El pasado jueves, durante el pleno de control al presidente de la Generalitat en Les Corts, la síndica del PP, Isabel Bonig, mostró un papel en el que había escrito: "Abstención. Gracias". Más allá de la socarronería, el mensaje muestra la contradicción en la que se moverán Ximo Puig y el PSPV en lo que queda de legislatura, tanto en la relación con sus socios del Botànic como en la dialéctica con la oposición.

El caso de Puig no será exclusivo, pues el PSOE gobierna en varias comunidades gracias al apoyo de Podemos. La formación que dirige Antonio Montiel en la Comunitat Valenciana ya ha dejado claro que su nivel de exigencia hacia el presidente aumentará tras su voto en el Comité Federal socialista a favor de la abstención a la investidura de Mariano Rajoy. Curiosamente, el papel de pacificadora lo ha desempeñado en este caso Mónica Oltra.

Sin embargo, una de las líneas argumentales del Gobierno valenciano, su agenda reivindicativa, queda seriamente en entredicho. La reclamación de otro modelo de financiación que no discrimine a los valencianos o la exigencia de más inversiones estatales ha recibido un misil en su línea de flotación. Desde el Consell se ha repetido hasta la saciedad que estos objetivos no eran posibles con un gobierno del PP, y menos de Rajoy. Esa contradicción será un ejercicio de difícil equilibrio.