CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

Lingotes, mentiras, dirigentes, paraísos y fiscales

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

No hay quien los entienda. Se les llena la boca de regeneración y transparencia, pero cuando pierden un peón, en nombre de la transparencia y la regeneración, les duele como si les hubieran arrancado un brazo. Y algo peor: en lugar de hacer de la necesidad virtud y presumir de haber propiciado una inmolación democrática, siguen negando la evidencia, incapaces de llamar las cosas por su nombre.

El caso del señor Moix, el fiscal del paraíso fiscal, es paradigmático. Resulta que no lo han echado, ni siquiera le han sugerido que se marche. De creer la versión oficial se ha ido él solito, rechazando heroicamente las presiones del fiscal general  para que continuara en el puesto. El problema es que al cabo de tantos años de postverdades, medias verdades y mentiras descaradas, nadie se cree las versiones oficiales y mucho menos las que enseguida repiten todos como cotorras, tras recibir el oportuno argumentario. Esta vez, por cierto, les costó encarrilar. El 'sí' del presidente Rajoy a la periodista que le preguntó si seguía confiando en el fiscal jefe Anticorrupción, los dejó por unas horas descolocados. Hasta que la vicepresidenta no abrió una nueva vereda argumental, diciendo que los problemas de los fiscales son de los fiscales y no del Gobierno, nadie se atrevió a decir este fiscal es mío. Una vez abierta esa vía, las cosas estaban claras y lo dijimos algunos en esas tertulias donde nos ganamos el pan:

-Éste no dura veinticuatro horas.

No las duró. Alegó su jefe, al anunciar su marcha, 'razones personales'. Igual se refería a esas razones personales que todos conocemos, gracias a los periodistas de Infolibre. El fiscal Moix arrastraba desde hace años una rémora familiar de difícil encaje con sus funciones: una sociedad en Panamá, con testaferros, para ocultar un inmueble valorado en 900.000 euros.

Parte del trabajo de un fiscal Anticorrupción consiste en perseguir a quienes guardan el botín  de sus corrupciones en paraísos fiscales. Aunque Moix ha mostrado escaso entusiasmo en tal misión, que él mismo tenga bienes en un paraíso fiscal supone un atentado contra la estética. Que una vez conocida su existencia le quiten importancia al desatino, es un atentado contra la lógica y alimenta las denuncias de la oposición: aquí hay un intento de controlar la Justicia y poner sacos terreros, como Moix, para defender al partido gobernante de las investigaciones judiciales que le acechan.

La defensa de lo indefendible (Moix ha sido reprobado por el Parlamento y por las tres asociaciones de fiscales) da una idea de cómo está el patio. "Hay que hacer una reflexión sobre qué tipo de dirigentes queremos –dijo Celia Villalobos, en defensa del fiscal del paraíso-. A lo mejor queremos alguien que salga de una clausura y sea pobre de solemnidad…". Unas horas después tuvimos noticia de que un viejo colaborador suyo (y de Esperanza Aguirre) había guardado en Suiza 146 lingotes de oro. Vaya por dios, otro que tampoco viene de un convento.

He reflexionado un rato, atendiendo la sugerencia de Villalobos, y ya sé qué dirigentes queremos. Unos que además de ser buenos lo parezcan. Que no mientan ni tergiversen la verdad. Que no tengan cuentas en Andorra ni maletines llenos de billetes en casa del suegro ni lingotes en Suiza ni empresas en Panamá. No digo yo que todos los que hacen eso hayan cometido alguna irregularidad. Pero qué quieres que te diga, Villalobos: justo cuando estamos preparando la declaración de la renta da mal rollo que aquellos en cuyas manos dejamos la administración de nuestro dinero, o nuestra justicia, hagan cosas que en nuestras familias nadie haría nunca. A la mayor parte de los ciudadanos lo más grave que se nos puede imputar en materia fiscal es un leve titubeo al responder a la pregunta mágica: ¿Con IVA o sin IVA? Todavía estamos muy lejos de esas conductas tan habituales, por lo visto, entre los deplorables 'dirigentes' que tenemos.

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