La representante de ONU Mujeres en Ecuador, Bibiana Aído, advierte de que la región latinoamericana es la más violenta del planeta con las mujeres y que, pese a los avances legislativos y de políticas públicas, aún queda mucho por hacer.

"Vemos que los niveles de femicidios siguen siendo mucho más altos porque de la igualdad legal a la real hay un trecho por recorrer, que sin duda tiene que ver con un cambio cultural", dice Aído, con motivo de la conmemoración este domingo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

El último informe de Naciones Unidas sobre violencia de género sitúa a América Latina como la región del mundo con mayores índices de agresiones de género, ya que cada día fallecen de media doce latinoamericanas y caribeñas "por el simple hecho de ser mujeres".

"De los veinticinco países con niveles de femicidio más alto, catorce están en la región y es la primera causa de muerte entre las mujeres aquí entre 15 y 44 años, por encima de las que fallecen por accidentes de tráfico, cáncer y paludismo", señala Aído.

La que fuera ministra española de Igualdad de 2008 a 2010 y representante de la ONU en Ecuador desde hace cerca de dos años considera que no es descabellado hablar de "pandemia", como lo denomina el organismo multilateral, ya que "hoy por hoy la violencia de género mata más en el mundo que las guerras".

En Ecuador cerca de 600 mujeres han muerto víctimas de la violencia machista desde 2014, según datos de la Red Nacional de Casas de Acogida, que eleva a 75 los femicidios registrados en 2018 hasta el 18 de noviembre.

En el caso de Ecuador seis de cada diez mujeres sufren violencia en algún momento de su vida, cifra que se eleva a siete de cada diez en el caso de las indígenas, afrodescendientes o de origen montubio "porque están expuestas a una doble o triple discriminación", argumenta Aído.

Por eso, sostiene que las autoridades deben prestar especial atención a las minorías más expuestas a sufrir una violencia originada en "ese arraigo del patriarcado, del machismo que está muy presente en los diferentes países de la región".

Resalta que Ecuador se encuentra entre los que registran niveles de tolerancia más altos de la violencia contra las mujeres, conforme a un estudio de la Sociedad Panamericana de Salud que indica que el 30% de las mujeres en las zonas urbanas y el 51% en las rurales "ven normal que un esposo pueda pegar a una esposa si media una razón".

"Hablamos de índices altos de violencia contra las mujeres, de embarazos en adolescentes, de matrimonios tempranos, hay una serie de intersecciones que tenemos que abordar de manera conjunta", recalca.

Y aboga por la educación como vehículo para desmitificar esa cultura de la tolerancia con el maltrato, al considerar las escuelas el espacio más privilegiado contra la cultura de la desigualdad.

Pese al panorama regional, esta responsable de ONU Mujeres destacó que la región latinoamericana "es la que tiene mejores leyes en materia de femicidio y de violencia contra las mujeres, además de una convención importante".

Considera en este sentido un avance la aprobación hace un año en el país de una ley integral para erradicar la violencia contra las mujeres, una de las recomendaciones que hizo al Estado ecuatoriano la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW).

En el camino aún por recorrer incluye la elaboración sistemática de datos estadísticos, que cree fundamentales para el abordaje de la materia, así como mayores recursos para la atención integral y la reparación a las víctimas de agresiones machistas.

De forma simultánea reconoce que el sistema de justicia ha desarrollado unidades judiciales especializadas, gracias a la capacitación e información del personal sobre la especificidad de la problemática, que describe como "la muestra más brutal de la desigualdad".

"Desde ONU Mujeres hemos apoyado al Consejo de la Judicatura con guías especializadas para las sentencias con perspectivas de género, pero la realidad es que hay determinados obstáculos procesales y culturales que siguen dificultando el acceso de las mujeres a la justicia", insiste.

Estima imprescindibles las campañas de sensibilización que incluyen vectores como el fin de la impunidad y subraya que "acabar con la violencia es responsabilidad de todos".