La historia del Palacio de la Almudaina, residencia oficial de los Reyes en Mallorca

Los reyes Felipe y Letizia y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, posan en el Palacio de la Almudaina, en Palma de Mallorca.
Los reyes Felipe y Letizia y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, posan en el Palacio de la Almudaina, en Palma de Mallorca.
EFE
Los reyes Felipe y Letizia y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, posan en el Palacio de la Almudaina, en Palma de Mallorca.

Han pasado casi tres décadas desde que en 1990 la Familia Real posaba a las puertas del Palacio de la Almudaina de Palma de Mallorca. Una estampa que, desde entonces y hasta este año, se había mudado al Palacio de Marivent, en la misma isla. Veintiocho años después, las cámaras volvían a inmortalizar la presencia de un príncipe Felipe, ya hecho rey, en el Alcázar Real de la ciudad insular, solo que, en esta ocasión, no lo hacía junto a sus padres y hermanas, sino con la reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía.

Así, la Familia Real retoma la tradición que convierte este edificio catalogado como Bien de Interés Cultural en el paisaje oficial de sus vacaciones de verano. Un buen emplazamiento para mostrar la riqueza del patrimonio, ya que su muralla de 14 torres ha sido testigo de siglos de Historia.

Un balcón al mar, por los siglos de los siglos

El Palacio de La Almudaina, tal y como se lo conoce hoy en día, se corresponde a la reedificación que llevó a cabo el rey Jaime II, entre 1305 y 1314, tras conquistar Mallorca e instaurar el régimen cristiano y la dinastía real, inspirándose en el Palacio Real de Perpiñán; y a las posteriores restauraciones llevadas a cabo años más tarde por Patrimonio Nacional.

Sin embargo, el complejo arquitectónico debe su nombre (‘ciudadela’ o ‘recinto amurallado’) a la antigua alcazaba islámica, de cuya arquitectura todavía se dibujan referencias de los siglos XII y XIII entre las estructuras góticas que marcaban la moda de la época. Por su parte, su privilegiado emplazamiento no es casual: una meseta que permite situar el palacio como un balcón frente al mar. Un hecho del que ya se dieron cuenta antes de la Era Común, puesto que tanto poblados megalíticos, así como poblaciones romanas, gobernadores y virreyes más adelante, escogieron aquel lugar como centro neurálgico de sus actividades.

Así pues, no sería hasta mediados del siglo XIV cuando el castillo se convertiría en la sede oficial de la realeza, con el paso del tiempo, tanto mallorquina, como aragonesa y española hasta el día de hoy, llegando a convertirse en Real Audiencia durante el reinado de Felipe II, momento en el que también pasó a acoger la Capitanía General de las Islas.

El interior de la edificación, el palacio del Rey y el de la Reina, la Capilla de Santa Ana, la de San Jaime, los huertos, los baños Árabes, los patios y el resto de estancias que la componen, pueden recorrerse durante visitas guiadas tanto en verano como en invierno, que se gestionan a través de la página web de Patrimonio Nacional.

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