro deporte le habría impedido por puro orgullo ayudar a Sainz a ganar. No es así en el mundo de los raid. Pero es que también tuvo que batallar con el cinco veces ganador Nasser Al-Attiyah, su gran rival y némesis en los últimos tiempos; y con Sébastien Loeb, el mejor piloto de la Historia del Mundial de Rallies (WRC).

La relación con Loeb siempre ha sido excelente, y volvió a serlo en su pugna por el Daka. El francés le puso las cosas difíciles, pero una avería en su suspensión a 13 minutos de Sainz en la general en la penúltima etapa le hizo claudicar. En cambio, en el caso del qatarí Sainz pudo reivindicarse como nunca. Al-Attiyah criticó hasta la saciedad al piloto madrileño y la fiabilidad de su Audi sólo para encontrarse con una avería mecánica que le hizo perder más de una hora en la séptima etapa. A partir de entonces, game over.

La confianza: un tándem indestructible con Lucas Cruz

Embarcarse en una aventura extrema como el Dakar no es para cualquiera, y por fortuna los pilotos de coches cuentan con la inestimable compañía y ayuda de sus copilotos para sobrellevar las inclemencias del clima desértico. Por eso, para ganar el rally más duro del mundo, se requiere tener a tu lado al más que un ingeniero o un estratega. Necesitas a tu familia, necesitas una mano derecha a la que le confiarías tu vida.

Carlos Sainz ha tenido a lo largo de su carrera distintos copilotos, entre ellos el mítico Luis Moya, pero si hay uno que cumple con creces todo lo que Sainz necesita de él ese es Lucas Cruz, artífice indispensable de sus cuatro victorias en el Dakar. Una pareja casi inseparable desde el debut del piloto madrileño en el Touareg en 2006 salvo por su hiatus junto a Nasser Al-Attiyah entre 2011 y 2014, un periodo en el que ninguno logró ganar, por cierto. Sin el barcelonés, los éxitos de Sainz no habrían sido posibles.

El Matador en plena acción: clase maestra de pilotaje

Todos los factores anteriores explican la diferencia entre el éxito y el fracaso para Sainz en el Dakar. Sin embargo, sólo existe una mente maestra detrás de su victoria, y es la suya. Un viejo zorro del desierto que se las sabe todas, capaz de perfeccionar su simbiosis piloto-vehículo para surcar como un solo ente las dunas arábigas. Tan omnipotente que ni siquiera su habitual mala suerte pudo afectarle esta vez. La dominó, la volvió a su favor, y disipó cualquier posible duda sobre sus cualidades.

La experiencia es un grado. El diablo sabe más por viejo que por diablo. Carlos Sainz controló todos los elementos que le rodeaban y los usó a su favor, sometió el clima y las condiciones medioambientales a sus designios, tiró de coraje y corazón en los momentos difíciles y volvió a lucir trucos nuevos de su arsenal. Si todo lo demás le acompañaba, sabía que este Dakar era irremediablemente suyo, porque no hay un piloto más completo e inteligente en el mundo del rally que Carlos Sainz, pura pasión, persistencia y longevidad al servicio de un espíritu ganador e indomable.

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