Un juez digno no tiene otra alternativa, y Manuel Marchena lo es. Aceptar la presidencia de CGPJ y Tribunal Supremo como el fruto de un pacto en el que una de las partes interpreta que "seguirá controlando por detrás la Sala Segunda del Alto Tribunal" le obligaría a ejercer su cargo bajo sospecha. Marchena reivindica su independencia y enciende una luz en el otoño más oscuro para la justicia española. Su designación fue acertada, pero las intenciones perversas de quienes le promovieron desde luego que no.
OPINIÓN20.11.2018 - 18:13h
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