Carlos Alcaraz sigue atrapado en su tenis, machacado por el desgaste físico y la presión de las expectativas, problemas que volvió a acusar en el batacazo de este lunes en su estreno en el torneo de Maestros. El número dos del mundo no pudo con Zverev en una tarde de juego intermitente (6-7 (3), 6-3 y 6-4) y recibió una lección de saque que añadió más carga al joven español en su preocupante recta final de 2023.
El murciano saltó a la pista de Turín con una mochila de plomo a la espalda. Sin su habitual sonrisa y sin opción a celebrar puntos épicos en un partido restringido a la tiranía de los saques, Alcaraz se encontró con el break en contra en el primer descanso del partido.
Pronto empezó un nueva batalla infernal para el murciano. Las sensaciones de una mala gira asiática le amarraban la muñeca, y Zverev, perro viejo de esta competición, aprovechó para diseñar un plan de juego favorecido por la velocidad de la superficie: saque sólido y paciencia en el resto.
La imagen de Shanghái se repetía. Alcaraz no encontraba sus golpes ganadores, esos que en mayo valían oro, y la falta de peloteos no daban lugar a la resurrección. Alcaraz es un animal tenístico movido por las sensaciones, y a ello se aferró en el quinto juego del partido, cuando un peloteo agresivo culminado con un juguetón globo activó su instinto. Del 1-3 remaría hasta el 4-3 y, no sin sufrimiento, lograría llevar la iniciativa hasta el tie-break, territorio hostil para Zverev.
El murciano terminó la primera manga con guiños a su mejor tenis y con la confirmación del primer set en su marcador, pero la tormenta de la irregularidad pronto se desató con furia en la pista. Zverev sufrió en la inauguración del segundo capítulo del duelo para cerrar su saque, pero una vez resuelto el entuerto en la ventaja, dio rienda suelta a su plan y empezó a recoger los frutos de las dudas de Alcaraz.
Con buenos restos e incursiones en pista, el alemán logró el break y cargó el cañón de saques para bombardear la confianza del murciano. 'Carlitos' era incapaz de contestar servicios, y en esa dinámica no tardó en sentarse en el banquillo con el cero en su marcador (0-3).
La situación se tornó extrema cuando, antes de la reanudación de esta segunda manga, el murciano mantuvo más que un intercambio de palabras con su equipo técnico. No solo lo susurraba su tenis, también lo decía con clarividencia su actitud... Alcaraz no encontraba soluciones en su caja de herramientas.
El número dos del mundo intentó entonces la remontada apuntalando el saque, aunque de poco sirvió ante un Zverev brillante con el piloto automático activado. El alemán no sufría y la llegada del tercer y definitivo set se tornó inevitable con el 3-6 en el electrónico.
A la llegada el set decisivo la diferencia en la pista era palpable. Alcaraz resoplaba para cerrar sus turnos de saque a la par que Zverev se jactaba de su avance impasible y poco exigido. La posibilidad de la rotura flotaba en el ambiente, y esta llegó en el quinto juego del set (2-3). Alcaraz necesitaba el milagro, y casi lo encuentra en una caída del alemán que puso los pelos de punta a todo el pabellón. Fue un giro brusco de tobillo en una estirada de derecha, sí, el mismo gesto que le costó una escalofriante lesión ante Rafa Nadal en Roland Garros hace unos años. Sus muecas no indicaban nada bueno, pero su tenis pronto disolvió el temor.
El breve parón dio aire a Carlos. Espoleado por su box optó por un tenis totalmente ofensivo y apretó hasta llevar a la ventaja el saque de Zverev. Ello le preparó su gran ocasión en la ventaja del 3-4, pero su volea ganadora se fue al pasillo y con ella las esperanzas de la remontada. No hubo entonces más que una leve mejora de sensaciones, insuficientes en cualquier caso para dar la vuelta a un partido decantado para el alemán.
La derrota de Alcaraz en Turín volvió a mostrar las fisuras de su tenis, quizás más localizadas en lo mental que en lo técnico, y le colocó en una posición realmente delicada. Ahora está obligado a ganar ante Medvedev y Rublev los dos partidos restantes de la round robin para seguir con vida. Todavía depende de sí mismo.
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