Doce puntos de doce en juego. El Real Madrid continúa contando sus partidos por victorias y ya van cuatro. Ayer se medía al Betis en un envite de muchos quilates, pues los verdiblancos visitaban el Bernabéu en la misma condición de imbatidos. Y se vio un buen partido al sol y a la sombra, en el que los de Pellegrini nunca se rindieron, pero terminaron sucumbiendo ante la superioridad de un Madrid con mucho fondo de armario y más jugadores desequilibrantes: casi ausente Benzema, ayer le tocó a Vinícius.

La primera parte fue un espectáculo. Ambos equipos salieron fieles a su estilo, tocar el balón y siempre hacia delante: el Madrid por la vía rápida y el Betis dirigiendo la orquesta con paciencia. En 20 minutos dio tiempo a todo. El turno lo pidió primero el Madrid, con un pase de Alaba que encontró el veloz desmarque de Vinícius. El brasileño, un puñal inagotable y ya con filo por ambos perfiles, se plantó delante del portero y, donde antes se le bajaba la persiana ahora se le abre el horizonte entero: vaselina y gol. 

El Betis no se descompuso, huérfano ya del lesionado Fekir, y reaccionó a los diez minutos, en una jugada relámpago que partió de un saque de banda y el despiste de la zaga blanca, que permitió que el balón llegara a la bota derecha de Canales, instalado dentro del área. El balón partió de allí, encontró hueco entre las piernas de Courtois y se fue a la red.

Tampoco se tranquilizó el partido entonces y el marcador pudo moverse de inmediato pero los remates de Vinícius y Tchouameni se quedaron en el uy. El guion no cambió en toda la primera mitad, con un Real Madrid en plan dominador pero ya con menos energía para buscar el área contraria, mientras el Betis se conformaba con aguantar el empate, objetivo que cumplió al fin del primer tramo.

Sale Valverde y gol de Rodrygo

La intensidad tras la reanudación bajó dos grados, pero no el panorama. El dueño del campo seguía buscando el tanto con insistencia aunque ya con menos claridad, mientras su visitante se mantenía al acecho. Cumplida la hora de juego, Ancelotti meneó el banquillo, plagado de recambios de garantías -Asensio y Hazard siguen en el destierro- y Valverde ejerció como el revulsivo perfecto: su primera incorporación al área concluyó con un pase a Rodrygo, cuyo disparo, manso y llorando, se comió Rui Silva. 

El alivio de verse por delante en el marcador recompuso al Real Madrid que recicló su centro del campo y mantuvo el balón en sus botas como mejor remedio para evitar males mayores. Era el turno del Betis que, tampoco sin volverse loco, llenó de delanteros el campo y se acercó un par de veces a los dominios de Courtois. Pudo empatar, pero terminó marchándose de vacío del Bernabéu, aunque con la cabeza bien, que algo es algo. Enfrente, el Real Madrid inspira confianza, es una roca y juega con el depósito lleno todo el partido, pese al flojo inicio de curso de puntales como Benzema y Modric, en formato diésel todavía. Esto no ha hecho más que comenzar.