El modelo de familia se reinventa tras la década de las bodas gays y el divorcio exprés

Victoria LunaLos españoles ya no viven como antes. Casados o solteros, con hijos o sin ellos, heterosexuales o gays, solos o acompañados... Lo cierto es que los espacios íntimos han cambiado y las familias no son lo que eran. Hoy, el cómo y con quién vivimos es, más que una exigencia social, una opción de vida fruto de la libertad de elección. Cada vez hay menos familias numerosas y menos matrimonios, los homosexuales pueden casarse y adoptar, el divorcio ya no es un vía crucis y las mujeres no temen afrontar a solas la maternidad.

Así, al esquema tradicional padre-madre-hijos le han surgido en los últimos 30 años competidores que han diversificado los modelos familiares y que desde finales de los años noventa se han ido consolidando. Los sociólogos coinciden en afirmar que la presencia de estas nuevas familias es cada vez mayor y que, en consecuencia, la sociedad está más preparada para reconocerlas y legitimarlas.

Prueba de ello es la aprobación, en junio de 2005, de la Ley del Matrimonio Homosexual, una normativa que significó la conquista por parte de este colectivo de una reivindicación histórica y que convirtió a España en el cuarto país del mundo en permitir estas uniones tras Holanda, Bélgica y Canadá. Hasta entonces sólo podían aspirar a registrarse como pareja de hecho; pero la nueva ley modificó el Código Civil y, al permitirles casarse, les otorgó derechos antes negados como la adopción, la herencia y la pensión de viudedad.

Desde entonces se han celebrado más de 20.000 bodas gays. Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. La ley contó desde su anteproyecto con la oposición de la Iglesia y del Partido Popular, que la recurrió ante el Tribunal Constitucional. Actualmente, la norma aún espera la sentencia y sigue contando con el rechazo de muchos sectores sociales, políticos y religiosos.

Otra de las grandes revoluciones en el seno de las familias españolas en la última década ha sido la reforma de la Ley del Divorcio, conocida como Ley del Divorcio Exprés. Entró en vigor en julio de 2005 y supone la primera modificación de la norma que en 1981 legalizó el divorcio en este país. El objetivo era agilizar trámites y reducir costes, y así ha sido. Ya no es necesario separación previa, basta con que hayan transcurrido tres meses desde la boda, y tampoco hay que alegar causas.

Su implantación también fue controvertida y generó rechazo de los sectores más conservadores de la sociedad. Sin embargo, tuvo un éxito rotundo: en 2006, un año después, se habían divorciado casi 127.000 parejas, un 74% más que en 2005 y un 149% más que en 2004. En 2007, en cambio, se registraron 125.777 divorcios, el primer descenso en una década, caída que continuó en 2008 al bajar un 12,5%. En los primeros 9 meses de 2009 la cifra fue de 83.616, un 7% menos respecto al mismo periodo del año anterior. No obstante, los expertos señalan que este descenso se debe a la crisis económica y a las dificultades para afrontar los gastos en solitario.

Habrá que esperar a que la recesión desaparezca para comprobarlo, pero lo que sí es un hecho es que ya son muy pocos los que optan por la separación como vía para poner fin a su matrimonio. En 1999 hubo 58.137, frente a 36.101 divorcios, cifra que se ha ido invirtiendo hasta llegar a los 110.036 divorcios y 8.761 separaciones en 2008.

Otro fenómeno que se ha afianzado en esta década es el de los matrimonios mixtos, formados por personas de distintas nacionalidades. Entre 2000 y 2007 estas bodas se triplicaron, incrementándose en un 186% al pasar de 11.974 a 34.223, según datos del INE. Y ello, pese a que cada vez se celebran menos matrimonios. En 2008 se registraron 196.613, lo que supone 8.159 menos que el año anterior. Esto se traduce en una tasa de nupcialidad de 4,2, tasa que no ha dejado de caer desde 1976, cuando se situaba en 7,2.

Ninguno de estos cambios habría sido posible sin las dos revoluciones protagonizadas por las mujeres: su acceso mayoritario a la educación superior y su creciente incorporación al empleo, según la socióloga y profesora de la UNED Teresa Jurado. Ello ha llevado a un retraso de la edad de la primera maternidad, que se sitúa en España en los 30,87 años. Esta cifra no ha dejado de crecer desde 1980. En cambio, desde 2000 no ha parado de aumentar el número medio de hijos por mujer, que se eleva a 1,5, incremento que se atribuye, en gran parte, a la inmigración.

En este contexto juega un papel esencial la reforma de la Ley del Aborto, cuyo proyecto fue aprobado por el Congreso en diciembre pasado. Pendiente aún de pasar por el Senado para su aprobación definitiva, supone la primera reforma de la ley de 1985, que despenalizaba el aborto dentro de unos plazos en los supuestos de violación, graves malformaciones del feto y peligro para la salud física o psíquica de la madre. Fue precisamente el abuso de este último supuesto lo que llevó a revisar la normativa, con el objetivo de ofrecer seguridad jurídica a la mujer y a los profesionales que desempeñen el trabajo, así como rellenar los vacíos que tenía para ajustarla mejor a la realidad social, explicó entonces el Gobierno.

Entre las principales novedades destacan el aborto libre hasta la semana 14 y la imposibilidad de interrumpir el embarazo a partir de la 22, a menos que el feto tenga anomalías incompatibles con la vida. La más polémica, no obstante, es la que permite a las menores de 16 años abortar sin informar a sus padres si esto puede suponerles algún tipo de coacción.

La nueva ley es rechazada por el PP, la Iglesia y los grupos pro vida, entre otros, pero no tiene marcha atrás. Tampoco lo tiene el hecho de que las mujeres estén perdiendo el miedo a ser madres en solitario. En 2009 había en España 524.600 hogares monoparentales, de los que 455.800 eran féminas. En 1999 eran 270.000.

Recurrir a técnicas de reproducción asistida es cada vez más usual, como lo es también vivir solo. Esta última opción ha crecido tanto que ha dado lugar al llamado fenómeno singles, un colectivo formado por solteros y divorciados que suman 3,2 millones de personas, frente a los 1,6 de 1991. Son los hogares unipersonales. Con este panorama, son muchos los que se rasgan las vestiduras y afirman que es el fin de la familia. Para otros, en cambio, es la evolución propia del siglo en el que vivimos y consideran que su papel sigue siendo el mismo: un lugar privilegiado para la educación, la protección y la seguridad.

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