El Mont Blanc, la montaña más alta de los Alpes, según las últimas mediciones realizadas en octubre de 2023, mide 4.805,59 metros, dos metros menos que en 2021. Está rodeada por valles y glaciares y forma parte del macizo homónimo entre las demarcaciones del Valle de Aosta en Italia, y de Alta Saboya en Francia.
La Montaña Blanca vio nacer el alpinismo y tiene una historia rica de ascensiones, pero lamentablemente, también de tragedias. En estos días es inevitable recordar la tragedia que pasó allí en 1956, por estas fechas. Pero antes de contarla, situémonos brevemente en el contexto de la historia de algunas de sus ascensiones.
Los primeros en el Mont Blanc
La ”montaña maldita”, como la llamaban los habitantes de la zona entre los siglos XVII y XVIII, se convirtió en la apuesta más importante de Horace-Bénédict Saussure, un científico de Ginebra, quien en 1760 ofreció una recompensa cuantiosa para quien o quienes lograsen escalarla por primera vez.
Tuvieron que pasar 26 años hasta que se logró llevar a cabo aquella gesta. El 8 de agosto de 1786, un buscador de cristales de 24 años llamado Jaques Balmat y un doctor de nombre Michel Gabriel Paccard fueron las primeras personas que la hollaron mientras la gente los estaba siguiendo por un telescopio desde Chamonix. Un año más tarde, el propio Saussure también la coronó, acompañado por un grupo grande, en el que se encontraba también Balmat. La primera ascensión femenina del Mont Blanc fue en 1808, por la montañera Marie Paradis, residente en Chamonix, quien subió acompañada por Balmat.
La primera tragedia ocurrió en 1820, durante la décima ascensión del pico. Un grupo de cinco guías fueron golpeados por una avalancha debajo del Grand Plateau que los arrastró a una grieta, matando a tres de ellos. Los cuerpos de los tres fallecidos fueron encontrados 41 años más tarde, en el fondo del glaciar Bossons. En enero de 1876, la alpinista británica Mary Isabella Charlet-Straton y su futuro marido Jean Charlet llevaron a cabo la primera ascensión invernal de la montaña.
Entre las diferentes rutas de ascenso establecidas a lo largo de la historia, uno de las caminos más exigentes, sin duda, es el que pasa por la vertiente este del Mont Blanc, conocida como la vertiente Brenva, a través del glaciar y espolón del mismo nombre. Fue ascendida por primera vez el 15 de julio de 1865.
1956 y un plan arriesgado
El 22 de diciembre de 1956, dos montañeros jóvenes, el aspirante a guía francés Jean Vincendon, de 22 años, y el belga François Henry, de 24 años, partieron para llevar a cabo la ascensión invernal por la ruta del glaciar y espolón de la Brenva. Estaban entusiasmados porque unos días antes sus amigos Claude Dufourmantelle y Xavier Caseneuve habían completado la misma ruta en condiciones óptimas consiguiendo la segunda ascensión invernal de la Brenva.
Sin embargo, la Sociedad de Salvamento de Montaña de Chamonix, que coordinaba los rescates en esa época, les desaconsejó la subida y advirtió a Vincendon y Henry que si tuvieran problemas durante el ascenso y descenso, tendrían que solucionarlo ellos solos, porque organizar un rescate en invierno y por esa ruta sobrepasaba los límites del sentido común y pondría en peligro la vida de los rescatadores. Esta advertencia se basaba en varios acontecimientos lamentables del pasado que costaron la vida a rescatistas en diferentes situaciones.
Cambio de planes
Vincendon y Henry decidieron seguir con su plan y calcularon necesitar unos dos o tres días para llevarlo a cabo. A las 8 de la mañana del 22 de diciembre de 1956, los dos jóvenes tomaron el teleférico que los dejó al pie del refugio de Torino, que alcanzaron a pie, y donde pasaron la noche.
Al día siguiente, Vincendon y Henry alcanzaron el refugio de La Fourche, y después querían emprender el ascenso por la ruta Brenva.
Sin embargo, el 24 de diciembre, poco después de iniciar la subida, el tiempo empeoró, lo cual forzó a los dos jóvenes a abortar y plantear el descenso hacia Chamonix. En su retirada se cruzaron con el aclamado alpinista italiano Walter Bonatti y el instructor de montañismo militar, Silvano Gheser, cliente de Bonatti, quienes estaban ascendiendo hacia La Fourche para luego tomar la ruta del Camino de la Pera.
Vincendon y Henry comentaron a Bonatti y Gheser su plan. Los dos jóvenes, junto a Bonatti y Gheser, subieron al refugio antes mencionado, situado a 3.684 metros, donde compartieron la Nochebuena. Pensando que lo peor del mal tiempo ya había pasado, y al no ver indicios de que el clima empeorase, Bonatti animó a los jóvenes a seguir, mientras que él y Gheser el día siguiente querrían tomar la otra ruta.
El 25 de diciembre de 1956, las dos cordadas iniciaron su ascenso desde le refugio por diferentes rutas, pero horas más tarde, Bonatti estimó que era mejor pasarse a la ruta de la Brenva y unirse al plan de Vincendon y Henry. Cuando Bonatti y Gheser cruzaron la ruta para seguir en la de la Brenva, Bonatti se dio cuenta de que Vincendon y Henry estaban aún bastante más abajo de lo esperado.
La tormenta y la desesperación
Las dos cordadas ascendían por separado pero al caer la noche, todo cambió. El tiempo empeoró de nuevo, y los hombres tuvieron que improvisar un vivac en la noche del 25 de diciembre debajo de la cima de Mont Blanc, en medio de una tormenta y en temperaturas inferiores a 20 grados bajo cero.
Bonatti sugirió entonces a todos retroceder al collado de la Brenva y desde allí, seguir hasta la cima del Mont Blanc para luego poder bajar por otra ruta, ya que asumía que sería más factible pasar por la cumbre y después alcanzar el refugio de Vallot que retroceder por la Brenva. Sin embargo, Vincendon y Henry estaban agotados, lentos y se quedaron atrás. Bonatti quiso volver a por los dos jóvenes, pero las circunstancias eran extremadamente peligrosas en medio de la tormenta y con una visibilidad prácticamente nula.
El 26 de diciembre, Bonatti y Gheser alcanzaron el refugio de Vallot, pero Vincendon y Henry se quedaron muy atrás y se refugiaron en una grieta a 200 metros debajo de la cumbre con la intención de descender directamente a Chamonix, no por la ruta sugerida por Bonatti, sino cortando el camino a través del Grand Plateau, donde lamentablemente se bloquearon entre los seracs. Se dio aviso de emergencia a los cinco días en el valle, al ver que Vincendon y Henry no habían regresado.
Rescate y caos
Bonatti y Gheser se salvaron pero Vincendon y Henry no pudieron descender. El 27 de diciembre de 1956, un helicóptero Sikorsky S-55 sobrevoló la montaña pero el piloto no pudo avistar a Vincendon y Henry en ninguna parte. El mismo 27 de diciembre, sin embargo, una persona los vio a través de un telescopio, por encima del refugio Rochers, en muy mal estado.
Las temperaturas eran gélidas y la tormenta anterior los dejó con las manos congeladas. Al final del día 27 de diciembre los dos jóvenes sólo pudieron descender hasta 4.200 metros. Otro helicóptero sobrevoló la cordada en apuros tirándoles comida el 28 de diciembre, pero lo dos escaladores no pudieron agarrar nada con las manos congeladas. Tras las primeras reticencias para iniciar un rescate, culpando a los dos jóvenes por imprudencia, la prensa empezó a enfocarse en ellos, y pronto todo giraba en torno del dramático acontecimiento, con el fin de poder rescatar a los dos escaladores.
El 29 de diciembre se produjo otro vuelo, pero sin poder acceder a ellos. El 30 de diciembre de 1956 el tiempo empeoró tanto que no podía despegar ningún helicóptero. El último día del año, una cordada de rescate a pie, dirigida por el famoso alpinista Lionel Terry, salió en dirección a ellos. Mientras tanto, el ejército francés mandó de nuevo a volar el helicóptero Sikorsky, que al no ser óptimo para este tipo de vuelos entre las montañas, se estrelló cerca de Vincendon y Henry.
Los cuatro tripulantes del helicóptero, dos pilotos (sin ropa de montaña) y dos rescatistas, milagrosamente sobrevivieron el accidente ilesos, pero a partir de ese momento ya habría que rescatarlos a ellos también. Los dos rescatistas del helicóptero acompañaron a Vincendon y Henry a la carcasa rota del helicóptero, para dejarlos más o menos protegidos de las inclemencias meteorológicas, y acto seguido condujeron a los dos pilotos al refugio de Vallot.
El 1 de enero de 1957, la cordada de Terray tuvo que abortar el rescate y darse la vuelta por el peligro del terreno. Mientras los dos pilotos, acompañados por los dos rescatistas llegaron al refugio Vallot donde fueron atendidos.
Atrapados para siempre
Con la meteorología cada vez peor, el 2 de enero no se pudo seguir con el rescate de Vincendon y Henry, quienes llevaban ya una semana en circunstancias extremas. El 3 de enero de 1957, dos helicópteros más aptos, esta vez dos Alouette II evacuaron del refugio Vallot a los rescatistas y realizaron un último vuelo sobre los restos del helicóptero Sikorsky, donde se encontraban Vincendon y Henry.
El piloto no vio ninguna señal de vida de los dos jóvenes. Al tener en cuenta los días pasados y el probable estado de los dos alpinistas, y al ver prácticamente ninguna posibilidad de que los dos siguieran con vida, finalmente se abandonó el rescate y los dieron por muertos.
En marzo de 1957 los servicios de búsqueda finalmente pudieron acceder al la carcasa del helicóptero. El cuerpo sin vida de Vincendon estaba en la cabina tal como lo habían dejado, pero Henry no estaba allí. El cuerpo de Henry fue encontrado en una posición que indicaba que este probablemente había intentado salir de la cabina. Es posible que durante el último vuelo de rescate realizado del 3 de enero, probablemente al escuchar el motor de helicóptero, Henry intentara arrastrarse fuera de la cabina para pedir ayuda.
Tras esta tragedia y para ayudar en situaciones complejas de futuras accidentes de montañismo, en 1958 se fundó el Pelotón de Gendarmería de Alta Montaña (PGHM9 en Chamonix, y en 1967 nació el Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) de España.
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