La liberación de Messi con Argentina: un último partido para alejar la sombra de Maradona

Messi celebra su gol ante Croacia en las semifinales del Mundial de Qatar.
Messi celebra su gol ante Croacia en las semifinales del Mundial de Qatar.
EFE
Messi celebra su gol ante Croacia en las semifinales del Mundial de Qatar.

Por si había alguna duda, fue el mismo Leo Messi el que se encargó de confirmarlo tras la victoria ante Croacia. Este será su último Mundial, por lo que su despedida será nada menos que la final de este domingo 18 de diciembre (16 horas) ante Francia en un partido en el que tratará de poner el broche de oro a una carrera legendaria, la de uno de los mejores jugadores de la historia. Para muchos, eso sí, ya es el mejor de todos los tiempos pase lo que pase dentro de tres días en el Estadio Lusail de Qatar.

"Estoy orgulloso de poder terminar mi viaje mundialista jugando esta final. Es emocionante lo que estoy viviendo. El domingo será mi último partido en un Mundial", afirmó el astro argentino en la zona mixta tras la goleada ante los balcánicos que clasificaba a la Albiceleste para otra final. Es la sexta de su historia, la segunda para Lionel tras aquella de infausto recuerdo para él cuando, en 2014 en Brasil, Argentina perdió en la prórroga ante Alemania con aquel gol de Götze.

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Messi fue el MVP del torneo, pero eso no fue consuelo para él, desde entonces obsesionado con darle a su país una Copa del Mundo como lo hiciera en su momento Diego Armando Maradona, aquel con el que tanto se le compara y que tanto ansía igualar... y superar.

Y precisamente en el primer Mundial desde el fallecimiento de El Pelusa, hace poco más de dos años, es cuando Leo puede lograr su ansiado sueño. Su obsesión, en realidad. Tras ganarlo todo tanto individualmente –como atestiguan sus siete Balones de Oro– como a nivel de clubes, con cuatro Champions y un sinfín de títulos, su espina clavada era la selección. Triunfar con la camiseta de su país.

El verano pasado fue un avance de lo que puede estar por llegar. Tras años de frustraciones vestido de albiceleste e incluso recibiendo críticas debido a que su rendimiento no era igual con la selección que con el Barça, por fin Messi logró levantar un gran título para su país. Fue en la pasada Copa América y ante el eterno rival, Brasil, en Maracaná. El tanto fue de Di María, pero el ‘10’ fue el unánimemente aclamado como mejor jugador del torneo tras ser el máximo goleador (cuatro tantos) y asistente (con cinco).

Su abrupta salida del Barça parecía apuntar a un declive del jugador. Le costó adaptarse a París, a un nuevo equipo, a compañeros distintos, a un entorno que no giraba en torno a su figura. Pero Messi se ha adaptado, quizás también gracias a la tranquilidad que le dio aquel título con su selección, y llegó al Mundial en un gran momento de forma... y mental.

En Qatar se ha visto a un Messi muy diferente. Líder absoluto de su equipo, sus compañeros le adoran, le idolatran. Lejos de esa imagen de persona tranquila y de poca sangre, de ser llamado pechofrío ha pasado a dejar una frase para la historia del fútbol: "Qué mirás, bobo", le espetó en la zona mixta al neerlandés Wout Werghost tras el partido más caliente de esta Copa del Mundo, el que supuso la victoria ante Países Bajos en los penaltis de cuartos.

Messi se siente fuerte, líder. La presión ya no es un obstáculo, es una motivación. Su obsesión es levantar la Copa del Mundo y está preparado para guiar a Argentina, para dejar atrás la sombra de Maradona.

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